591. El valiente cobarde
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Juan David Betancur
elnarradororal@gmail.com
Había una vez un hombre muy pobre que vivía en una ciudad. Su única posesión era una guitarra, y su única amiga era una anciana que le daba de comer. En esa región, dos pueblos vecinos estaban en constante conflicto, atacándose mutuamente año tras año.
Un día, mientras exploraba los alrededores, el hombre encontró un lugar muy verde que le inspiró. Decidió descansar allí y pronto se quedó dormido. Sin embargo, unas moscas lo despertaron, y en su furia, mató a noventa y nueve de ellas de un solo golpe. Orgulloso de su hazaña, grabó en su guitarra:
“Shej Gub-ba quitó noventa y nueve vidas de un solo golpe, entre el canto y el silencio.”
Unos soldados del pueblo vecino, que acababa de ser atacado, pasaron por allí y vieron el guitarrista dormido. Inmediatamente se acercaron para robarle, pero inmediatamente cogieron la guitarra leyeron la inscripción y en la guitarra y pensaron que Shej debía ser un guerrero formidable.
Huyeron sin despertar al hombre y corrieron a informarle al rey de lo que habían leído. El rey interesado en contar con un guerrero capaz de matar 96 personas de un solo golpe decidio que quería hablar con el y mando a llamarle a sus presencia.
Cuando los soldados le pidieron que fuera a ver al rey, Shej respondió que el rey debía venir a él ya que el estaba muy ocupado para ver reyes. Y el rey soprendido de aquel rechazo pensó que efectivamente debía estar ante un hombre excepcional, así que monto en su caballo real y cabalgo hasta donde estaba Shei. Cuando llego lo encontró mal vestido, pelo largo, sin afeitar y sucio. Sorprendido por su apariencia desaliñada, el rey ordenó que lo arreglaran y lo trajeran a su presencia. Una vez limpio y bien vestido, el rey le pidió que matara a un león que estaba aterrorizando a su pueblo como prueba de su valentía.
Shej , preocupado, fue a ver a su amiga anciana, quien le preparó un brebaje para dormir al león. El león bebió el brebaje y se quedó dormido, permitiendo que la anciana lo amarrara. Shej llevó al león al pueblo, donde fue recibido con una gran celebración y se le ofreció la mano de la hija del rey en matrimonio.
Vivió como un príncipe hasta que un día fueron atacados por un grupo de bandidos. La princesa le pidió que defendiera al pueblo pero éste, para esconder el miedo que sentía, exclamó:
-Tenéis que amarrarme bien encima del caballo porque soy un peligro viviente. En la lucha me enfurezco y arremeto contra todo el mundo. No puedo andar suelto. Y de esa manera los soldados lo amarraron al caballo y lo llevaron a la entrada del pueblo. Y luego dejaron que el caballo cabalgara de frente contra las
El caballo, sintiendo la tensión del momento, comenzó a galopar hacia las filas enemigas. Los soldados enemigos, al ver a Shej atado de esa manera, pensaron que debía ser un guerrero temible que no necesitaba siguiera estar libre para enfrentarlos, que amarrado como estaba podía derrotarlos y se llenaron de miedo.
El caballo, entrenado para la batalla, se lanzó con fuerza y velocidad, y Shej aunque asustado, mantenía la calma exteriormente. Los enemigos, confundidos y aterrorizados por la visión de este hombre aparentemente indomable, comenzaron a retroceder.
En medio del caos, Shej recordó las palabras de su vieja amiga y decidió usar su ingenio una vez más. Comenzó a gritar con todas sus fuerzas, fingiendo estar en un frenesí de batalla:
- ¡Apartaos de mi camino, o conoceréis la furia de Shej Gub-ba, el que mató noventa y nueve vidas de un solo golpe!
Los enemigos, aterrorizados por sus gritos y la velocidad del caballo, huyeron en desbandada. Los soldados del