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UBF Puebla Culto dominical

UBF Puebla Culto dominical
Author: Josué Bae
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© Copyright 2019, University Bible Fellowship
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Cada domingo se hace un culto dominical de UBF Puebla.
Dios misericordioso está más cerca de lo que pensamos
Dios misericordioso está más cerca de lo que pensamos
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Juan 2018 (18)
Palabra/ Juan 12:20-50
V.C./ Juan 12:24,25
Si muere, lleva mucho fruto
“De cierto, de cierto os digo, que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.”
La vida del ser humano en esta tierra es limitada, y corta. El vigor del hombre se acaba en setenta u ochenta años (Salmos 90:10), y todos los hombres tienen que morir. Entonces, ¿cómo podríamos vivir una vida fructífera y agradable delante de Dios? Y ¿cómo podríamos tener la vida eterna en el reino de Dios?
Precisamente esto era lo que querían saber unos griegos que buscaban a Jesús. Y les enseñó Jesús dos cosas: uno, el hombre tiene que aborrecer su vida, y dos, tiene que seguirle a Jesús. Oro que aceptemos y guardemos la palabra de Jesús que vamos a escuchar ahora, y podamos vivir una vida fructífera y agradable a los ojos de Dios, y tengamos la vida eterna en el reino de Dios junto a nuestro Señor Jesús y nuestro Padre Dios. Amén.
I. El que aborrece su vida (20-36)
Vamos a ver el versículo 20. Había ‘ciertos griegos’ entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Los griegos eran famosos por su filosofía y mitología. Tales de Mileto, Sócrates, Platón y Aristóteles eran grandes pensadores y filósofos griegos. Y en la mitología griega salen los dioses, de los cuales hemos oído: Caos, Gea (la tierra), Urano (el cielo), Titanes, Zeus, Hades, Poseidón, Apolo, Artemisa (Diana), Atenea, etc.
Pero, en el versículo 20 dice que esos griegos habían subido ‘a adorar’ en la fiesta. Ellos adoraban a Jehová Dios. Ellos habrían aprendido acerca de Dios por medio de los judíos esparcidos por su región. La filosofía humana no les podía enseñar qué era ‘el origen’ de todas las cosas. Y sin saber esta verdad, ellos no podían encontrar el propósito y el significado de su vida. Pero en las Escrituras ellos aprendieron que Dios era el Creador, y en él había la verdad. Y los dioses de su mitología eran peores que el ser humano en su naturaleza. Esos dioses eran ambiciosos por el poder, traicionaban unos a otros, se tomaban la venganza, eran dominados por el deseo carnal, engañaban a sus esposas, etc. Esos dioses no eran dignos de adoración. Pero Jehová Dios era santo, justo y misericordioso. Él era digno de adoración del ser humano. Por eso estos griegos dejarían a sus dioses y su filosofía humana, y adorarían a Dios.
Y si vemos los versículos 21 y 22, ellos querían ver a Jesús. ¿Por qué desearían verlo? La semana pasada aprendimos que grandes multitudes salieron a recibirle a Jesús, porque la gente daba testimonio de cómo Jesús había resucitado a Lázaro. Seguramente estos griegos también oirían ese testimonio. Ellos habían venido a Jerusalén a adorar a Dios. ¡Y ahí se encontraba Dios todopoderoso en forma de hombre! ¿Cómo no querrían verlo? Y ellos anhelarían aprender cómo podrían vivir una vida agradable delante de Dios, y entrar en el reino de Dios para gozar la vida eterna. Por eso, Jesús les habló esta palabra.
Primero, miren el versículo 24, la parábola del grano de trigo. “De cierto, de cierto os digo, que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” Esta parábola es sencilla, y es verdad. En noviembre del año 1922 descubrieron la tumba del faraón Tutankamón, en la cual encontraron granos de trigo, que resultaron ser de más de 3,200 años. Esos granos nunca cayeron en la tierra y murieron. Y después de más de 3,200 años, quedaron solos. Pero si un grano de trigo muere, lleva mucho fruto. Dicen que un grano de trigo sembrado puede dar entre 80 a 120 granos. Tomando el promedio, 100 granos, en la siguiente siembra esos granos darían 10,000 granos. Y de manera sucesiva en cinco años un grano de trigo daría diez mil millones de granos. ¿Qué tanto sería esta cantidad de granos? Dicen que con esta cantidad pueden comer doscientas personas durante veinte años. Así, si el grano de trigo cae y muere, lleva muchísimo fruto.
Y ¿qué significa esta parábola? Vamos a ver el versículo 25. “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” ‘El grano de trigo’ es ‘el hombre’. Y el grano de trigo que no cae en la tierra y muere es el hombre que ama su vida. ¿Cómo es la gente que ama su vida? El que ama su vida no quiere sacrificarla para Dios, ni para otros. Quiere su vida sólo para sí mismo. Y ¿qué hace con su vida? Busca las cosas del mundo. Ellos estudian y trabajan para conseguir las cosas que desean en el mundo, y disfrutarlas. Por eso también tratan de conservar buena salud, comiendo buenos alimentos, y haciendo ejercicios. Ellos buscan una vida abundante en material, cómoda, divertida y vanagloriosa. Ellos detestan las palabras: sacrificio, sufrimiento, dificultad, humildad, inestabilidad, etc.
Pero, ¿cómo termina su vida? Dice Jesús: “Queda solo. La perderá.” Si el hombre no quiere sacrificar su vida para Dios, ni para otros, y vive sólo para sí mismo, buscando las cosas mundanales, podría ganarlas, y disfrutarlas. Pero a través de su vida ninguno será salvo. Así queda sólo, e inútil para Dios. Y aunque el hombre consigue las cosas que desea en el mundo, y las disfruta, sabemos que en esas cosas no hay verdadera satisfacción y felicidad. Entonces, como dijo Salomón en Eclesiastés 1:2 y 3, todo su esfuerzo y trabajo es en vano. De esta manera pierde su vida en las cosas vanas del mundo. Y tampoco puede dar ningún fruto interior que pide Dios al hombre (Gálatas 5:22,23). Sobre todo, el que ama su vida, no a Dios, al terminar esta vida limitada y corta, no puede entrar en el reino de Dios para gozar de la vida eterna. ¿Acaso le diría Dios: “Te conozco, bienvenido a mi reino”? Más bien será echado en el infierno. El que ama su vida así la perderá eternamente.
Pero, ‘el grano de trigo que muere’ es ‘el que aborrece su vida’. La palabra ‘aborrecer’ es ‘detestar enormemente algo o alguien’. Y ¿qué haría el que aborrece su vida con ella? La sacrificaría para Dios y para las ovejas sin titubear, ni escatimarla. Él entregaría su juventud y su vida completamente a Dios y a la obra de salvación de las ovejas. No guardaría escondido ningún plan para sí mismo. Y sacrificaría su tiempo para apacentar a las ovejas, aunque tiene que estudiar o trabajar. Sacrificaría su dinero para la obra de Dios y para las ovejas, aunque no gane mucho dinero. También sacrificaría su comodidad para ir a donde Dios lo envíe a predicar la palabra. Sacrificaría su orgullo, y aguantaría a las ovejas egoístas, soberbias e ingratas. Sacrificaría su familia: su esposo, su esposa, sus hijos y sus padres, para servir a las ovejas. Y el que aborrece su vida no temería pasar por sufrimientos, dificultades y problemas por causa de Dios y las ovejas. Esto es aborrecer nuestra vida y morir para Dios y para las ovejas.
Y dice Jesús: “Si muere, lleva mucho fruto. El que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” Nuestra vida puede parecer ser tan pequeña e insignificante como un grano de trigo. Pero si la entregamos para la obra de Dios, el Señor la acepta y la utiliza preciosamente en su obra. El hombre es creado conforme a la imagen de Dios. Por eso Dios lo ama y lo aprecia. ¿Qué tanto lo ama Dios? Dios ama al ser humano hasta sacrificar a su Hijo en la cruz. Y si aborrecemos nuestra vida y la entregamos en la obra de Dios, a través de nosotros Dios salva a los hombres. Aunque fuera salvo un solo hombre por medio de nosotros, ese fruto es grande y precioso delante de Dios. También, como el misionero José Song, si amamos a Dios y sacrificamos nuestra vida para Dios, a través de nuestra vida muchos pueden ser conmovidos y entregados a Dios. Y amando a Dios, y sirviendo su obra, nuestro interior se transforma conforme a la imagen de su Hijo Jesús en humildad, sacrificio, amor, obediencia y mansedumbre. Sobre todo, si aborrecemos nuestra vida en este mundo por causa de Dios y las ovejas, Él nos aceptará en su reino para que estemos con Él para vida eterna.
En lo anterior nos enseñó Jesús la parábola del grano de trigo y su significado. Y en el versículo 26a dice Jesús: “Si alguno me sirve, sígame.” Jesús dice esto, porque él mismo aborreció su vida, y nos dio el ejemplo. Si Jesús hubiera amado su vida, él no habría abandonado su trono, gloria y poder del reino celestial. Tampoco habría venido al mundo humilde en forma de hombre. Tampoco habría cargado nuestros pecados en su cuerpo. Tampoco habría sufrido la muerte en la cruz. Entonces, no habría sido cumplida la voluntad de Dios. Tampoco estaríamos salvos.
Pero, nuestro Señor Jesús aborreció su vida. Como si fuera algo que él detestara, así se despojó de su gloria y poder del reino celestial, y vino al mundo en forma de hombre, igual que nosotros. Y entregó su vida en la cruz por nuestros pecados. De esta manera él aborreció su vida. Y por su sacrificio la voluntad de Dios fue cumplida, y nosotros fuimos salvos.
Y dice Jesús: “Si alguno me sirve, sígame.” Nosotros creemos y confesamos que Jesús es nuestro Señor y Rey. Entonces debemos seguirle, su ejemplo. Como nuestro Señor Jesús aborreció y entregó su vida para Dios y para nosotros, así debemos sacrificar nuestra vida. Y miren el versículo 26b. “y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” Si nosotros le seguimos a Jesús, y sacrificamos nuestra vida para Dios y para las ovejas como Jesús, él nos llevará al reino de Dios para que estemos con él. Y Dios nos apreciará y nos honrará en su reino.
Pero, miren el versículo 27a. “Ahora está turbada mi alma.” Aun para Jesús el Hijo de Dios era difícil aborrecer su vida y entregarla en sacrificio en la cruz. Y ¿qué hizo Jesús? ¿Se retractó de su sacrificio? Vamos a ver los versículos 27b y 28. “¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto h
Juan 2018 (16)
Palabra/ Juan 11:1-44
V.C./ Juan 11:25,26
Jesús, la resurrección y la vida
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”
En esta palabra podemos ver el aspecto del ser humano que se encuentra bajo el poder de la muerte. Pero, dice Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida.” Y manifestó su gloria del Hijo de Dios a través de resucitar a Lázaro, que estaba muerto, y hedía ya.
¿Qué significa que Jesús es la resurrección y la vida? Y ¿cómo podemos recibir la resurrección y la vida de Jesús? Oro que en este tiempo creamos en Jesús, y sea glorificado él por medio de nosotros. Amén.
I. Miedo, quejas, dudas y tristeza (1-37)
Vamos a ver los versículos 1-3. Estaba enfermo uno llamado Lázaro, quien era de Betania, cerca de Jerusalén, Judea. Y sus hermanas Marta y María enviaron para decir a Jesús: “Señor, he aquí el que amas está enfermo.” ¿Qué tan grave se encontraba Lázaro? Luego podemos ver que dos días después murió él. Entonces, ¿por qué no habrían enviado sus hermanas desde antes a hablarle a Jesús? Si vemos en el capítulo anterior los versículos 31 y 40, los judíos querían apedrearle a Jesús, porque él dijo que él y Dios eran uno. Por eso Jesús se fue al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan, y se quedó allí. Y para no llamar a Jesús al peligro Marta y María habrían tratado de sanar a su hermano con médicos. Pero por ninguno había sido sanado. Más bien se empeoraba su situación cada día, y vieron que ya peligraba su vida. Por eso urgentemente enviaron para llamar a Jesús. Y ellas esperarían que viniera Jesús de inmediato, y sanara a su hermano. Ellas confiaban en el amor de Jesús, y creían que él tenía suficiente poder para sanar a Lázaro.
Pero, vamos a ver el versículo 4. Oyéndolo Jesús, dijo: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” Jesús dijo que la enfermedad de Lázaro no terminaría en muerte. Entonces, ¿no moriría él? Sí llegaría a morir Lázaro. Pero a través de la muerte de Lázaro Dios manifestaría su gloria, y Jesús sería glorificado como el Hijo de Dios. Oyendo Jesús que estaba gravemente enfermo Lázaro, no se asustó, ni se apuró, sino dijo: “¡Qué bien, es una buena oportunidad para la gloria de Dios!”
Y en los versículos 5 y 6 dice que, aunque Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro, cuando oyó que estaba enfermo, ‘se quedó dos días más’ en el lugar donde estaba. Y ¿qué sucedió? Se murió Lázaro. A propósito, dejó Jesús que muriera Lázaro.
Y ahora Jesús quería ir a Betania con sus discípulos a resucitarlo. En eso se descubrió cómo estaban los discípulos bajo el poder de la muerte. Miren el versículo 7. Cuando murió Lázaro, dijo Jesús a sus discípulos: “Vamos a Judea otra vez.” Y en el versículo 8 le dijeron ellos: “Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?” ¿Cómo estaban los discípulos? Ellos estaban llenos de miedo a muerte. Aunque no estaban allí los judíos con las piedras en las manos para apedrearles, los discípulos tenían miedo todo el tiempo. Si veían a la gente con algo en la mano, se asustarían, pensando que tenía piedra para apedrearles. Y si oían a la gente correr, se espantarían, pensando que venían los judíos a matarles. Y tendrían pesadillas que los judíos los perseguían, y aunque corrían con toda su fuerza, por fin los alcanzaban, y se despertarían empapados de sudor frío. Por el miedo y estrés hasta se les quitaría el apetito. Y si comían algo, les daba mala digestión. Por eso, cuando Jesús les dijo que fueran a Judea otra vez, se asustaron, y no querían moverse de allí. Los discípulos estaban vivos. Pero tenían la cara de muertos, oscura y pálida.
Entonces, en los versículos 9 y 10, Jesús trató de animarlos, diciendo que Jesús, la luz del mundo estaba con ellos, y que anduvieran en esa luz. Y miren los versículos 11-13. Les dijo después: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.” Entonces dijeron con alegría: “Señor, si duerme, sanará.” Jesús decía de la muerte de Lázaro. Pero ellos pensaron que hablaba Jesús de dormir y reposar. Entonces, sanaría Lázaro, y Jesús no necesitaría ir a Judea. Por el miedo a muerte, instintivamente buscaban ellos cualquier pretexto para no ir a Judea. Y al oír la palabra de Jesús, la interpretaron a su conveniencia.
Entonces, miren los versículos 14 y 15. Jesús les dijo claramente: “Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.” Jesús les dijo que se alegraba, porque ellos aprenderían la fe de resurrección. Pero, miren el versículo 16. Dijo Tomás a sus condiscípulos: “Vamos también nosotros, para que muramos con él.” Por el miedo a muerte ellos no podían oír la palabra de Jesús. Y se resignaron. Ellos amaban a Jesús, y eran fieles con él. Ellos querían seguirle hasta muerte. Pero no le seguían con gozo y paz, sino con miedo y resignación.
Y la distancia del lugar donde estaban ellos a Betania eran como 17 km. Pero, si vemos el versículo 17, tardaron cuatro días para llegar a Betania. ¿Por qué tardarían tanto? Aunque Jesús les decía que ya fueran, ellos no se apurarían. Dirían: “Para el camino necesitamos preparar tortas. Tenemos que comprar bolillos, jamón, jitomate, etc.” Y cuando tenían las tortas, dirían: “Hay que comprar algo de tomar.” Y cuando tenían todo, diría Tomás: “Me duele la panza. Voy al baño.” Y por fin salieron hacia Betania. Pero caminarían lento. Muchas veces Jesús tendría que detenerse para apurar a sus discípulos que le seguían despacio. Por eso tardaron cuatro días para recorrer una distancia de 17 km.
