599. Los Mellizos y la Luna (Leyenda Embera Catia)
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Juan David Betancur Fernandez
elnarradororal@gmail.com
Había una vez en un mundo Catio un hombre que solía salir a cazar en la selva del lo que hoy conocemos como el tapón del Darién entre Colombia y Panamá. Esta selva profunda escondía muchos animales que podían ser peligrosos y muchos que podían matar un hombre con solo tocarlo. Y así sucedió con este indio catio que después de haberse levantado de su chinchorro al amanecer comenzó a buscar entre los grandes pantanos de la selva un animal para comer. Desafortunadamente el hombre se cruzo con la rana dorada, uno de los animales más venenosos del mundo. La rana al sentir el paso de aquel hombre catio salto y golpeo su pierna. Inmediatamente la pierna empezó a dolerle y más importante empezó a hincharse. A tientas el catio llego hasta su bohío y allí se acostó a esperar la muerte inevitable. Pero algo extraño ocurrió. Sus pierna comenzó a hincharse y a hincharse hasta que su pantorrilla se abrió de golpe. Y justo antes de que el hombre muriera dos gemelos nacieron.
Ese mismo día los padres de aquel hombre escucharon el llanto de los niños en el bohío de su hijo y corriendo llegaron pero ya era tarde para salvar a su hijo pero a tiempo para recoger a el par de mellizos que habían nacido de la pierna del hombre.
Con amor los acogieron y los viejos los criaron. Paso el tiempo y un día los muchachos ya crecidos comenzaron a preguntar por su origen. El viejo les comento que habían nacido de la pierna de su hijo y que extrañamente su padre había muerto.
Los jóvenes ofendidos le preguntaron a su abuela quien había asesinado a su padre y la abuela con el dolor de toda madre que pierde un hijo solamente miro hacia el cielo y con voz entre cortada dijo. Aquella luna que esta sobre nuestros cuerpos fue la culpable de que su padre muriera.
Los muchachos que ya para ese tiempo eran grandes y fuertes decidieron que ellos le harían pagar a la luna por haber asesinado a su padre. Con mucha voluntad comenzaron a planear como llegar a lo alto donde vivía la luna.
Adentrándose en la selva comenzaron a cortar guaduas altas y bejucos que encontraban colgando de los grandes arboles de la selva. Uno a uno fueron recolectando lo que necesitaban para construir una torre que les permitirá alcanzar la malvada luna que les había arrebatado a su padre.
Durante los primeros días de construcción solamente alcanzaron a subir un poco, pero a medida que aprendían y perfeccionaban la técnica de construcción su progreso era mayor y ya en pocos días había superado la altura de los arboles más altos de la selva. Después de otros días ya podían ver desde la altura el final del tapete verde de las copas de los arboles y el inicio de ambos mares que se asomaban al norte y al sur.
Pasado el tiempo la torre llego a perderse en lo alto de la selva y superaba fácilmente la altura misma de las nubes.
Finalmente cuando ya pasaron las alturas de las más altas nubes los dos hermanos llegaron a las proximidades de la luna. Allí podían ver y sentir la luz que emanaba de aquel blanco rostro que les habían dicho le había arrebatado su padre .
Cuando tocaron finalmente a la luna uno de los hermanos gemelos tomo una cana y golpeando a la luna le creo unos moretones que hasta el día de hoy se pueden ver desde la tierra.
Pero cuando se preparaban para castigar aún más a la luna un pájaro carpintero comenzó a picar la base de la torre de guaduas buscando gusanos y la torr