En lo anterior podemos ver un aspecto del hombre que está bajo el poder de la muerte. Es de miedo, preocupación, parálisis espiritual, resignación y seguir a Jesús sin gozo y paz. Y la verdad podemos ver este aspecto en nosotros mismos ante problemas. Los estudiantes, cuando les va mal en algunas materias de la escuela, pueden temer y preocuparse, pensando que las reprobarían, y tendrían muchos problemas en el futuro. Y los que trabajan, cuando tienen algún problema en su trabajo, o no les sale el trabajo como esperaban, pueden pensar que perderían el trabajo, o no podrían ganar dinero. Y se preocupan de cómo sustentar a su familia. Y por miedo y preocupación se paralizan nuestra mente y cuerpo, y no podemos ver otras posibilidades, ni podemos desafiar para solucionar problemas. Y, aunque le seguimos a Jesús, estudiando la Biblia, y sirviendo la obra de Dios, no tenemos gozo ni paz en nuestro corazón. Nosotros, que seguimos a Jesús batallamos por el poder de la muerte. Y ¿cómo sería el interior de la gente del mundo que no conoce a Jesús, ni tiene fe en él? Ellos piensan que tener miedo y preocupación, y andar sin gozo y paz es natural. Pero originalmente no era así la vida del hombre, sino es por el poder de la muerte.
Y no sólo en los discípulos de Jesús, sino en Marta y María las hermanas de Lázaro también podemos ver otro aspecto del ser humano que está bajo el poder de la muerte. Si vemos los versículos 17-20, vino Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Y ya que Betania estaba cerca de Jerusalén, como a 3 km, muchos de los judíos habían venido para consolar a Marta y a María por su hermano.
Y miren los versículos 20 y 21. Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle. Y dijo a Jesús: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.” Y si vemos el versículo 32, cuando Marta llamó a María, y ésta salió a donde estaba Jesús, también le dijo: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.” ¿Qué podemos ver en ellas? Las hermanas de Lázaro estaban llenas de quejas. Ellas habían confiado en el amor y el poder de Jesús. Ellas habían enviado a llamar a Jesús. Pero, Jesús no había venido, y había muerto su hermano. Al ver a Jesús, ellas querrían gritarle, diciendo: “¿Por qué no habías venido? Ya se murió nuestro hermano.” Y surgirían dudas de Jesús en su corazón: “¿Por qué no habría venido Jesús? ¿Será por el peligro de los judíos? Entonces, ¿amará Jesús a sí mismo más que a nosotros? ¿Será falso todo lo que él había enseñado del amor de Dios? ¿O será porque no podía sanar a Lázaro? Pero, ¿qué estoy pensando? Todo esto no es cierto. Jesús nos ama, y tiene gran poder. Entonces, ¿por qué razón no había venido?” De esta manera los pensamientos de quejas y de dudas darían vueltas y vueltas en sus cabezas. Y llorarían sin cesar por tristeza.
Aquí podemos ver otro aspecto del ser humano que está bajo el poder de la muerte. Es de quejas, dudas y tristeza. Y este aspecto también lo podemos ver en nosotros. Cuando tenemos algún problema, por supuesto oramos a Dios. Con fe y anhelo le suplicamos. Pero, si el resultado no nos sale como nosotros le pedimos a Dios, de nuestro interior surgen quejas, dudas y tristeza: “Señor, confié en ti. Oré a ti con todo mi corazón. Pero, mira lo que pasó. ¿Dónde está tu promesa de estar conmigo hasta el fin del mundo? ¿Dónde están tu amor y tu poder? ¿No escuchas mi oración? Quizá, no soy nada para ti. Ahora, ¿qué hago?” Y andamos tristes, y deprimidos. Pero en esta palabra podemos ver que todo esto es el poder de la muerte. Pase lo que pase, no deben salir estas cosas de nuestro corazón, sino debemos tener fe, agradecimiento y gozo.
Así que la muerte no era el problema de Lázaro, quien estaba muerto, sino de los discípulos y de Marta y María, que estaban vivos. Ellos sufrían bajo el poder de la muerte. Entonces, ¿qué les dijo Jesús, y cómo les enseñó la fe de resurrección?
II. Yo soy la resurrección y la vida (25-26,38-44)
Vamos a ver los versículos 25 y 26. “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eterna
Juan 2018 (20)
Palabra/ Juan 14:1-31
V.C./ Juan 14:1
No se turbe vuestro corazón
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.”
En esta palabra Jesús empieza, diciéndoles a sus discípulos: “No se turbe vuestro corazón.” Y al final vuelve a decirles: “La paz os dejo, mi paz os doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (27) Los discípulos estaban turbados, y no tenían paz. A ellos les enseña Jesús tres cosas para que tengan paz y tranquilidad en su corazón. Nosotros también, viviendo esta vida tan corta y limitada, y en medio de este mundo lleno de problemas, dificultades y tribulaciones, podemos estar turbados y sin paz. Por eso, oro que oigamos atentamente esta palabra, y creamos en Jesús, y tengamos paz en nuestro corazón. Amén.
Vamos a ver el versículo 1a. “No se turbe vuestro corazón.” ‘Estar turbado’ significa ‘estar aturdido por un impacto emocional, confundido, angustiado y preocupado’. Y ¿por qué se encontrarían así los discípulos? Si vemos el capítulo anterior los versículos 33 y 36, Jesús les decía que él se iría, pero a donde él iba, ellos no podrían ir. Entonces, ¿los abandonaría Jesús? ¿Quedarían solos ellos en el mundo? Y ¿qué harían ellos solos? Y ¿qué hay de todo lo que ellos han hecho para seguirle a Jesús? ¿Volvería en vano todo? Podemos entender por qué estaban turbados los discípulos. Pero, a ellos les dice Jesús: “No se turbe vuestro corazón.” Y les enseña ‘tres cosas’ que deben creer para tener paz.
Primero, creer que Jesús vendrá otra vez, y llevará a sus discípulos a la casa del Padre (1-11). En el versículo 1b dice Jesús: “creéis en Dios, creed también en mí.” Y ¿qué deben creer los discípulos? Miren los versículos 2 y 3. “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” Aquí Jesús les habla tres cosas paso por paso: ‘a dónde va’, ‘a qué va’ y ‘luego qué hará’. ¿A dónde va Jesús? Va a la casa del Padre Dios. ¿A qué va? Va a preparar lugar para sus discípulos. ¿Luego qué hará? Luego vendrá otra vez a tomarlos a sí mismo para que estén con él eternamente en el reino de Dios. Los discípulos necesitaban creer esto para tener paz, y no estar turbados.
Y esto lo deben creer, no sólo los discípulos de Jesús, sino todos los hombres sin ninguna excepción. Porque el ser humano, sea quien sea, tarde o temprano, algún día tiene que morir, e irse de este mundo. Buda era el príncipe de una dinastía. Pero él abandonó todo para ser libre del ciclo de nacer, envejecer, enfermarse y morir. Y el emperador Shi de la dinastía Qin, quien unificó a toda China por primera vez en la historia, envió a sus súbditos por todo el mundo para encontrar hierbas medicinales que le pudieran dar la vida eterna. Pero, por fin murieron ellos. Y todos los hombres mueren.
Y, al salir de este mundo, ¿a dónde iría? Muchos no lo saben, ni piensan sobre esto. Más bien no pueden creer que iría a la casa del Padre Dios para morar eternamente allí. ¿Por qué no pueden creer esto? ¿Cómo podrían creerlo, viviendo ellos lejos de Dios, sin tomarlo en cuenta, en sus pecados? Después de haber vivido alejados de Dios, al morir y salir de este mundo, ¿podrían decirle a Dios: “Padre, vine a morar en tu casa para vida eterna.”? Y ¿acaso les diría Dios: “Oh, claro que sí. Entren a mi casa. Bienvenidos.”? Ellos mismos saben que nunca jamás sucederá así. Al contrario, les dirá Dios: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:23) Entonces, algunos dirán: “A mí no me interesa entrar en el reino de Dios. Porque será muy aburrido, ya que no habrá bares, ni discotecas.” Pero, ellos no saben que, si no pueden entrar en el reino de Dios, serán echados en el infierno para sufrir eternamente.
Y sin tener la fe y esperanza de la vida eterna en la casa del Padre Dios, sin tener esta seguridad del futuro, los hombres no pueden tener verdadera paz y tranquilidad en lo profundo de su corazón. Tenga lo que tenga, y disfrute lo que disfrute en este mundo, aunque fuera el más rico del mundo, aunque tuviera el amor ideal para su vida y aunque tuviera el más grande poder y conocimiento del mundo, sufre turbado en su corazón. Por lo tanto, para que no se turbe su corazón, todo hombre debe arrepentirse de sus pecados, y reconciliarse con el Padre Dios, y tener fe y esperanza que Jesús lo llevará al reino de Dios para que viva allí eternamente.
Antes de creer en el evangelio de Jesucristo, nosotros también vivíamos en el mundo lejos de Dios, en nuestros pecados, sufriendo con un corazón turbado. La verdad no entendíamos el por qué. Pero todo el tiempo teníamos miedo e intranquilidad en lo profundo de nuestro corazón.
Pero, le agradecemos y alabamos a nuestro Señor Jesús, porque él nos llamó al arrepentimiento de nuestros pecados, y a creer en su evangelio para que seamos reconciliados con Dios por su sangre derramada en la cruz por nosotros. Y Jesús nos dio esta fe y esperanza que vendrá él otra vez en el día postrero, y nos llevará consigo a la casa del Padre Dios para que vivamos eternamente a su lado. Por esta fe y esperanza nosotros tenemos paz y tranquilidad en medio de este mundo, sin importar qué tenemos, y qué sufrimos. Porque sabemos que algún día se acabará esta vida, y gozaremos de eterna felicidad en la casa de nuestro Padre Dios. Oro para que guardemos esta fe y esperanza, y tengamos verdadera paz, mientras vivamos en este mundo. Amén.
Pero, vamos a ver el versículo 4. Jesús les dice: “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.” ¿Por qué les diría así Jesús? Porque los discípulos seguían con la cara turbada, y además con la cara que no entendían lo que decía Jesús. Pero, los discípulos debían de saber a dónde iría Jesús, y el camino. En el evangelio según Juan salen siete señales que hizo Jesús. Y estas señales demuestran que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, igual a Dios, enviado de Dios. Cuando Jesús sanó al hombre ciego de nacimiento, dijo él: “Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.” (Juan 9:32,33). Y Jesús vino al mundo a dar a conocer a Dios, y a darnos el camino al reino de Dios (Juan 1:18; Marcos 1:15).
Pero, los discípulos no sabían a dónde iba Jesús, ni el camino. Miren el versículo 5. En efecto le dijo Tomás: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” Por eso les dijo Jesús la famosa palabra del versículo 6. “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” En esta palabra Jesús enseña que todo hombre tiene que ir al Padre Dios. Pero la cuestión es que Dios es santo. Dios no permite ningún pecado, sea grande o pequeño. Por eso el hombre pecador no puede estar ante su presencia, y está condenado a la muerte física, y después de la muerte, al infierno etermo. Pero Dios tuvo misericordia de nosotros, y envió a su Hijo Jesucristo para darnos ‘el camino al Padre Dios’. Y dice Jesús: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.” ¿Qué hizo Jesús para ser el camino al Padre? Nuestro Señor Jesús cargó todos nuestros pecados en su cuerpo, y fue condenado, castigado y muerto en la cruz. Y al morir Jesús en la cruz por nosotros, se rasgó el velo del templo de Jerusalén en dos, de arriba abajo, el cual simbolizaba la separación entre Dios y nosotros por nuestros pecados (Mateo 27:51). De esta manera Jesús se hizo el camino al Padre Dios, la única verdad de nuestra salvación, y la vida eterna para nosotros. Y todo aquel que cree en Jesús tiene libertad para entrar ante la presencia de Dios por medio de la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió (Hebreos 10:19,20).
Pero, ahora Felipe le dijo desesperadamente: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.” Entonces, miren los versículos 9 y 10a. Le dijo Jesús: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?” Aquí podemos ver cómo se sentía Jesús, al ver que sus discípulos aún no habían conocido al verdadero aspecto de Jesús. Si vemos los versículos 10b y 11, por medio de sus palabras y obras Jesús les había enseñado que él era igual a Dios. Cuando Jesús dijo al paralítico: “Hombre, tus pecados te son perdonados”, dijeron los fariseos: “¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lucas 5:21) También cuando se levantó una gran tempestad contra la barca en la que iban él y sus discípulos, Jesús reprendió al viento, y dijo al mar: “Calla, enmudece.” (Marcos 4:39) Y a Lázaro que estaba muerto, y llevaba ya cuatro días en el sepulcro le dijo Jesús: “¡Lázaro, ven fuera!” Verdaderamente las palabras de Jesús son de Dios, o de un hombre loco. Pero no sólo dijo Jesús estas palabras maravillosas, sino hizo las obras asombras que declaraban que Jesús era igual a Dios. Los discípulos le habían seguido a Jesús, oyendo sus palabras con sus oídos, y viendo sus obras con sus propios ojos. Pero con todo aún no sabían quién era Jesús. Ya el siguiente día sería crucificado Jesús para la salvación de toda la humanidad. Y un poco después ascendería a la diestra del trono de Dios. Pero los discípulos andaban totalmente perdidos. Por eso estaban turbados en su corazón, y no tenían paz.
Pero, Jesús había venido de Dios a dar a conocer a Dios a los hombres, y a darles el camino al Padre. Y nuestro Señor Jesús fue a la casa del Padre, a preparar lugar para nosotros. Y en el día postrero vendrá otra vez para llevarnos al reino de Dios. Oro para que creamos esto, y tengamos verdadera paz en nuestro corazón. Amén.
Segundo, creer que Jesús hace todo lo que pedimos en su nombre (12-14). Vamos a ver el versí
Juan 2018 (19)
Palabra/ Juan 13:1-35
V.C./ Juan 13: 14,15
Como yo os he hecho
“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.”
Los capítulos del evangelio según Juan son 21 en total. Entre ellos los doce que hemos estudiado hablan de ‘las señales’ que hizo Jesús (Juan 12:37), enseñándonos que Jesús es el Hijo de Dios, igual a Dios. Y a partir del capítulo 13 hasta el 17 son las palabras que dijo Jesús a sus discípulos en la última cena. Y la palabra que vamos a escuchar hoy es lo primero que enseñó Jesús en aquella noche antes de su crucifixión.
En esta palabra Jesús nos enseña dos cosas: ‘qué relación quiere Jesús entre él y nosotros’, y ‘qué quiere Jesús que hagamos entre nosotros’. Oro que en este tiempo entendamos la importancia de esta palabra, y la guardemos con todo nuestro corazón y con toda nuestra fuerza. Oro que, obedeciendo esta palabra, todo lo que hagamos sea agradable ante los ojos de Dios, y estemos unidos en Jesús, guardemos nuestra fe en este mundo y sirvamos la obra de salvación como el cuerpo de Cristo. Amén.
I. Jesús lavó los pies de sus discípulos (1-11)
Vamos a ver el versículo 1a. “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre.” Era la noche anterior de su crucifixión. ‘Pasarse de este mundo al Padre’ se refiere a su ascensión al trono celestial. Pero, antes de ese triunfo glorioso, Jesús tendría que sufrir la muerte en la cruz. Y supo que su hora había llegado.
Y ¿cómo sería entregado Jesús? El versículo 2 dice: “como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase.” Si vemos esta palabra, parece ser que la muerte de Jesús fuera por la obra del diablo, y por causa de la traición de Judas Iscariote. Pero, en el versículo 3 dice que supo Jesús que Dios le había encargado de la salvación de todos los hombres, y que Dios le había enviado al mundo, y volvería a Dios. La muerte de Jesús en la cruz no era derrota ante el diablo, ni fracaso por la traición de Judas Iscariote. Era conforme a la voluntad del Dios Soberano para la salvación de toda la humanidad, y después Jesús volvería a tomar su poder y gloria en el reino celestial.
Y ¿qué hizo Jesús en ese momento? Miren el versículo 1b. “como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.” ‘Los amó hasta el fin’ – en otras palabras, podríamos decir: ‘los amó hasta el momento de morir’, ‘los amó, aunque estaba turbado y angustiado (Juan 12:27)’, ‘los amó, aunque tenía su propio problema tan difícil’, ‘los amó aun en esa situación en la que no podría amar a otros’. Así es el amor de Jesús para con nosotros, incambiable y absoluto. Aun la muerte en la cruz no lo pudo cambiar. Jesús nunca dejará de amarnos a nosotros, hasta que entremos en el reino de Dios, y para siempre.
Ahora, ¿qué hizo Jesús en la última cena? Vamos a ver los versículos 4 y 5. “se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.” Aquí nos llama la atención una cosa, que el apóstol Juan menciona lo que hizo Jesús muy detalladamente, uno por uno: ‘se levantó, se quitó su mando, tomó una toalla, se la ciñó, puso agua en un lebrillo, comenzó a lavar los pies de los discípulos, y enjugarlos’. ¿Por qué de esta manera describiría Juan lo que hizo Jesús? Así de impactante e impresionante fue para él, y para otros discípulos, lo que hizo Jesús en esa noche. Ellos se quedarían perplejos, sin poder entender lo que hacía Jesús, y sin saber qué hacer.
Entonces, vamos a ver los versículos 6-11. Cuando vino Jesús a lavar los pies de Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿tú me lavas los pies?” Y aunque Jesús le dijo que lo entendería después, Pedo siguió insistiendo con terquedad: “No me lavarás los pies jamás.” Entonces en el versículo 8b Jesús le dijo: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Y ahora Pedro quería que Jesús le lavara no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Y miren el versículo 10. A él le dijo Jesús: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.” ¿Qué significaría en esta palabra ‘lavarse todo’ y ‘lavarse los pies’? Esta palabra tiene un significado espiritual. En Apocalipsis 1:5 dice: “y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.” Jesús fue castigado y crucificado por nuestros pecados, y derramó su sangre. ‘Lavarse todo’ es ‘lavarnos de todos nuestros pecados con la sangre de Jesucristo en el momento que creemos en Jesús por primera vez’. Y ‘lavarse los pies’ es ‘lavarnos de los pecados mal olientes y sucios que cometemos cada momento y cada día, mientras vivamos en este mundo’. Si ya hemos creído que Jesús derramó su sangre en la cruz por todos nuestros pecados, estamos lavados todo y limpios. Y no necesitamos volver a hacerlo otra vez. Pero, aunque creemos en Jesús, aún no estamos transformados completamente, y seguimos en este mundo lleno de pecados y tentaciones. Por eso es inevitable que cometamos pecados sucios y mal olientes. Por lo tanto, necesitamos llevar nuestros pies sucios, nuestros pecados ante Jesús para ser lavados con su sangre.
Especialmente en el versículo 8b dice Jesús: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Si no llevamos nuestros pecados sucios ante Jesús para ser lavados con su sangre, dice Jesús que no tendremos nada que ver con él. Aquí podemos entender ‘qué relación quiere Jesús entre él y nosotros’. Nosotros tenemos varios tipos de relación con Jesús. Jesús es nuestro Señor, y él nos llamó como sus siervos para servir la obra de Dios. Por eso podemos pensar que, si trabajamos mucho en la obra de Dios, y establecemos a muchos discípulos, tendremos mucha parte con Jesús. También Jesús es nuestro Maestro, y somos sus discípulos. Y podemos pensar cuánto más lucha hagamos por imitarlo y seguir su ejemplo, tanto más parte tendremos con él. Pero, en esta palabra dice Jesús que, si no somos lavados los pies con su sangre, no tendremos nada que ver con él. Es cierto que, aunque uno trabaje mucho en la obra de Dios, y levante a muchos discípulos, si no confiesa sus pecados ante Jesús cada momento, y es lavado con su sangre, se vuelve orgulloso y soberbio. Y pensando que él mismo ha trabajado, y él mismo ha levantado la iglesia, roba la gloria de Dios. También, aunque uno hace la lucha por obedecer la palabra de Dios, e imitar a Jesús, si no lleva sus pecados sucios y viles ante Jesús, esa persona se hace hipócrita. Aparentemente será un santo, pero por dentro estará lleno de inmundicia y soberbia, que nunca ha lavado. Por lo tanto, podemos decir que en nuestra relación con Jesús lo más fundamental e importante es llevar nuestros pecados ante Jesús cada momento y cada día, y ser lavados con su sangre. Entonces, podemos ser utilizados en la obra de Dios preciosamente, y glorificar el nombre de Dios (2 Timoteo 2:21). También podemos ser transformados conforme a la imagen de Jesús desde lo profundo de nuestro interior.
Pero, si no llevamos nuestros pies sucios a Jesús para ser lavados con su sangre, Jesús no nos puede lavar. En los versículos 21-30 podemos ver cómo trataba Jesús de lavar los pies de Judas Iscariote. Si vemos el versículo 21, Jesús estaba muy triste, al pensar en Judas quien le entregaría a Jesús a la muerte, y sufriría la perdición eterna. Por eso, cuando otros discípulos le preguntaron quién era aquel que le había de entregar, Jesús señaló a Judas Iscariote (26). Lo hizo Jesús para que él se arrepintiera de su pecado, y fuera lavado con la sangre de Jesucristo. Pero Judas no se arrepintió. Y si vemos el versículo 27, fue apoderado por Satanás. Y por fin salió a las tinieblas, a la perdición eterna (30). Jesús derramó su sangre en la cruz para lavarnos de todos nuestros pecados. No hay ningún pecado que no pueda ser lavado con la sangre de Jesús. Pero, Judas Iscariote no quiso llevar sus pies sucios y mal olientes ante Jesús. Y Jesús no pudo lavarle los pies. Y Judas Iscariote no tuvo ninguna parte con Jesús.
Pero, oro que el Espíritu Santo nos ayude a tener un corazón humilde y sincero, para que le llevemos a Jesús nuestros pies sucios cada momento y cada día. Oro que sobre esta relación con Jesús podamos agradar a Dios con todo lo que hagamos en la obra de salvación y en nuestra vida personal. Amén.
II. Vosotros también hagáis (12-35)
Vamos a ver los versículos 12-14a. Después que les hubo lavado los pies Jesús, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: “¿Sabéis lo que os he hecho?” Y les explica ‘qué fue lo que hizo’, y ‘por qué lo hizo’.
Primero, en los versículos 13 y 14a dice Jesús: “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies…” ¿Quién es Jesús? Él es el Señor y el Maestro. Y ¿qué hizo? Lavó los pies de sus discípulos. Aquí podemos ver ‘la humildad, la paciencia, el trabajo y el amor de Jesús’. ¿Qué tan asombrosa es la humildad de Jesús? En el mundo los políticos y los ricos se enaltecen sobre sus subordinados y sus empleados. Y los menosprecian, los ponen a trabajar como esclavos, les insultan, les golpean y no les pagan de manera justa. Los grandes y poderosos del mundo maltratan a los pequeños y débiles, como si fueran menos que aun la mugre de sus pies. Pero, Jesús es el Señor de señores y el Maestro de todo el universo, no el presidente de un país, ni el dueño de una empresa. Y siendo tan grande y poderoso, se humilló, y lavó los pies de sus discípulos. ¿Quién se habría imaginado esto, y quién podría ente
Juan 2018 (17)
Palabra/ Juan 12:1-19
V.C./ Juan 12:14,15
El Rey montado sobre un asnillo
“Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: No temas, hija de Sion; He aquí tu Rey viene, Montado sobre un pollino de asna.”
En la palabra que vamos a escuchar ahora sale la hermosa historia de lo que hizo María a Jesús. ¿Qué hizo ella para Jesús? ¿Por qué lo hizo? Y ¿cómo lo aceptó Jesús?
Pero, la historia más hermosa y maravillosa es de Jesús. ¿Quién es él? Y ¿cómo vino al mundo Jesús? Al oír esta palabra, podemos entender que Jesús es digno de lo que hizo María. Más bien, lo que hizo María para Jesús, y todo lo que hemos entregado a Jesús no es nada para él. Oro que a través de esta palabra conozcamos a Jesús más profundamente, y sigamos derramando todo lo de nosotros en sus pies, y seamos utilizados preciosamente en su obra de salvación. Amén.
I. María ungió los pies de Jesús (1-11)
Vamos a ver el versículo 1. Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania. En esa pascua, después de haber comido la última cena con sus discípulos, sería Jesús arrestado y condenado. Y el siguiente día sería crucificado. Jesús iba en rumbo a Jerusalén para ser sacrificado por nuestros pecados. Y antes de entrar en Jerusalén, vino Jesús a Betania. Allí estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de los muertos, como estudiamos la semana pasada.
Y si vemos el versículo 2, le hicieron una cena. Porque estaban muy agradecidos con Jesús por haber devuelto la vida a Lázaro. Marta servía. Ella habría preparado chiles en nogada, espagueti con carne molida, arroz en salsa roja y rica horchata. Y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con Jesús. Él muy emocionado les contaría su experiencia de haber muerto y resucitado: “Yo sufría mucho por la enfermedad. Pero de repente ya no sentía dolor, y salí de mi cuerpo. Y empecé a caminar hacia la luz que venia del cielo. No sé cuánto tiempo. Pero de repente oí la voz de Jesús, que clamaba: “¡Lázaro, ven fuera!” Y me desperté. Pero no podía moverme, porque estaba atado, vendado y envuelto. Y como pude, me levanté, y brincando, salí del sepulcro. Así me resucitó Jesús.” Y al oír el testimonio de Lázaro, todos se maravillarían, y creerían en Jesús. La cena estaba llena de emoción y gozo.
Pero, aconteció algo que perturbara ese ambiente. Miren el versículo 3. “Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.” ¿Qué fue lo que hizo María? Ella trajo una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio. Una libra equivale a 453.6 gramos. De perfume sería una libra como medio litro. Y en esta palabra dice que ese perfume era de mucho precio. Si vemos el versículo 5, Judas Iscariote calculó que sería ‘de trescientos denarios’. ¿Qué tan grande era la cantidad de trescientos denarios? Cuando estudiamos la alimentación de cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños (Mateo 14:21), decía Felipe que necesitarían ‘doscientos denarios’ para darle a la multitud algo de comer. Entonces, con trescientos denarios podrían comer bien esa gran multitud.
Y en aquel tiempo un denario era el salario de un día de un jornalero. Entonces, para juntar trescientos denarios un jornalero tendría que ahorrar todo lo que ganara, sin gastar para nada, ni un chicle, durante todo el año, trabajando de lunes a sábado. Pero, los consultores financieros recomiendan ahorrar un 10% de lo que gana uno. Si fuera así, un jornalero tardaría diez años para ahorrar trescientos denarios. Pero, María, siendo mujer, y en esa sociedad paternal, no podría trabajar como jornalera. Entonces ella ahorraría lo que sobraba de las compras de despensas, o lo que ganaba, ayudando a las vecinas. Y de esta manera ella habría tardado casi toda su vida para ahorrar esa cantidad de perfume de mucho precio.
Y ¿para qué lo habría ahorrado ella? Esa gran cantidad de dinero no era simplemente para alguna emergencia. Más bien ella lo habría ahorrado, pensando en su futuro: para sus bodas, para su hogar, para poner un negocio, etc. En ese perfume ella no sólo ahorraba dinero, sino depositaba todos sus sueños y planes del futuro.
Pero, con ese perfume María ungió los pies de Jesús. Ella derramó en los pies de Jesús todo lo que ella había ahorrado durante toda su vida, junto con todos sus sueños y planes del futuro. Además, ella enjugó los pies de Jesús con sus cabellos. Para las mujeres los cabellos son su honra y gloria (1 Corintios 11:15). Por eso dedican tanto dinero y tiempo a arreglar sus cabellos. Pero María utilizó sus cabellos para limpiar los pies de Jesús. Ella entregó su honra y gloria a los pies de Jesús. Es realmente sorprendente lo que hizo ella a Jesús.
Entonces, ¿por qué lo habría hecho ella? Por supuesto que estaba agradecida con Jesús, porque salvó la vida de su hermano. Pero, por eso le hicieron una cena. Y si fuera sólo por agradecimiento, María habría vendido una cierta parte de su perfume, y le habría dado a Jesús el dinero para su viaje de predicación. Pero, ¿qué fue lo que hizo ella? María derramó en los pies de Jesús todo el perfume de gran precio, lo cual habría ahorrado durante toda su vida, depositando en él todos sus sueños y planes del futuro. Y los enjugó con sus cabellos, los cuales eran su honra y gloria. Lo que hizo ella a Jesús no era simplemente por agradecimiento, sino su corazón ardía por amor y adoración a Jesús. Porque a través de la resurrección de Lázaro ella vio la gloria de Jesús, el Hijo de Dios, y entendió su gracia de salvación.
En el capítulo anterior vimos que María sabía que Jesús amaba a ella y a sus hermanos. También creía que Jesús tenía poder para sanar enfermos. Y, según Marta, creían que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios (Juan 11:27). Pero, ellos no tenían ni menor idea de qué se trataba que Jesús era el Hijo de Dios. Pero, cuando Jesús resucitó a Lázaro, quien llevaba cuatro días en el sepulcro y hedía ya, María vio la gloria del Hijo de Dios. ¿Quién de los hombres puede resucitar a un hombre muerto que hiede ya? Ningún ser humano lo puede hacer, sino sólo Dios Todopoderoso. Y Jesús lo hizo. En ese momento vio María que Jesús no era un ser humano, sino Dios Todopoderoso mismo, quien vino al mundo en forma de hombre.
Y meditaría María sobre la palabra que le había dicho Jesús a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” A través de esta palabra ella entendería ‘para qué vino el Hijo de Dios al mundo en forma de hombre’. La semana pasada aprendimos que por el pecado el hombre fue condenado y sometido a la muerte: la muerte física, la muerte espiritual y la muerte eterna. También aprendimos que Jesús cargó todos nuestros pecados en su cuerpo, y sufrió los tres tipos de muerte en lugar de nosotros. Por eso Jesús nos puede dar la resurrección y la vida. Jesús nos da el perdón de pecados y la reconciliación con Dios. Y él nos hará vivir eternamente en el reino de Dios. María entendería este misterio de la salvación de Jesucristo. Y cuando ella entendió que Jesús era el Hijo de Dios, igual a Dios Todopoderoso, y él vino al mundo para darnos la resurrección y la vida, ardería su corazón por amor y adoración a Jesús. Ella llegó a amar a Jesús con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza. Por eso ungió los pies de Jesús con el perfume, con todo lo que ella tenía. Y hasta entregó ella misma a los pies de Jesús. Y la casa se llenó del olor del perfume.
Pero, vamos a ver los versículos 4 y 5. Dijo uno de los discípulos, Judas Iscariote: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?” Esta palabra suena como que él se preocupara de los pobres. Pero en el versículo 6 dice que él dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa de la ofrenda, sustraía de lo que se echaba en ella. Al ver el perfume de mucho precio derramado en los pies de Jesús, lo primero que pensó Judas Iscariote era ‘el dinero’. Con su boca él hablaba de los pobres. Pero dentro de sí diría: “¡Caray, si ella hubiera dado esos trescientos denarios en ofrenda, yo habría sacado treinta denarios, o hasta más! ¡Qué desperdicio!”
Aquí podemos ver el contraste entre María y Judas Iscariote. A través de la señal de la resurrección de Lázaro, María vio la gloria de Jesús, el Hijo de Dios, igual a Dios Todopoderoso. Y meditando sobre la palabra de Jesús, entendió que el Hijo de Dios vino al mundo para darles a los hombres la resurrección y la vida. En cambio, Judas Iscariote era uno de los doce apóstoles de Jesús, y le seguía todo el tiempo. Pero, nunca llegó a conocer quién era Jesús verdaderamente. Y María amaba y adoraba a Jesús con todo su corazón y con toda su fuerza, derramando en sus pies todo el perfume que tenía, y entregándose a sí misma a los pies de Jesús. En cambio, Judas Iscariote amaba el dinero, y a sí mismo. Y le criticaba a María, quien amaba y adoraba a Jesús con todo. Él, como dice el versículo 4, por fin llegó a entregarle a Jesús a los líderes religiosos por treinta piezas de plata. Y luego por la acusación del diablo se ahorcó, sin conocer a Jesús, ni creer en él.
Y en esta palabra podemos ver a otros hombres similares a Judas Iscariote, en contraste de María. Eran los líderes religiosos. Si vemos Juan 11:47, cuando Jesús resucitó a Lázaro, algunos fueron a los fariseos, y se lo dijeron. Entonces los principales sacerdotes y los fariseos dijeron: “¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales.” Ellos sabían que Jesús hacía muchas señales. Entonces, ¿qué tenían que hacer? Tenían que creer que Jesús era el Hijo de Dios, y arrepentirse. Pero, viendo las señales que hacía Jesús, no creyeron en él. Y lejos de creer en Jesús, ellos acordaron matarle (Juan 11:53). Además, en los vers
Juan 2018 (15)
Palabra/ Juan 10:1-18
V.C./ Juan 10:11
Jesús, el buen pastor
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.”
Hoy nos habla Jesús la parábola ‘el pastor y las ovejas’. A través de esta parábola nos hace ver Jesús ‘cómo nos ama él’, y ‘cómo debemos seguirle a él’.
También dice: “Yo soy la puerta”, y “Yo soy el buen pastor.” ¿Qué significa esta palabra? ¿Qué hizo Jesús por nosotros, y qué nos ha dado? Oro que a través de esta palabra conozcamos la gracia de nuestro Señor Jesucristo más profundamente, y le sigamos con profunda confianza y amor. Y oro que aceptemos el corazón de Jesús, que dice: “aquellas también debo traer”, y nosotros vayamos a traer las ovejas de Jesús a su redil. Amén.
I. La parábola del pastor y las ovejas (1-6)
Vamos a ver los versículos 1 y 2. “De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.” Aquí habla Jesús de ‘cómo entran en el redil de las ovejas ladrón y salteador, y el pastor respectivamente’. En esta parábola las ovejas se refieren a los hombres. El pastor es Jesús. Y ladrón y salteador son todos aquellos que se les acercan a las ovejas con mala intención. En aquel tiempo los líderes religiosos oprimían a la gente con la ley, buscando su propio beneficio, poder y alabanza de los hombres. Hoy en día falsos profetas y falsos Cristos se le acercan a la gente para sacarle dinero o saciar su codicia, aprovechándose de ella. Todos estos son ladrones y salteadores. Y ellos se les acercan a las ovejas de manera indebida, es decir, por medio de mentiras, engaños e hipocresía. Algunos ladrones le enseñan a la gente, diciendo: “Las bendiciones de Dios son mucho dinero y buena salud, para que lo disfruten. Y para recibir estas bendiciones tienen que ofrendar.” Y otros salteadores predican, diciendo: “Dios ya nos perdonó. Ahora podemos vivir, haciendo lo que queremos. Esto es la libertad.” Pero, Jesús nuestro pastor vino a nosotros de tal manera como debe de ser, es decir, por medio de la verdad. Si vemos Mateo 4:17, cuando Jesús comenzó a predicar, dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” Jesús vino al mundo para darnos el reino de los cielos. Y para entrar en el reino de Dios el hombre tiene que arrepentirse de sus pecados, y recibir el perdón. Sin arrepentimiento, y sin recibir el perdón de pecados, el hombre nunca jamás puede entrar en el reino de Dios, ni recibir salvación. Jesús vino al mundo, y predicó esta verdad del evangelio. Porque somos sus ovejas, y él nos ama a nosotros.
Y ¿cómo nos ama Jesús? Miren el versículo 3. “A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.” Entrando en el redil de las ovejas, el pastor no grita, diciendo: “¡Bola de ovejas, afuera!” El pastor llama a cada una de sus ovejas ‘por nombre’. El pastor no llama a sus ovejas ‘por grupo’, ‘de manera colectiva’, sino ‘una por una’, ‘de manera individual’. “Blanquita. Te manchaste la patita. ¿Por dónde andabas? Orejona. ¿Hoy me vas a hacer caso? Comelona. Mírate. No deberías comer tanto ya. Molona. Ya no muerdas las patitas de otras.” El pastor conoce a cada una de sus ovejas: las características de su apariencia, su carácter, sus gustos, su fortaleza, su debilidad, etc. Y, esto significa que él ama y aprecia a cada una de ellas. Si vemos Lucas 15:4-7, Jesús refiere ‘la parábola de una oveja perdida’. En la parábola el pastor tiene cien ovejas. Y se le pierde una. Entonces, ¿qué hace? Él no se queda sentado, diciendo: “Es una de las cien. Aún tengo noventa y nueve.” El pastor deja las noventa y nueve, y va tras la oveja perdida. Porque él la conoce, y la ama. Si se perdiera otra, también haría lo mismo. Y al hallarla, se goza grandemente. El pastor conoce a cada una de sus ovejas, y la ama y la estima en gran manera.
De esta manera nos ama a nosotros Jesús nuestro pastor. Jesús conoce a cada uno de nosotros, y lo llama por nombre. Jesús conoce nuestra apariencia, nuestro carácter, nuestro testimonio de vida, nuestra fortaleza y nuestra debilidad. Jesús sabe qué carrera es la mejor para cada quien, qué tipo de trabajo es bueno, quién es su ayuda idónea, dónde es mejor para servir la obra de Dios, etc. A veces nos sentimos solos, porque nos damos cuenta de que aun las personas más cercanas de nuestro alrededor no nos entienden. Pero Jesús nos conoce mejor que nadie, aun mejor que nosotros mismos. Por eso en Salmos 139:2 y 3 dice: “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos.” En el mundo hay miles de millones de personas. Y en UBF hay muchos siervos de Dios. Y me he preguntado: “¿A mí me conocerá Jesús?” Pero, esta palabra dice que Jesús me conoce a mí, y me llama por nombre. Jesús me ama, y me aprecia.
Entonces, ¿cómo deberíamos seguirle a Jesús? Vamos a ver el versículo 4. “Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.” El pastor va delante de sus ovejas. Porque el pastor sabe que ellas le siguen. Si no le siguen, es porque no son sus propias. En Juan 8:47 dijo Jesús: “El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.”
Y las ovejas le siguen a su pastor, porque conocen su voz. ¿Ya han visto el video que nos mandó la pastora Gaby, titulado ‘Ovejas escucha sólo al pastor’? En ese video tres extraños intentan llamar a las ovejas, imitando el llamado del pastor. Pero, las ovejas no les hicieron caso, como si no hubieran oído nada. Pero, cuando su pastor las llamó, de inmediato empezaron a balar, y venir hacia su pastor. Y le seguían por dondequiera, porque conocían su voz. Ellas saben que, si le siguen, están protegidos de todo peligro: el ataque de lobos, la caída en hoyos o de barrancas, etc. Las ovejas saben que, si siguen la voz de su pastor, él las guía a delicados pastos y a aguas de reposo. Las ovejas conocen la voz de su pastor, y le siguen.
Así tenemos que seguirle a Jesús nuestro pastor. Jesús nos guía por medio de la verdad de la palabra de Dios. Jesús nos llama por nombre. Jesús nos conoce a nosotros mejor que nosotros mismos, y ama a cada uno de nosotros. Y Jesús nos guía por el mejor camino. Yo he seguido la voz de Jesús mi pastor durante treinta y tres años. Jesús me ha guiado conforme a la verdad de Dios. Él me ha disciplinado, y me ha enseñado humildad y fe. Y me ha utilizado en la obra de la misión mundial. También me ha alimentado y vestido junto con mi familia. Y me ha llenado de sus bendiciones. Yo conozco la voz de Jesús mi pastor. Por eso le sigo. Oro que cada día experimentemos a Jesús nuestro pastor, y lo conozcamos. Oro que con profunda confianza y amor le sigamos, y seamos guiados por él por el mejor camino. Amén.
II. Jesús, el buen pastor (7-18)
Ahora en los siguientes versículos nos enseña Jesús: ‘quién es él’, ‘qué hizo por nosotros’ y ‘qué nos ha dado’.
Primero, Jesús es la puerta. Vamos a ver el versículo 7. “Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.” ¿Qué significa que Jesús es la puerta? Para empezar, ¿qué es la puerta? Si un muro no tiene la puerta, no hay acceso al otro lado. Así que la puerta es ‘el acceso y el camino’.
Y ¿a qué es la puerta Jesús? Jesús es la puerta al Padre Dios, y a la salvación y la vida eterna que hay en Dios. A través del templo de Jerusalén nos enseña esto Dios de manera visual. En el templo de Jerusalén había el Lugar Santo y el Lugar Santísimo, y un velo en medio que separaba estos dos lugares. En el Lugar Santo los sacerdotes ejercían su oficio para servir a Dios. Pero en el Lugar Santísimo había el arca del pacto, que simbolizaba la presencia de Dios. Y allí sólo el sumo sacerdote, sólo una vez al año y sólo con la sangre de animales de sacrificio podía entrar. En Hebreos 9:8 dice que con esto el Espíritu Santo daba a entender que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo. Pero nuestro Señor Jesucristo derramó su sangre en la cruz por todos nuestros pecados. Y con su sangre entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, abriéndonos el camino, haciéndose la puerta al Padre Dios. En Mateo 27:51 dice que, cuando murió Jesús en la cruz por nosotros, derramando su sangre, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Así abrió Jesús la puerta, el camino a Dios, y a la salvación y la vida eterna en Dios. Por eso en Juan 14:6 dice Jesús: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”
Entonces, ¿qué tenemos que hacer, y qué recibimos por medio de Jesús? Miren los versículos 9 y 10. “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Jesús fue crucificado por nuestros pecados, y se hizo la puerta al Padre Dios. Y lo que debemos hacer es ‘entrar por él’. ¿Qué significa ‘entrar por Jesús, quien es la puerta al Padre Dios’? Es creer que Jesús cargó todos nuestros pecados en él, y fue crucificado, y derramó su sangre, su vida en la cruz. Entonces Dios nos da el perdón de pecados, la salvación y la vida eterna. Pero, aunque Jesús derramó su sangre, y se hizo la puerta al Padre, si el hombre no entra por Jesús, no puede ser salvo. Si no se arrepiente de sus pecados y no cree en Jesús, aunque ahí está la puerta al Padre Dios, no puede ser salvo el hombre, sino será condenado.
Y, después de entrar por Jesús y ser salvos, entrando y saliendo, es decir, viviendo en Jesús, podemos hallar pastos y tener la vida en abundancia. En el capítulo 8 de este evangelio aprendimos que, si le seguimos a Jesús, tenemos la luz de la vida (Juan 8:
Juan 2018 (14)
Palabra/ Juan 9:1-41
V.C./ Juan 9:3
Jesús abrió los ojos del ciego
“Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.”
En esta palabra salen varias personas: el hombre que había nacido ciego, los discípulos de Jesús y los fariseos. Y todos ellos eran ciegos. Los discípulos de Jesús eran ciegos espiritualmente, y no podían ver a Dios, ni su voluntad, ni sus obras. Pero, Jesús les abrió los ojos espirituales para que vieran la voluntad de Dios, y les enseñó cómo podrían hacer las obras de Dios. Y los fariseos también eran ciegos espiritualmente. Ellos no podían ver las señales de Jesús, tampoco que Jesús era el Hijo de Dios. Porque ellos tenían su propia idea legalista. Sobre todo, porque ellos eran tan soberbios y tercos que no querían ver la realidad, ni arrepentirse. Y permanecieron en su pecado. Pero, al hombre que había nacido ciego le abrió Jesús no sólo los ojos físicos, sino también los espirituales. Él pudo ver a Jesús el Hijo de Dios, creyó en Jesús y fue salvo.
Y ¿nosotros? ¿Vemos, o somos ciegos? Oro que a través de esta palabra Jesús nos abra los ojos espirituales para que podamos ver la voluntad de Dios para nuestras vidas, y obedecerla. Amén.
I. Jesús les abrió los ojos a sus discípulos (1-7)
Vamos a ver el versículo 1. Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Cuando nació él y abrió los ojos, vieron sus padres que sus ojos eran opacos, no cristalinos como los de otros niños. Y ¿cómo habría sido su vida, siendo ciego? ¿Han visto cómo se alborota de alegría Dania, al ver a sus papás o a la pastora Ester? Pero él no podía interactuar con otros a través de la vista. Y cuando empezó a gatear y luego a caminar, siempre andaría con chipotes y heridas, porque no veía. Y al llegar a la edad de estudiar y trabajar, él no podía hacer nada. Por eso se sentaba en la calle, y mendigaba (8). Su vida era miserable.
Y miren el versículo 2. Al verlo, le preguntaron los discípulos a Jesús, diciendo: “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” En esta pregunta podemos ver las ideas que tenían los discípulos acerca de las desgracias y de Dios. Ellos pensaban que las desgracias de la vida eran castigos por pecados. Y Dios era quien vigilaba a los hombres, y los castigaba. Entonces, si ese hombre había nacido ciego por castigo de Dios, no le quedaba otra, sino sufrir de por vida. Y lo único que podían hacer los discípulos era preguntar, diciendo: “Miserable hombre. ¿Quién tendrá la culpa para que haya nacido ciego?”
Pero, vamos a ver el versículo 3. Respondió Jesús: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.” Jesús dijo tajantemente que no era que alguien pecó, y Dios castigó al hombre, y por eso nació ciego, sino que Dios tenía su buena voluntad en su vida, que era manifestar sus obras en él. A través de esta palabra Jesús les abrió a sus discípulos los ojos espirituales. Jesús les hizo ver que Dios permitía las desgracias de la vida para manifestar sus obras en ellas. Jesús les enseñó que en las desgracias tenía Dios su buena voluntad, y por ende ellas tenían un significado y propósito en Dios. Los discípulos no conocían a Dios, ni sabían su voluntad. Por eso eran ciegos espiritualmente. Su pensamiento era legalista, fatalista, triste y oscuro. Y sólo buscaban ‘el culpable’. Pero Jesús les abrió los ojos espirituales, y les hizo ver a Dios y su buena voluntad en las desgracias de la vida.
Los hombres que no conocen a Dios son ciegos espiritualmente como los discípulos. Cuando a ellos les pasa algo malo, dicen: “¿Por qué a mí me pasó esto? ¿Qué hice mal? ¿Qué he hecho para merecer esto? ¿Por qué me castiga Dios? Me abandonó Dios.” Su manera de pensar es legalista, fatalista y oscura. Pero, en esta palabra Jesús nos hace ver que Dios no es vigilante, ni castigador, y las desgracias de la vida no son castigos por pecados, sino Dios quiere manifestar sus obras en ellas.
Sobre todo, a través de esta palabra Jesús me abrió los ojos, y me hizo ver la voluntad de Dios hacia nuestras vidas. Como ya sabemos todos, en estas últimas dos semanas hemos sufrido por causa de la cuestión del noviazgo y del deseo carnal. De hecho, estos pecados nos han afligido durante mucho tiempo. Pero, ¿por qué hemos batallado tanto por estos problemas? Es porque no vemos la voluntad de Dios hacia nuestras vidas. Dios no nos ha llamado para que vivamos ‘una pequeña vida’, buscando el placer de andar en noviazgo o el placer carnal. Tampoco nos ha llamado Dios para que busquemos sólo buenas calificaciones, o un buen trabajo, o un matrimonio feliz. Si tenemos solamente estos pequeños deseos, nos alegramos y nos entristecemos por estas pequeñas causas.
Pero, vivir esta pequeña vida no es la voluntad de Dios hacia nosotros. Si vemos Génesis 12:1-3, llamó Dios a Abraham, diciendo: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” Dios llamó a Abraham para que fuera la bendición para todas las familias de la tierra. Y esto es la voluntad de Dios también para con nosotros. Dios quiere que llevemos la bendición de Dios en Jesucristo a todos los hombres de la tierra. Y en Jeremías 1:5 dijo Dios: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” Esto es la voluntad de Dios hacia nosotros, que seamos maestros de la Biblia para todas las naciones. También en Mateo 28:19 y 20 dijo Jesús: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Dios desea que seamos hacedores de discípulos, pastores y maestros de la Biblia para todas las naciones.
Por tanto, los que están afligidos, tristes y desesperados por la cuestión del noviazgo y del placer carnal, o por las pequeñas cosas del mundo, deben arrepentirse no tanto de estos pecados, sino de ‘no tener la gran visión de Dios’. Necesitamos abrir nuestros ojos espirituales para ver esta voluntad de Dios para nuestras vidas y obedecerla. Oro que Jesús nos abra los ojos espirituales para que podamos ver la voluntad de Dios hacia nuestras vidas. Oro que todos aceptemos la gran visión de Dios, y seamos excelentes maestros de la Biblia y hacedores de discípulos de México y del mundo, y vivamos una vida que le agrada a Dios.
En lo anterior aprendimos que Jesús les abrió a sus discípulos los ojos espirituales, y los hizo ver la voluntad de Dios. Y en los versículos 4-7 Jesús les enseñó cómo podrían hacer las obras de Dios. Vamos a ver los versículos 6 y 7. “Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.” Aquí notamos que Jesús abrió los ojos del ciego de una manera extraña y poco higiénica. Jesús podía hacerlo sólo con su palabra, o acaso tocando sus ojos, y ya. Pero, ¿por qué utilizaría la saliva y la tierra? ¿Tendrán algún poder especial la saliva de Jesús y la tierra de Israel? En los estudios de esta palabra algunos dijeron que sí. Pero no es así. El que le abrió los ojos al ciego no era la saliva de Jesús, ni la tierra de Israel, sino Dios. Dios el Creador todopoderoso hizo sus obras en él. Pero, Jesús quería enseñarles a sus discípulos cómo podrían ser utilizados en las obras de Dios. Ellos pudieron ver la voluntad de Dios a través de la palabra de Jesús. ¿Ahora qué? ¿Cómo podrían abrir los ojos del hombre ciego? A ellos les enseñó Jesús que, si tuvieran fe en Dios, con lo que tenían, aun con la salva y la tierra, podrían hacer las obras de Dios. Por eso de esa manera extraña le abrió los ojos al hombre ciego.
En esta palabra aprendimos que las desgracias de la vida no son castigos por pecados, ni mala suerte. Dios es el Soberano, y las permite para manifestar sus obras en ellas. Y si tenemos fe en Dios, y desafiamos con lo que tenemos para hacer las obras de Dios, Él mismo hace sus obras por medio de nosotros.
Especialmente hoy vimos qué es la voluntad de Dios para con nosotros. Dios no quiere que vivamos una pequeña y miserable vida, alegrándonos y llorando por las pequeñas causas. Dios quiere que aceptemos su gran visión para nuestras vidas, y seamos excelentes maestros de la Biblia y hacedores de discípulos para todos los universitarios de México y del mundo. La voluntad de Dios es que el motivo de nuestro gozo y dolor sea la visión de Dios, no las pequeñas cosas del mundo. Y, aunque no tenemos gran cosa para hacer estas obras de Dios, si tenemos fe en Dios todopoderoso, y desafiamos con lo que tenemos, Dios mismo hace sus obras por medio de nosotros, y manifiesta su gloria. Oro que Jesús nos ayude a ver esta voluntad de Dios cada momento, y a tener fe en Dios todopoderoso, y a hacer sus obras para su gloria. Amén.
II. ¿Crees tú en el Hijo de Dios? (8-41)
Vamos a ver los versículos 8-12. Cuando el hombre que había sido ciego regresó del Siloé, viendo, surgió una discusión entre los vecinos, que antes le habían visto que era ciego. Ellos no le podían reconocer. No sólo porque tenía él sus ojos abiertos, cristalinos y brillantes, sino también porque tenía su semblante gozoso y resplandeciente, en lugar de esa sombra de tristeza y desesperanza.
Pero, si vemos los versículos 13 y 14, la cuestión es que era día de reposo, cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. Según los judíos, Jesús había hecho el trabajo de albañilería, y había sanado al hombre en
Juan 2018 (13)
Palabra/ Juan 8:12-59
V.C./ Juan 8:31,32
La verdad os hará libres
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
En esta palabra dice Jesús: “Yo soy la luz del mundo.” Pero los judíos decían que su testimonio no era verdadero. Por eso Jesús les enseñó quién era él, y qué hizo para resplandecer al mundo con su luz de la vida.
También les dijo Jesús: “La verdad os hará libres.” Pero dijeron que ellos eran linaje de Abraham, y nunca habían sido esclavos de nadie. Por eso Jesús les hizo ver que ellos eran esclavos del pecado, e hijos del diablo. Y les enseñó quién era él, y cómo podrían ser libres del pecado, y tener vida eterna.
Oro que en este tiempo el Señor nos ayude a ser sinceros y humildes delante de él, no como los judíos hipócritas y soberbios. Oro que creamos en Jesús y permanezcamos en su palabra, y tengamos la luz de la vida, la libertad y la vida eterna. Amén.
I. Yo soy la luz del mundo (12-30)
Vamos a ver el versículo 12. “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” En esta palabra primero podemos ver que antes que viniera Jesús al mundo, los hombres andaban en tinieblas. ¿Por qué andaban en tinieblas? En Salmos 119:105 dice: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.” La palabra de Dios es la luz para el hombre. Pero, si vemos Génesis 3:4-6, el ser humano desechó la palabra de Dios, desobedeciéndola. La mujer fue tentada por el diablo, y quería ser como Dios, juzgando el bien y el mal por sí misma, sin Dios. Por esa soberbia desechó la palabra de Dios, y también hizo a su marido desobedecerla. Y, ¿resultó lo que esperaban el hombre y la mujer? ¿Tuvieron su propia luz, y fueron iluminados? Lejos de tener su propia luz, ellos cayeron en tinieblas y en sombra de muerte (Isaías 9:2). En Romanos 1:21 dice: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” El hombre y la mujer habían conocido a Dios. Pero no le respetaron como a Dios, ni le dieron gracias. Más bien se hicieron vanidosos y soberbios. Y llegaron a ser necios, y su corazón cayó en densa oscuridad.
Entonces, ¿qué tan necios se volvieron los hombres, y cómo viven en tinieblas y en sombra de muerte? En lugar de adorar a Dios glorioso e incorruptible, adoran a hombres y animales. Los hombres que no tienen la palabra de Dios adoran a los falsos Cristos, entregándoles su dinero y su corazón, y obedeciéndoles todo lo que les dicen. Y la gente adora a los futbolistas famosos, a los cantantes, a los actores, etc. A esos ídolos les entregan su mente, tiempo, dinero y corazón. Una mujer adoraba a su marido, hasta lavándole los pies. Pero se dio cuenta de que él la engañaba, y ella se volvió loca, y pasaba todo el tiempo, diciendo: “No se lo merecía.” Los jóvenes adoran a su novio o a su novia. Su mente y su corazón están ocupados por esos ídolos. Y la gente dice: “El dinero es mi dios.” También adoran el poder y la fama. Para esos ídolos ellos hacen lo que sea. Pero, adorando estas cosas, el ser humano nunca jamás puede obtener verdadera satisfacción y felicidad. En Juan 4:24 dice Jesús: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” El hombre es un ser espiritual, porque fue creado conforme a la imagen de Dios. Y sólo Dios, quien es Espíritu, puede darle al hombre verdadera satisfacción y felicidad. Pero aquellos que desechan la palabra de Dios, se vuelven tan necios que adoran a los ídolos, y viven con esa hambre y sed interior que nunca pueden saciar.
Y en tinieblas los hombres se entregan a pasiones vergonzosas e inmundicia, deshonrando sus propios cuerpos. Vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto (Efesios 5:12). Especialmente en Romanos 1:26 y 27 dice que el homosexualismo es pecado vergonzoso. También en 1 Corintios 6:9 dice que ni los afeminados ni los homosexuales heredarán el reino de Dios. Pero aquellos que desechan la palabra de Dios, caen en tinieblas, y no pueden ver qué es el bien y qué es el mal. Y andan insistiendo que el homosexualismo es el derecho humano, y es correcto.
También los que andan en tinieblas hacen cosas que no convienen. Contaminar el medio ambiente no nos conviene. Pero los hombres entenebrecidos lo han hecho. Ahora ni podemos respirar el aire a gusto, y muchos sufren por falta de agua, y la gente tiene miedo de comer mariscos por micro partículas de plásticos que echaron al mar. Y a los hombres no les conviene maltratar a sus esposas. Porque, si las maltratan, ellas y sus hijos sufren y se enferman, y los hombres no pueden tener familia feliz. Pero los hombres necios lo hacen. Hace diez días la hija menor del dueño de Korean Airline insultó y aventó agua a una persona en una junta de negocio. Por eso se evaporaron cuatro mil millones del valor de acciones de la empresa. Y toda la familia está sometida a la investigación fiscal por importaciones ilegales. La gente que anda en tinieblas no puede ver las cosas que no le convienen. Por eso las hace, y sufre. Y por toda esa maldad son dignos de morir, y sufrir el castigo eterno en el infierno. ¡Qué miserable es el hombre que anda en tinieblas y en sombra de muerte!
Pero, Dios tuvo misericordia de los pecadores, que desecharon la palabra de Dios, y andaban en tinieblas y en sombra de muerte. Y envió a Jesucristo para que resplandeciera a los hombres. Por eso en Mateo 4:16 dice: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció.” Entonces, ¿quién es Jesús, y qué hizo para resplandecer a los que andan en tinieblas y en sombra de muerte?
Primero, Jesús es el Hijo de Dios, igual a Dios. Vamos a ver el versículo 13. Al oír la palabra de Jesús, le dijeron los fariseos que su testimonio no era verdadero, porque él daba testimonio acerca de sí mismo. Entonces en los versículos 14-18 Jesús les respondió, diciendo que él sabía de dónde había venido y a dónde iba. Es decir, Jesús no había venido de sí mismo, sino había venido de Dios, y volvería a Dios. Por eso, si vemos Mateo 3:17, Dios quien le había enviado dio testimonio de Jesús, diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Más bien, si Jesús dijera que no había venido de Dios, eso sería mentira. Sobre todo, miren el versículo 19. Dijo Jesús: “si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.” ¿Cómo puede ser esto? Es porque Jesús es el Hijo de Dios, igual a Dios.
Segundo, Jesús fue levantado, clavado en la cruz, para darnos el perdón de pecados y la reconciliación con Dios. En los versículos 21-27 Jesús les decía una y otra vez que él se iba a Dios, y si ellos no creyeran que Jesús era el Hijo de Dios, el Cristo, morirían en su pecado (21,23,24). Pero ellos no entendían la palabra de Jesús, ni creían en él. Entonces, miren el versículo 28. Les dijo Jesús: “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy.” Nosotros entendemos bien esta palabra. La semana pasada aprendimos que Jesús vino al mundo como el Cordero de Dios. Él quitó el pecado de todos nosotros, lo cargó en su cuerpo y fue castigado y crucificado por nuestros pecados en lugar de nosotros. Así fue levantado Jesús en la cruz. Y por su sacrificio y muerte nos dio el perdón de todos nuestros pecados, y la reconciliación con Dios (Romanos 5:10). Ahora podemos estar en la presencia de Dios, oír su palabra y guardarla en nuestro corazón.
Entonces, ¿qué debemos hacer para que la luz de la vida de Jesucristo resplandezca a nosotros? En el versículo 24 dice Jesús: “si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.” Debemos creer en él. Necesitamos reconocer nuestros pecados y tinieblas, arrepentirnos de ellos y creer que Jesús el Hijo de Dios sin pecado fue crucificado y levantado por nuestros pecados. Y en el versículo 12 dice Jesús: “el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” Después de creer en Jesús, debemos vivir la nueva vida de seguirle a Jesús. Tenemos que amar la palabra de Dios, estudiarla y obedecerla con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón y con toda nuestra fuerza.
Entonces podemos tener la luz de la vida de Jesucristo. A la luz de la palabra de Dios podemos saber el bien y el mal. Y entendemos que nuestro Dios el Creador es el único digno de nuestra adoración, y sólo él nos puede dar verdadera satisfacción y felicidad. Y en lugar de cometer pecados inmundos y vergonzosos, escondidos en la obscuridad, andamos en la luz de Jesús, confesándole nuestros pecados, y lavándonos con su sangre cada momento (1 Juan 1:8,9). Y podemos discernir qué cosas nos convienen y qué no, para alejarnos de las cosas que no nos convienen. Sobre todo, en nuestro Señor Jesucristo tenemos la esperanza de la resurrección y la vida eterna en el reino de Dios.
Alabemos a nuestro Dios y le demos gracias por su gran amor y misericordia, que nos envió a su Hijo Jesucristo, y lo levantó en la cruz para darnos la luz de la vida. Oro que guardemos nuestra fe en Jesucristo firmemente, y le sigamos obedeciendo todas sus palabras. Oro que el Señor nos guarde para que andemos en su luz de la vida hasta que entremos en su reino celestial. Amén.
II. La verdad os hará libres (31-59)
En el versículo 30 dice que, hablando Jesús estas cosas, muchos creyeron en él. Y vamos a ver los versículos 31 y 32. “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” En esta palabra podemos ver un flujo secuencial. Para empezar, ‘permanecer en la palabra de Jesús’ es quedarnos en ella, no
Juan 2018 (12)
Palabra/ Juan 8:1-11
V.C./ Juan 8:11
Ni yo te condeno
“Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.”
Esta palabra es realmente maravillosa, porque en ella podemos ver el mismo evangelio de Jesucristo. Al ver a la mujer que andaba en el pecado de adulterio, podemos entender cómo se encuentra el ser humano esclavizado por el pecado. Y a través de la palabra que le dijo Jesús a la mujer, podemos ver cuán preciosa y maravillosa es la salvación y la nueva vida que nos ha dado nuestro Señor Jesucristo.
Oro que por medio de esta palabra renovemos la gracia de la salvación que nos dio Jesús. Y oro que muchas ovejas con sinceridad y humildad reconozcan su esclavitud en pecados, y reciban la salvación y la nueva vida que Jesús les da. Amén.
I. La mujer adúltera (1-6)
La semana pasada vimos que Jesús enseñaba en la fiesta de los tabernáculos. Y en el versículo 53 del capítulo anterior dice que cada uno se fue a su casa. Ya se acabó la fiesta. Y ¿a dónde se fue Jesús? En el versículo 1 dice que Jesús se fue al monte de los Olivos. Este monte se encontraba al este de Jerusalén, en el valle de Kidrón. Y en él había el huerto de Getsemaní, en donde Jesús se acostumbraba a orar. Después de la fiesta, Jesús no fue a comer y dormir. Ni se fue de vacaciones. Jesús se fue a orar. ¿Con qué título oraría Jesús? En el último y gran día de la fiesta Jesús había invitado a la gente, alzando la voz y diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” Jesús oraría con anhelo para que la gente no sufriera más, tratando de saciar la sed interior con el agua de las cosas mundanales, sino creyera en Jesús, y tuviera verdadera satisfacción y una vida fructífera que le agradara a Dios. Por eso, si vemos el versículo 2, por la mañana volvió Jesús al templo.
Y todo el pueblo vino a él. Ellos habían disfrutado la fiesta, viendo espectáculos, oyendo músicas, comiendo en los puestos y participando en ceremonias religiosas. Pero, después de la fiesta, ellos se darían cuenta de que seguían con ese vacío y sed interior. Y se acordarían la invitación que les había dado Jesús en el último día de la fiesta. Por eso todo el pueblo vino a él al día siguiente por la mañana. Y sentado Jesús, les enseñaba. En esa mañana la palabra de Jesús correría como ríos de agua viva en el corazón de la gente.
Pero, miren el versículo 3. Los escribas y los fariseos interrumpieron ese aire tan pacífico y celestial. Ellos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio. Y poniéndola en medio, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” En Levíticos 20:10 dijo Moisés: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.” También, si vemos Deuteronomio 22:23 y 24, mandó diciendo: “Si hubiere una muchacha virgen desposada con alguno, y alguno la hallare en la ciudad, y se acostare con ella; entonces los sacaréis a ambos a la puerta de la ciudad, y los apedrearéis, y morirán; la joven porque no dio voces en la ciudad, y el hombre porque humilló a la mujer de su prójimo; así quitarás el mal de en medio de ti.” Los escribas y los fariseos sabían esta ley de Moisés. Entonces, ¿por qué no apedrearon a la mujer, al sorprenderla en adulterio, sino la trajeron, y le preguntaban a Jesús qué decía? Miren el versículo 6a. “Mas esto decían tentándole, para poder acusarle.” ¿Qué esperarían ellos que dijera Jesús para poder acusarle? Ellos habían visto que Jesús era misericordioso y compasivo para con la gente. Jesús sanaba a los enfermos en días de reposo, sabiendo que los líderes religiosos querían destruirle por esa causa. La multitud le seguía a Jesús por su amor y misericordia. Entonces, en cuanto a la mujer adúltera, diría Jesús que no la apedrearan. Y podrían acusarle por quebrantar la ley de Moisés. Pero, aunque Jesús dijera que sí la apedrearan, lograrían quitarle la imagen de misericordia y compasión. Además, podrían acusarle ante el gobierno romano, ya que Israel estaba colonizado por Roma, y los israelitas no tenían la autoridad para ejecutar. Aparentemente los escribas y los fariseos buscaban cumplir con la ley de Moisés. Pero en realidad ellos utilizaban la ley de Dios, y la pobre mujer que estaba temblando de vergüenza y miedo, y la misericordia de Jesús para destruirle. Ellos eran tan hipócritas y malvados.
Y miren el versículo 6b. Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. ¿Qué escribiría Jesús? Al pensar en esos líderes religiosos hipócritas y malvados, escribiría Jesús: ‘paciencia’, y ‘que se arrepientan’. Y al pensar en la pobre mujer, escribiría: ‘misericordia’ y ‘salvación’.
Ahora, esta mujer, ¿por qué andaría en el pecado de adulterio? ¿No sabría ella la ley de Moisés? Sí la sabía. Porque todos los niños judíos, en cuanto empezaban a hablar, comenzaban a aprender el Pentateuco. O acaso, ¿no tendría miedo del castigo? Claro que sí habría temido ser descubierta, avergonzada y apedreada hasta morir. Entonces, ¿por qué andaba en el pecado de adulterio, aun después de la fiesta solemne?
Para empezar, ¿cómo llegaría a caer en el pecado? Ella era una mujer casada. Ella tenía a su marido. Pero muy probablemente su marido era un hombre machista. Ella se habría casado, soñando tener un matrimonio feliz, que su marido la apreciara, respetara y amara. Al principio fue así. Pero esa felicidad no duró ni un mes. El hombre le empezó a gritar por cualquier cosa. Le hablaba con grosería, y la humillaba. Luego comenzó a golpearla. Los insultos y golpes se volvieron pan de cada día.
O su marido era el niño consentido de su familia, y egoísta. Aunque trabajaba y ganaba dinero, no aportaba ni un quinto para la casa. Él no le compraba a ella ni un par de zapatos. Y no sabía convivir con sus hijos. Ella tenía que trabajar, hacer quehaceres del hogar y criar a sus hijos.
O quizá su marido era buen hombre. No la humillaba, ni la golpeaba. Tampoco era egoísta. Era trabajador, y aportaba todo lo que necesitara para el hogar. Pero, él no la pelaba. Él era indiferente de ella. Cuando regresaba del trabajo, todo lo que le decía era: “Hola”, y ya. No le daba un abrazo cálido, ni le hablaba. Se encerraba en su cuarto con lo suyo. Y no había comunicación entre los dos.
Ella anhelaba sentirse respetada, apreciada y amada como mujer. Y un día se le acercó un hombre. La verdad él buscaba a una mujer para aprovecharse. Pero para conquistarla él se aparentó amable, cariñoso y considerado. Él le mandaba mensajes por celular cada rato, y le preguntaba cómo se encontraba. Además, le daban regalos: flores, perfumes, bolsas, etc. Y un día él la invitó a salir. Ella se acordaría del mandamiento de Dios. Pero su anhelo de ser amada era tan fuerte que pensaría: “Esta vez, y ya. Será la primera y última vez.” Así aceptó el pecado.
Pero, el verdadero problema llegó después. Una vez cometido el pecado, ella quedó esclavizada por el pecado. El hombre seguía buscándola. Y ella caía una y otra vez en el pecado. Un día ella volvió en sí, y dijo: “No debo seguir en este pecado. Si me llegaran a descubrir, ¡qué terrible sería el castigo!” Pero cada vez que venía la tentación, aunque ella trataba de negar el pecado, dentro de ella surgía una fuerza que la obligaba a pecar. Al principio ella cometió el pecado por su propia voluntad. Pero después ella seguía pecando, obligada por el poder del pecado. Por eso, sabiendo la ley de Dios, y temiendo el terrible castigo para los adúlteros, y con preocupación, miedo y angustia, seguía cometiendo adulterio. Y ese día por fin fue descubierta por los escribas y los fariseos. Ella fue traída y puesta en medio de la multitud. Y se encontraba avergonzada, y a punto de ser apedreada.
A través de esta mujer adúltera podemos entender cómo se encuentra el ser humano esclavizado por el pecado. Todos los hombres caen en el pecado de alguna manera: por medio de los juegos en su infancia, o por curiosidad, o a través de sus compañeros, o por lo que dicen en internet, o contra su propia voluntad, o impulsados por los conflictos en su familia, etc. Pero ese placer del pecado del principio es la carnada del diablo. Una vez cometido el pecado, el hombre queda atrapado y esclavizado por el pecado. Y aunque ya no encuentra ningún chiste en el pecado, y se siente cansado del pecado, no lo puede dejar. Al principio el hombre comienza con el pecado. Pero después el pecado domina al hombre. El apóstol Pablo también lo descubrió, luchando contra su pecado. En Romanos 7:17 y 20 confesó él, diciendo: “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.”
Por eso todos los hombres esclavizados por el pecado tienen que seguir pecando, obligados por el poder del pecado hasta ser descubiertos, avergonzados y castigados. A través del movimiento ‘#MeToo’ hemos visto a numerosos hombres que fueron descubiertos con sus pecados inmundos. Ellos fueron avergonzados y castigados, y su vida quedó arruinada. Pero, aunque no fueran descubiertos los pecados de los hombres en esta vida, lo serán, cuando venga el Señor Jesús a juzgar a los vivos y a los muertos. En aquel día sus pecados inmundos y viles serán descubiertos a plena luz del día, y ellos serán avergonzados y castigados eternamente. Será terrible aquel día, porque ellos no tendrán ninguna oportunidad y esperanza de ser perdonados y salvos, sino serán lanzados en el fuego del infierno para sufrir sin fin.
Todos nosotros entendemos bien esta palabra. Porque lo habíamos vivido. Como esta mujer adúltera, y como todos los hombres, así habíamos vivido esclavizados por el pecado, cometiendo pecados sucios y viles contra nue
Juan 2018 (11)
Palabra/ Juan 7:1-52
V.C./ Juan 7:37,38
Ríos de agua viva
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.”
En esta palabra salen tres tipos de gentes que no conocen la doctrina de Dios, y no creen en Jesús. A ellos les dice Jesús que no podrán entrar en el reino de Dios. Esto quiere decir que serán condenados y castigados en el infierno. Entonces, ¿por qué no conocían ellos la doctrina de Dios? Y ¿quién puede conocer la doctrina de Dios, creer en Jesús y ser salvo?
Pero, a pesar de los pecados de los hombres, los invita Jesús a beber el agua viva que él les da. En esta palabra podemos aprender cómo podemos beber del agua que Jesús nos él, que es el Espíritu Santo. Y vamos a reflexionar en qué sentido es el Espíritu Santo ríos de agua viva que corren en nuestro interior. Oro que tengamos el corazón que pueda conocer la doctrina de Dios y creer en Jesús, para que corran ríos de agua viva del Espíritu Santo en nuestro interior. Amén.
I. El que quiera hacer la voluntad de Dios (1-31)
Vamos a ver el versículo 1. Andaba Jesús en Galilea, y no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle. ¿Por qué querían matarle a Jesús ellos? Si vemos los versículos 19-24, podemos entender la razón. En el versículo 21 dijo Jesús que por una obra que había hecho él, le querían matar los líderes religiosos. Esa obra se refiere a que Jesús había sanado al paralítico del estanque de Betesda. La cuestión es que Jesús lo había sanado en el día de reposo. Y por quebrantar el día de reposo le querían matar (Juan 5:16). Entonces en los versículos 22-24 Jesús les reprende a los judíos. Ellos aun en el día de reposo recibía circuncisión para que la ley de Moisés no fuera quebrantada. Pero, sanar completamente a un hombre era mucho más valioso e importante que recibir circuncisión. Entonces, era irrazonable enojarse con Jesús y procurar matarle por hacer esa obra valiosa e importante en el día de reposo. Y en el versículo 24 les dice Jesús: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.” Esta palabra nos hace recordar lo que dijo Jesús a los fariseos, cuando sanó a un hombre que tenía seca una mano. En Marcos 3:4 les dijo Jesús: “¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla?” En aquel momento también Jesús les estaba diciendo: “Juzgad con justo juicio.”
Pero, los líderes religiosos estaban aferrados a su idea legalista, y juzgaban según las apariencias. Por no hacer nada en el día de reposo ellos se creían justos, y condenaba a Jesús por sanar en el día de reposo, aunque él salvó la vida de un hombre. Ellos no podían entender la voluntad de Dios, y lejos de creer en Jesucristo, le querían matar.
Es increíble, pero verdad que aun hoy en día hay muchos que están aferrados a su idea legalista. Ellos creen que por hacer algunas buenas obras pueden ser justos delante de Dios. Por eso se hacen orgullosos y soberbios, y juzgan y condenan a otros que no las hacen. Este tipo de gente no puede entender la doctrina de Dios, ni creer en el evangelio de Jesucristo. Y serán condenados.
Ahora, vamos a ver los versículos 2-4. Estaba cerca la fiesta de los tabernáculos. Y le dijeron sus hermanos a Jesús: “Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo.” Si vemos hasta aquí, parece ser que ellos le decían esto por él. Pero en el versículo 5 dice que ni aun sus hermanos creían en él. Ellos habían visto las señales de Jesús y su gran poder. Pero, no creían que Jesús era el Hijo de Dios y el Cristo. Quizá porque desde pequeño lo habían visto crecer junto a ellos. Entonces, si no creían que Jesús era el Hijo de Dios, ¿por qué le dirían que se manifestara al mundo? Muy probablemente ellos también tenían la misma ambición mundanal que tenían los discípulos. Si Jesús se manifestara con su gran poder y gloria, y se hiciera el rey, ellos que eran sus hermanos obtendrían grandes privilegios en su reino.
Entonces en los versículos 6-9 les dice Jesús dos cosas. Primero, él trabajaba no conforme a la petición de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios y a su tiempo. Segundo, Jesús les dijo que su obra no era exhibir su poder al mundo para ganar gloria terrenal, sino ayudarles a los hombres a ver sus pecados y a arrepentirse para que fueran salvos. Pero, sus hermanos tenían ambición mundanal, y no podían conocer la voluntad de Dios, ni creer en Jesús.
En el mundo tener ambición es muy natural. Más bien, si los jóvenes no tienen la ambición de ser millonarios, o de conquistar a una chica o a un hombre, o de ganar poder o fama, los miran como bicho raro. Pero en esta palabra podemos ver que tener ambición mundanal y amar las cosas del mundo nos estorba para conocer la palabra de Dios y creer en Jesús. Un joven parecía amar la palabra de Dios. Pero cuando empezó a ganar dinero, unos miles de pesos, se volvió altanero, y dejó la palabra de Dios. Y las muchachas que andan enamoradas de su novio no pueden conocer la palabra de Dios, ni creer en Jesús. Tener ambición y amar las cosas del mundo es pecado del cual debemos arrepentirnos.
Y en los versículos 25-30 sale otro tipo de gente. Si vemos los versículos 25 y 26, cuando Jesús reprendió a los líderes religiosos, decían unos de Jerusalén: “¿No es éste a quien buscan para matarle? Pues mirad, habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrá reconocido en verdad los gobernantes que éste es el Cristo?” Y ¿creyeron ellos en Jesús? No. ¿Por qué no creyeron en Jesús? Miren el versículo 27. “Pero éste, sabemos de dónde es; mas cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde sea.” Lo que dijeron acerca del Cristo no era verdad. Porque en 2 Samuel 7:12 y 13 dijo Dios que del linaje de David levantaría al Cristo. Y en Isaías 7:14 dijo el profeta que de una virgen nacería el Cristo. También en Miqueas 5:2 dice que el Señor saldría de Belén. Y precisamente Jesús nació en la familia de José, quien era descendiente del rey David, y fue concebido por el Espíritu Santo en una virgen, y por la soberanía de Dios nació en Belén. Y, si vemos los versículos 28 y 29, Jesús les declaró, diciendo que él no había venido de sí mismo, sino el único Dios verdadero le había enviado, y de él había procedido. Pero ellos tenían su idea humanista acerca de Jesús. Por eso no conocieron la doctrina de Dios, ni creyeron en Jesús.
Hoy en día también muchos tienen sus ideas humanistas acerca de Jesús. Y dan más crédito a sus ideas que a la palabra de Dios, y no creen en Jesús. Algunos dicen que Jesús nació de un padre judío, y fundó el cristianismo. También dicen que Jesús se casó con María magdalena, y sus descendientes viven en Francia. Otros dicen que la vida de Jesús se acabó con la muerte en la cruz. Por esas ideas ellos están cegados, y no conocen la palabra de Dios, y no pueden creer que Jesús es el Hijo de Dios y Salvador.
Entonces, ¿quién puede conocer la doctrina de Dios y creer en Jesús para ser salvo? Vamos a ver los versículos 10-18. Después que sus hermanos habían subido a la fiesta, Jesús también subió en secreto. Pero a la mitad de la fiesta fue Jesús al templo, y enseñaba. Y se maravillaban los judíos, diciendo: “¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?” Ellos pensaban que Jesús era un simple carpintero (Mateo 13:55,56). Pero al ver que él tenía tantos conocimientos y tanta sabiduría, se asombraron.
Entonces, en el versículo 16 les dijo Jesús: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.” Y miren los versículos 17 y 18. Jesús dice ‘quién puede conocer la doctrina de Dios, y creer en él’. “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.” ‘El que quiera hacer la voluntad de Dios’, esa persona puede conocer que la doctrina de Jesús es de Dios, y creer que Jesús es el Hijo de Dios, el Cristo, y ser salvo. Y el que quiera hacer la voluntad de Dios es aquel que ama a Dios más que cualquier otra cosa del mundo, busca la gloria de Dios y es humilde y está dispuesto para obedecerle a Dios. El que tiene este corazón puede conocer que la doctrina de Jesús viene de Dios, porque Jesús vino a dar a conocer a Dios, y a manifestar la gloria de Dios (Juan 1:18). Y puede creer en Jesús, que él es el Hijo de Dios, el Cristo enviado de Dios. Y por su fe es salvo. Pero, los que no aman a Dios, ni buscan la voluntad de Dios, ni son humildes y sinceros ante Dios no pueden entender que la doctrina de Jesús es de Dios. Ellos están ciegos espiritualmente por su idea legalista, por su ambición mundanal y amor de las cosas del mundo y por su propia idea humanista. Por eso no pueden conocer la palabra de Dios, ni creer en Jesús. Y no pueden ser salvos. Ciertamente conocer la palabra de Dios y creer en Jesús depende de la actitud de corazón de cada uno. Por eso los que no creen en Jesús no podrán justificarse, cuando venga Jesús a juzgar a todos los hombres.
Le agradezco a Dios y le alabo, porque en la conferencia de semana santa varios de nosotros conocieron la palabra de Jesús, y creyeron en él. Es porque ellos aman a Dios, son humildes y sinceros ante Dios y quieren hacer la voluntad de Dios. Oro que todos ellos conserven ese corazón, y sigan creciendo en los conocimientos de la palabra de Dios y en la fe en Jesucristo. Oro que en este año nos envíe Dios a muchas ovejas que tengan este corazón para conocer la palabra de Dios, creer en Jesús y ser salvas. Oro que también vamos a ayudar a nuestras ovejas hasta que se arrepientan y tengan este corazón que ame a Dios y busqu
Juan 2018 (10)
Palabra/ Juan 622-71
V.C./ Juan 6:54
Jesús, el pan de vida
“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
La semana pasada estudiamos que Jesús alimentó a cinco mil hombres con los cinco panes de cebada y los dos pececillos que le trajo Andrés por fe. Entonces, en la palabra que vamos a escuchar hoy la gente buscaba a Jesús para que le siguiera dando panes y peces. Pero, Jesús le dijo que él mismo era el pan de vida. Y aunque la gente no creía en él, Jesús todavía le dijo que tendría que comer su carne y beber su sangre para tener vida eterna.
Nosotros por la palabra de Dios hemos creído en Jesús. Hemos comido la carne de Jesús y bebido su sangre. Pero, oro que a través de esta palabra renovemos nuestra fe en Jesús, y nuestra vida espiritual de comer su carne y beber su sangre cada día. Y oro que en esta conferencia de semana santa las ovejas coman la carne de Jesús y beban su sangre, y tenga vida eterna. Amén.
I. Yo soy el pan de vida (22-46)
Vamos a ver los versículos 22-25. El día siguiente, después que Jesús había alimentado a una gran multitud con tan sólo cinco panes de cebada y dos pececillos, la gente buscaba a Jesús. Ellos habían visto que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. Entonces, ¿dónde podría estar Jesús? Y mientras estaban ellos perplejos, otras barcas procedentes de otro lado arribaron a ese lugar. Ellos habrían de haber oído la señal de Jesús, y también vinieron en busca de Jesús. Y cuando vio la gente que Jesús no estaba allí, suponiendo que estaría con sus discípulos, fueron a Capernaum. Y hallándole allí, le dijeron con mucho gusto: “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?” Ellos buscaban a Jesús, utilizando su razón, discutiendo entre ellos y yendo de un lado a otro. Pero, ¿por qué lo buscaban con tanto esmero y diligencia?
Vamos a ver el versículo 26. Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.” La gente buscaba a Jesús no porque había visto su gran poder y creía que él era el Hijo de Dios, sino porque quería que Jesús le diera otra vez panes y peces hasta saciarse.
Pero, Jesús vino al mundo no para darle al hombre el pan, sino vida eterna (Mateo 4:4). Por eso en el versículo 27 les dijo Jesús: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.” Entonces los hombres le preguntaron: “¿Qué debemos hacer? ¿Qué son las obras de Dios que tenemos que hacer para que nos des esa comida?” (28) Y miren el versículo 29. Jesús les dijo: “Esta es la obra de Dios que creáis en el que él ha enviado.”
Y, ¿entendieron ellos la palabra de Jesús, y creyeron en él? Vamos a ver el versículo 30. “¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?” ¿Acaso no había hecho Jesús ninguna señal para que vieran que él era el Hijo de Dios, y creyeran en él? Jesús había convertido agua en vino en Caná de Galilea (Juan 2:1-11). Jesús había sanado al hijo de un oficial del rey de una enfermedad mortal (Juan 4:43-54). Jesús había levantado al paralítico de Betesda, quien había padecido durante treinta y ocho años (Juan 5:1-18). Y justo el día anterior Jesús había alimentado a cinco mil hombres con cinco panes de cebada y dos pececillos (Juan 6:1-15). Y ellos le estaban pidiendo otra señal para creer en él.
Pero, si vemos el versículo 31, podemos ver qué era lo que realmente ellos le estaban pidiendo a Jesús. “Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.” Ellos no entendieron la palabra de Jesús, ni creían en él, y solamente le seguían pidiendo pan. Como en el tiempo de Éxodo sus padres comieron el maná en el desierto, ellos querían que Jesús les diera pan del cielo, sin que ellos trabajaran en la tierra.
Y ¿qué les dijo Jesús? Miren los versículos 32 y 33. “De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.” El pan que comemos para mantener nuestra vida física proviene de la tierra, de abajo. Y aunque el maná fue dado del cielo, no era el verdadero pan del cielo. Porque el maná también era la comida material que perecía igual que cualquier pan que sale de la tierra. Entonces, ¿por qué les habría dado Dios a los israelitas el maná desde el cielo? El maná es la sombra y figura de Cristo Jesús, quien descendió del cielo, de parte de Dios, y da vida al mundo. Jesús es ‘el verdadero pan del cielo’.
Pero, si vemos el versículo 34, ellos seguían sin entender la palabra de Jesús, y le dijeron: “Señor, danos siempre este pan.” Ellos seguían pensando en el pan para llenar su barriga. Entonces en el versículo 35 les dijo Jesús: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.”
Aquí podemos aprender que hay dos tipos de panes: ‘el pan material de este mundo que perece’, y ‘el pan espiritual del cielo que nos da vida eterna’. La gente que sale en esta palabra buscaba a Jesús por el pan para saciar su estómago. Y no sólo por esto, sino por muchas razones busca la gente a Jesús. Algunos buscan a Jesús para que les ayude con sus problemas financieros. Los que emprenden su negocio le claman a Jesús, diciendo: “Señor, aunque mi principio es pequeño, mi postrer estado sea muy grande.” (Job 8:7) Y otros buscan a Jesús, porque están enfermos, o tienen conflictos en su familia o en su trabajo. También lo buscan para salir adelante en la escuela, o para conseguir una pareja. La gente piensa que, si consiguiera estas cosas, sería satisfecha y feliz. Y por supuesto que Jesús le puede dar todas estas cosas, porque él es Dios el Creador todopoderoso.
Pero, estas cosas son el pan material de este mundo que por fin perece. Al comer este pan, cuando consigue la gente estas cosas que desea, siente satisfacción. Pero esa satisfacción no es espiritual, ni permanece a vida eterna. Todas estas cosas del mundo perecen, y el hombre vuelve a tener hambre y sed en su interior.
En cambio, Jesús es la comida que a vida eterna permanece. Jesús es el verdadero pan del cielo. Él es el pan de vida, el pan espiritual, que le da al hombre vida eterna. Y sólo Jesús le puede dar al hombre verdadera satisfacción y felicidad. El que come este pan, ya no tiene hambre y sed de las cosas mundanales. Con esto podemos saber que, si uno ya ha comido el verdadero pan del cielo, o no.
Ahora, y cada día tenemos que hacernos una pregunta: “¿Qué es lo que buscamos, siguiendo a Jesús? ¿El pan material de este mundo que perece, o el pan espiritual que nos da verdadera satisfacción y vida eterna?” Oro que no seamos necios como la gente de esta palabra y como otros muchos, sino prudentes, y no busquemos el pan material de este mundo que perece, sino el pan que nos da vida eterna, a Jesús mismo. Oro que cada día renovemos este propósito y meta en nuestro corazón, y participemos en la conferencia de semana santa con el deseo de conocer más a Jesús y ganarlo. Amén.
En lo anterior vimos que Jesús le declaró a la gente, diciendo: “Yo soy el verdadero pan del cielo, el pan de vida.” Y ¿cómo fue la reacción de ellos? Si vemos el versículo 36, la gente no creía en Jesús, aunque había visto muchas señales de él. Y lejos de creer, en los versículos 41 y 42 dice que murmuraban de él los judíos, diciendo. “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?” Intencionalmente miraban ellos sólo el aspecto humano de Jesús, y no creía que Jesús había venido del cielo, de parte de Dios para darle al hombre vida eterna.
Hoy en día la gente sigue siendo igual que estos judíos. Una persona hizo entrevista a algunos judíos acerca de Jesús. Y ellos dijeron: “Jesús nació de un padre. Él era un judío. Jesús es el fundador del cristianismo. La gente que no puede pensar por sí mismo depende de Jesús.” La gente no ve las señales que hizo Jesús, sino sólo su aspecto humano, y no cree en él. Entonces, ¿qué les dijo Jesús a aquellos que no creían en él?
II. El que come mi carne y bebe mi sangre (47-71)
Si vemos los versículos 47-51a, Jesús les reiteró, diciendo: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre.”
Y miren el versículo 51b. A la gente que no creía en él le dijo Jesús algo todavía más difícil de creer. “Y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.” Jesús decía que él era el pan de vida, y el que comiera de él viviría para siempre. Y ahora dice que él daría su carne para que el hombre la coma y tenga vida eterna. ¿Qué está diciendo Jesús? ¿Cómo que él daría su carne para que la gente se la coma? Efectivamente, si vemos el versículo 52, los judíos no entendían esta palabra. Ellos contendían entre sí, diciendo: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Ellos pensaban que la palabra de Jesús era en el sentido literal.
Y vamos a ver los versículos 53 y 54. Ahora habla Jesús no sólo comer su carne, sino hasta beber su sangre. “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Y en los siguientes versículos 56-58 Jesús habla otras tres veces más de comer su carne y beber su sangre.
Entonces, ¿significaría esta palabra lit
Juan 2018 (9)
Palabra/ Juan 6:1-21
V.C./ Juan 6:11
Jesús alimentó a cinco mil
“Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.”
¿Qué sería lo que más estresa a los universitarios? Ellos tienen que leer de antemano los temas que van a ver en las clases, hacer tareas, preparar exposición, etc. Pero, lo que más les estresa serían los exámenes. Y estos son pruebas para ver si han adquirido los conocimientos necesarios de las materias.
En esta palabra que vamos a escuchar ahora Jesús le hizo una prueba a Felipe. Jesús quería ver si él tenía lo que Jesús esperaba de sus discípulos. ¿Qué fue el resultado de la prueba? Felipe no lo tenía. Pero Andrés sí. Y con las pocas cosas que le trajo Andrés alimentó Jesús a una gran multitud.
Oro que a través de esta palabra aprendamos lo que Jesús espera de nosotros, y seamos utilizados grandemente para alimentar a los universitarios como Andrés. Amén.
I. Jesús alimentó a cinco mil (1-13)
En la palabra que estudiamos la semana pasada Jesús andaba en Jerusalén. Ahora, si vemos el versículo 1, Jesús se encuentra en Galilea. Y fue con sus discípulos de Capernaum al otro lado del mar de Galilea (17). Y miren el versículo 2. Le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos. ¿Qué verían ellos en esas señales de Jesús? En el estanque Bestesda de Jerusalén Jesús sanó al paralítico que había sufrido durante treinta y ocho años. Pero los líderes religiosos le querían matar a Jesús por sanarlo en día de reposo. A ellos no les importaba el sufrimiento de los enfermos. Ni siquiera tenían poder para sanarlos. Pero Jesús tenía gran poder para sanar cualquier enfermedad. Sobre todo, Jesús tenía tan grande amor y misericordia de los enfermos que los sanaba aun en día de reposo. Por su gran poder y amor le seguía la multitud.
Y ¿qué aconteció? Vamos a ver el versículo 3. “Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos.” Así que la multitud se encontraba en la llanura, y Jesús y sus discípulos en un lugar alto. Jesús hizo que sus discípulos miraran a toda la multitud. ¿Por qué haría así Jesús? Porque él les quería enseñar algo muy importante. Vamos a ver los versículos 5 y 6. “Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.” Jesús quería alimentar a la multitud. Y ya tenía pensado cómo hacerlo. Pero antes de hacerlo primero le probó a Felipe, para ver si él tenía lo que Jesús esperaba de sus discípulos. ¿Qué sería lo que esperaba Jesús de Felipe? Jesús esperaba que Felipe entendiera el corazón de Jesús que tenía compasión de la multitud, y quería alimentarla. Jesús esperaba que Felipe aceptara ese corazón de Jesús. También esperaba que, aunque Felipe no tenía tanto pan como para alimentar tan gran multitud, ni dinero, pero tuviera fe en Jesús.
Y ¿qué tenía Felipe? Miren el versículo 7. “Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco.” El denario era una moneda de plata que se usaba para el pago de una jornada. Doscientos denarios serían la suma de los sueldos de casi siete meses. Y, si vemos el versículo 10, la multitud era de como cinco mil varones. Tomando en cuenta también a las mujeres y los niños, serían más de diez mil personas. Entonces, aun doscientos denarios de pan no bastarían no para que comieran hasta saciarse, sino para que tomara cada uno un poco.
Aquí podemos ver que Felipe era un cerebrito. Él era inteligente y rápido para observar la situación, analizarla y sacar la cuenta. Pero él no entendía el corazón de Jesús que quería alimentar a la multitud. Tampoco tenía fe en Jesús, y no lo tomaba en cuenta. Sólo analizó la situación, e hizo el cálculo de manera mecánica. Felipe no tenía lo que Jesús esperaba de él. Él reprobó esta prueba.
Pero, miren los versículos 8 y 9. “Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?” ¿A quién le había hecho la pregunta Jesús? A Felipe, no a Andrés. Pero, oyendo la palabra de Jesús, Andrés entendió que Jesús quería alimentar a la multitud. Él aceptó ese corazón de Jesús. Y, mientras Felipe observaba la situación, la analizaba y calculaba lo que no tenía, Andrés fue a buscar lo que había allí en ese momento. Y encontró a un muchacho, que tenía cinco panes de cebada y dos pececillos. Andrés le hablaría, diciendo: “Mira. El Señor quiere alimentar a la multitud. Le llevamos lo que tienes. Y vas a ver cómo Jesús alimenta a esta gran multitud con estas cosas.” Así le llevó a Jesús el muchacho, y le dijo: “Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?” Esos panes y pececillos eran el lonche del muchacho. Realmente no eran nada para una gran multitud de más de diez mil personas. Andrés también lo sabía. Pero, él tenía el corazón de Jesús que quería alimentar a la multitud. Y tenía fe en Jesús que, aunque no sabía cómo, de cualquier manera, Jesús podría alimentar a la multitud con esas pocas cosas. Andrés sí tenía lo que Jesús esperaba de sus discípulos.
Y ¿qué hizo Jesús? Jesús dijo a sus discípulos que hicieran recostar la gente para comer. Y miren el versículo 11. “Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.” Jesús tomó aquellos panes, y dio gracias. Jesús no menospreció esas pocas cosas que le llevó Andrés. No dijo Jesús: “Andrés. Ay Andrés. ¿Cómo crees que podemos alimentar a esta multitud con estas cositas?” Jesús apreció aquellos panes, y dio gracias por el corazón de Andrés y por su fe. E hizo un milagro. De la cesta donde puso los cinco panes de cebada y los dos pececillos sacaba Jesús panes y peces sin fin, repartiéndolos entre los discípulos, y ellos entre los que estaban recostados. Jesús le dio a la multitud panes y peces no para que cada uno tomara un poco, como decía Felipe, sino cuanto querían, hasta saciarse.
Y, si vemos los versículos 12 y 13, cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos que recogieran los pedazos que sobraron. Les ordenaría esto para que, recogiendo los pedazos, ellos experimentaran personalmente el gran poder de Jesús, y aprendieran cómo podrían ser utilizados en la obra de Dios.
En esta palabra podemos aprender qué es lo que quiere Jesús de nosotros. Jesús no espera que le llevemos muchas cosas. Él sabe que no tenemos tantas cosas. Solamente quiere Jesús que aceptemos su corazón que quiere alimentar a los universitarios con la palabra de Dios, y tengamos fe en él. Jesús quiere que con este corazón y fe le llevemos las pocas cosas que tenemos. Entonces, él toma esas pocas cosas que le entregamos por el amor de él y por fe, y las utiliza para alimentar a muchos universitarios.
Así lo ha hecho Jesús en la historia de nuestra iglesia UBF. Al principio nuestros padres de fe no tenían los estudios de la teología de una carrera universitaria. Tampoco tenían el título de pastor, ni el de predicador. Y eran pastores y misioneros auto sustentados. Es decir, ellos no servían la obra de Dios de tiempo completo. Estudiaban, trabajaban, cuidaban a su familia, y servían la obra de Dios. Realmente tenían ellos pocas cosas para entregarle a Jesús.
Pero ellos tenían el corazón de Jesús que quería alimentar a todos los universitarios del mundo con la palabra de Dios. Porque al final de cada evangelio dice Jesús: “Id, y haced discípulos a todas las naciones. Predica el evangelio a toda criatura. Vosotros sois testigos de estas cosas. Apacienta mis ovejas.” Ellos entendieron este corazón de Jesús, y querían alimentar a los universitarios de Corea y del mundo con la palabra de Dios. Y tenían fe que Jesús mismo haría esa obra. Con este corazón de Jesús y por fe ellos le entregaron las pocas cosas que tenían: de los conocimientos de la Biblia, del tiempo, de dinero, de capacidades personales, etc. Entonces, Jesús no las menospreció, sino las tomó y con esas pocas cosas ha hecho gran obra de Dios. Ha enviado más de 1,500 misioneros a como cien países del mundo, y está alimentando numerosos universitarios con la palabra de Dios.
Cuando Jesús nos llama para que alimentemos a los universitarios con la palabra de Dios, podemos pensar en lo que ‘no tenemos’, como Felipe. Podemos decir: “Aún no he leído la Biblia entera. No tengo tanta fe como Andrés. No soy bueno para hablar y enseñar. No tengo mucho tiempo. Y dinero, menos.” Pero, lo que Jesús espera de nosotros no es que le llevemos muchas cosas. Jesús quiere que tengamos su corazón y fe en él. Y quiere que le llevemos las pocas cosas que tenemos. Entonces, Jesús toma esas pocas cosas de nosotros, y nos utiliza para alimentar a muchos universitarios.
La verdad todos, y cada uno de nosotros tiene algo, aunque sean pocas cosas. Oro que obedezcamos a esta palabra, y aceptemos el corazón de Jesús que quiere alimentar a los universitarios de la BUAP, y de México, y del mundo, y tengamos fe en él. Oro que con este corazón y fe le llevemos lo que tenemos, aunque sean pocas cosas. Entonces, Jesús toma nuestras vidas con aprecio, y nos utiliza a nosotros para alimentar a muchos universitarios.
Dentro de dos semanas vamos a tener nuestra conferencia de semana santa. Nosotros deseamos que a través de esta conferencia los líderes crezcan más espiritualmente, y las ovejas acepten a Jesús como su Salvador y comiencen la vida nueva en él. Y creemos que nuestro Señor Jesús está trabajando en medio de nosotros. Con este corazón y fe estamos haciendo las pocas cosas que podemos hacer. Hemos alquilado un lugar bo
Juan 2018 (8)
Palabra/ Juan 5:19-47
V.C./ Juan 5:24
El que honra al Hijo
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”
Le agradezco a Dios por darnos esta hermosa palabra del evangelio según Juan, que está llena de los conocimientos de Jesucristo, de Dios y de su salvación. Y en esta palabra que vamos a escuchar ahora Jesús revela ‘el corazón de Dios hacia el ser humano’. Dios espera una sola cosa del hombre, que le honre a Jesucristo y a Dios quien envió a su Hijo al mundo. Y ¿qué regalo da Dios al que le honra a su Hijo? Pero ¿qué consecuencia sufre el que no se humilla ante el Hijo de Dios y no le honra? Y, aun con todos los testimonios que tiene Jesús, ¿por qué no le honran los hombres y no creen en él?
Pero, oro que nosotros nos humillemos ante el Hijo de Dios y le honremos, y nos gocemos de la vida eterna que nos ha dado Dios en su Hijo. Y oro que, cuando regrese nuestro Señor Jesucristo, recibamos vida eterna en el reino celestial. Amén.
I. El que honra al Hijo (19-29)
La semana pasada estudiamos que Jesús sanó al hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años. Pero, los judíos no veían esta señal de Jesús, y procuraban matarle por quebrantar día de reposo. Y aún más procuraban matarle, porque decía Jesús que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios (18).
Entonces, vamos a ver los versículos 19 y 20a. A ellos les respondió Jesús, y les dijo que lo que hacía él no lo hacía por sí mismo, sino todo lo que Dios hacía, también lo hacía él igualmente. Todas las obras que hacía Jesús eran de Dios. Esas obras mostraban que Jesús era el Hijo de Dios, igual a Dios.
Y en el versículo 20b dice Jesús que Dios le mostrará mayores obras que sanar a los enfermos. ¿Qué son esas obras? Miren el versículo 21. “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.” Para empezar, ¿quiénes serían ‘los muertos’? Se refieren a ‘los muertos espiritualmente’. En Juan 1:4 aprendimos que en el Verbo estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Pero, el ser humano desechó la palabra de Dios, desobedeciéndola. Y perdió la vida y la luz. En este mundo los hombres andan vivos físicamente. Pero están muertos espiritualmente. Ellos no tienen paz para con Dios, y viven con miedo. Aunque estuvieran metidos en búnker nuclear, no pueden ser libres de ese miedo. Y ellos no logran obtener satisfacción y felicidad verdaderas. En el mundo ellos luchan por conseguir dinero, amor humano, conocimientos y poder, pensando que estas cosas les darían felicidad. Pero después de alcanzarlas lloran amargamente por hambre y sed que siguen en su interior. Y como estudiamos la semana pasada, en esta tierra maldita por el pecado del hombre ellos compiten por las oportunidades inciertas y limitadas. Ellos viven tensos, nerviosos, estresados, angustiados y enfermos de dependencia humana y fatalismo. ¿Sabían que en Ivy League (las ocho universidades más cotizadas en E.U.) luchan las autoridades contra los suicidios? También como los sepulcros inmundos, viven en tinieblas e inmundicia. Esto no es vida. Sobre todo, ellos sufrirán la muerte segunda en el infierno para siempre (Apocalipsis 21:8).
Pero, Dios tuvo misericordia de estos hombres muertos, y envió a su Hijo Jesucristo para darles vida. En Romanos 6:23 dice: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Jesucristo el Hijo de Dios les da a los hombres perdón de pecados, y los reconcilia con Dios. Jesús, quien es el agua viva, les da a los hombres satisfacción y felicidad verdaderas. Jesús da a los hombres una vida nueva, que es vivir por la fe, y vivir una vida en la luz de Dios conforme a su palabra. Y Jesús les da el vivir eternamente en el reino celestial. ¡Realmente esta es la obra más grande y maravillosa de Dios!
Pero, no a cualquiera le da esta dádiva el Hijo de Dios. Miren los versículos 22 y 23. “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.” Dios estableció a su Hijo Jesucristo como el Dador de vida y Juez, para que todos honren a él y a Dios quien le envió.
Aquí Jesús revela ‘el corazón de Dios hacia los hombres’. Dios quiere que los hombres le honren al Hijo de Dios Jesucristo, y a Dios quien le envió al mundo. Desde el principio, cuando creó Dios los cielos y la tierra, esto ha sido el corazón de Dios hacia el ser humano. Si vemos Génesis 2:16 y 17, dice: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Dios le dio al hombre libertad sin límite, diciendo: “De todo árbol del huerto podrás comer.” Y ¿qué esperaba Dios del hombre? Una sola cosa esperaba Dios, que el ser humano respetara a Dios y obedeciera su palabra. Pero, el hombre no le glorificó a Dios, ni le dio gracias, sino le desobedeció (Romanos 1:21). Y perdió la vida.
Pero, por su amor y misericordia envió Dios a su Hijo amado Jesucristo al mundo. Y espera una sola cosa, que le honren los hombres. En Lucas 20:9-16 Jesús expone este corazón de Dios a través de una parábola. Un hombre plantó una viña, y la arrendó a labradores. Y a su tiempo envió a sus siervos a los labradores una, y otra, y otra vez para que le dieran del fruto de la viña. Pero los labradores les golpearon, y les enviaron con las manos vacías. Entonces el señor de la viña dijo: “¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando le vean a él, le tendrán respeto.” (Lucas 20:13) Esto es el corazón de Dios hacia los hombres. Dios espera una sola cosa de los hombres para darles vida eterna, que le honren a su Hijo amado Jesucristo y a Dios quien le envió al mundo.
Y ¿qué hace el que honra al Hijo de Dios, y qué regalo recibe? Miren el versículo 24. “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” El que se humilla delante del Hijo de Dios y le honra, oye su palabra. Y cree a Dios que le envió. ¿Qué significaría ‘creer a Dios que le envió a su Hijo al mundo’? Hace poco estudiamos Juan 3:16. Dice Jesús: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Dios amó tanto a los hombres pecadores que ha dado a su Hijo amado como el Cordero de Dios. Y lo sacrificó en la cruz por los pecados de los hombres. Y a todos los que creen en su Hijo Jesucristo les da Dios salvación y vida eterna. El que honra al Hijo de Dios oye este evangelio de Jesucristo, y lo cree. Y por oír la palabra de Jesús y creer en Dios ya tiene vida eterna. Ya ha pasado de muerte a vida.
Y miren el versículo 25. “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.” Jesucristo el Hijo de Dios ya vino al mundo, y anunció su evangelio de salvación. Los muertos espiritualmente ya han oído la voz del Hijo de Dios. Pero sólo los que la oyen y creen, reciben vida eterna. Y ahora es el tiempo de gracia y de salvación (2 Corintios 6:2).
Pero, aquellos hombres muertos que no le honran al Hijo de Dios, ¿qué consecuencia sufrirán? Vamos a ver los versículos 26 y 27. “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.” En esta palabra podemos ver qué autoridad le dio Dios a su Hijo. Dios le ha dado a su Hijo Jesucristo el tener vida en sí mismo. Por eso Jesús puede darles vida a los muertos. Y también le dio Dios autoridad de hacer juicio. Jesucristo tiene autoridad no sólo para dar vida a los hombres, sino también para condenar y castigar.
Y ¿por qué le ha dado Dios a su Hijo Jesús esta autoridad de vida y juicio? En la última parte del versículo 27 dice: “por cuanto es el Hijo del Hombre.” Jesús decía que él era el Hijo de Dios. Por eso los judíos procuraban matarle. Pero aquí dice Jesús que él es ‘el Hijo del Hombre’. El significado de esta palabra lo explica precisamente en Filipenses 2:6-11. Jesús es el Hijo de Dios. Él es igual a Dios. Pero no se aferró al ser igual a Dios, sino se despojó a sí mismo, y tomó forma de hombre. Y estando en la condición de hombre, obedeció la voluntad de Dios, y se entregó a muerte en la cruz por nuestros pecados. Por esta razón Dios le exaltó hasta lo sumo, y le dio autoridad de vida y juicio. ¿Quién puede dar vida a los pecadores que merecen morir? Sólo Jesucristo quien murió en lugar de ellos por sus pecados. ¿Quién puede juzgar y condenar a los pecadores que no creen en el evangelio? Sólo Jesucristo quien sacrificó su vida por ellos, y ya les ha ofrecido vida eterna.
Y miren los versículos 28 y 29. “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” El hombre muere. Pero la vida del hombre no se acaba en la muerte. En Hebreos 9:27 dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.” Cuando regrese el Señor Jesucristo, todos los que están en los sepulcros van a resucitar. Pero, no todos van a tener la misma resurrección. Los que hicieron ‘lo bueno’, saldrán a resurrección de vida. Pero los que hicieron ‘lo malo’ resucitarán para ser condenados. Aquí, ¿a qué se refieren ‘lo bueno’ y ‘lo malo’ respectivamente? ¿Qué será el criterio de vida y condenación en aquel día? Muchos creen que por hacer buenas obras: ayudar a los pobres, servi
Juan 2018 (7)
Palabra/ Juan 5:1-18
V.C./ Juan 5:8,9a
Levántate, y anda
“Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo.”
Una empresa de electrodomésticos dice en sus anuncios comerciales: “Life is good. La vida es buena.” Pero, la palabra que vamos a escuchar hoy nos hace pensar: ‘¿Qué tal es el mundo para vivir? Y ¿cómo es la gente que vive en este mundo? Más bien, ¿cómo éramos, viviendo en medio de este mundo?’
Pero, hoy vamos a aprender que Jesús vino al estanque Betesda, y salvó a un hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años. Jesús lo sanó, e hizo que él se levantara, y anduviera. ¿Quién es este Jesús? Y ¿qué necesitamos tener para que Jesús nos sane, y nos haga vivir una vida nueva llena de libertad, poder y triunfo para la gloria de Dios? Oro que el Señor nos ayude a tener el deseo espiritual y la fe en Jesús, y nos haga vivir una vida nueva para su gloria. Amén.
I. ¿Quieres ser sano? (1-7)
Vamos a ver el versículo 1. Después de haber sanado al hijo de un oficial del rey, había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. ¿Cómo se encontraría la ciudad? El ambiente sería alegre por la gente que trataba de disfrutar la fiesta.
Pero, si vemos el versículo 2, en medio de ese ambiente alegre había un lugar totalmente diferente, como si fuera de otro mundo. En la muralla norte de la ciudad había una puerta que se llamaba ‘la puerta de las ovejas’, porque introducían a las ovejas para sacrificios por ella. Y cerca de esa puerta había un estanque, llamado Betesda, que significa ‘Casa de misericordia’, el cual tenía cinco pórticos. Y en el versículo 3a dice que en esos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos.
¿Por qué estaban allí ellos? Vamos a ver los versículos 3b y 4. “que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.” ¿Realmente habría descendido un ángel para hacer eso? Esto era lo que creía la gente. Si de verdad hubiera sido por un ángel, sería que Dios estuviera jugando con los enfermos. Pero, dicen que en realidad el estanque Betesda era un ojo de agua donde saltaba agua cargada de minerales, que tenía cierto efecto curativo. Quizá un hombre que padecía de dermatitis se cayó en el estanque, y fue sanado. Entonces divulgaría el poder sanador del agua del estanque de manera exagerada. Y ciegos, cojos y paralíticos, quienes ya no tenían ninguna esperanza de ser sanados de manera humana estaban allí, esperando el milagro.
Pero, si vemos el versículo 4 de nuevo, en esa esperanza había graves problemas. Para empezar el movimiento del agua era ‘de tiempo en tiempo’. El agua del estanque no se movía diariamente, ni cada semana, ni cada mes. La gente no se acordaba de cuándo se había movido el agua, ni sabía cuándo volvería a agitarse. La oportunidad era incierta. Además, después del movimiento del agua una sola persona, el que primero descendía al estanque quedaba sano. Aunque otro se metiera en el agua un paso después del primero, ya no podía ser sano. La oportunidad era muy limitada.
Entonces, esperando esa oportunidad tan incierta y limitada, ¿cómo sería el ambiente de ese lugar? En pocas palabras, era ‘de competencia’. En esa sociedad de los enfermos también se haría una organización, hablando de paz, orden, justicia y compañerismo entre los integrantes de Betesda. Pero en discreción lucharían por ocupar el mejor lugar para echarse un clavado en el agua antes que nadie, cuando se agitara. Y, esperando el movimiento del agua sin saber cuándo, no podían descansar relajados. Tenían que estar a las vivas, y todo el tiempo se encontrarían tensos y nerviosos. Hasta aguantarían las ganas de ir al baño por si las dudas. Tampoco tendrían sueño reparador, sino pesadillas. Y se despertarían por cualquier ruido. Sobre todo, cuando se movía el agua no por un ángel, sino por una piedrita u otra cosa, todos los valores que hablaban con la boca eran echados en el bote de basura. Los paralíticos empezarían a gritar: “¡Ayuda, échenme en el agua!”. Los cojos que no podían correr harían rodar su cuerpo para llegar al agua. Y los ciegos correrían sin saber a dónde. Y tratando de llegar al agua primero, se empujarían unos a otros, y se jalarían unos a otros. Cada quien buscaba lo suyo. El egoísmo era lo que había en el corazón de la gente en realidad.
Y este mundo donde vivimos es como el estanque Betesda. Las oportunidades de este mundo son inciertas y limitadas. Dicen que en este año serán aceptados como veintinueve mil alumnos en la BUAP. Pero mucho más aspirantes quedan fuera. Además, para las cinco carreras preferidas el cupo es más limitado. Y después de terminar el estudio para conseguir trabajo las oportunidades son aún más inciertas y limitadas. Por eso los gobiernos luchan por generar empleos, pero sin alcanzar la demanda. La lotería es la figura representativa de este mundo. Entre millones el primero se lleva el premio gordo, y la mayoría queda sin nada.
Y ¿cómo vive la gente en este mundo con esas oportunidades inciertas y limitadas? La gente vive compitiendo. En algunos países incluso para entrar en kínder los pequeñitos tienen que hacer el examen de admisión. Hasta en Wal-Mart la gente compite para ganar mejores productos. La venta de Black Friday de E.U. es famosa. Luchando por tomar mercancías a buen precio incluso matan a otros. Por eso la gente vive tensa y nerviosa, sin encontrar descanso. Y, buscando su propia conveniencia, el ser humano se vuelve egoísta. Los padres enseñan a sus hijos, diciendo: “Pisotea a cualquiera que se ponga en tu camino.” Los países poderosos hablan de la paz mundial con su boca. Pero ganan dinero, vendiendo armas. Rusia se presume de haber probado más de 200 nuevas armas en Siria, donde se ha hecho masacre de los civiles. Y el slogan del presidente norteamericano es ‘America first’. Es la cara verdadera de la gente que vive en este mundo donde hay oportunidades inciertas y limitadas.
Y vamos a ver los versículos 5 y 6. Había entre los enfermos del estanque Betesda un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: “¿Quieres ser sano?” Esta palabra significaba que, si él quería ser sano, Jesús lo sanaría. Jesús esperaba que él tuviera el deseo de ser sano y la fe en Jesús.
Pero, miren el versículo 7. “Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.” ¿Qué había en el interior del hombre? Dice él: “no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua.” Él dependía de los hombres. Pero no tenía nadie que le ayudara. Por eso pensaba que él no podría ser sano. En su corazón había ‘dependencia humana’ y ‘fatalismo’. También dice: “entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.” A pesar de su discapacidad él competía con otros. Pero siempre le ganaban. Así había pasado treinta y ocho años junto al estanque Betesda. Su corazón estaba hundido en el sentimiento de perdedor y el sentimiento de fracaso.
Y en este mundo muchos son como este enfermo. Los hombres que viven sin Dios llegan a depender de otros o de sí mismos, y por fin caen en fatalismo. Ellos piensan: “Si tuviera padres respetuosos y amorosos… Si mis padres fueran millonarios… Si tuviera parientes o amigos influyentes… Si yo fuera más inteligente como aquellos que leen una vez y aprenden todo… Si yo tuviera más capacidad y talento como otros… Pero no los tengo, y no puedo hacer nada.” Cuando empecé a estudiar la Biblia, el pastor Daniel Rhee me dijo que aprendiera flauta transversal. Averigüé el costo, y pedí dinero a mi madre y a mi tía. Pero ellas no me lo dieron. Y no pude aprenderla. Así era yo dependiente de la gente y fatalista. También dice la gente: “He intentado. Pero otros me ganan.” Y en su interior viven acostados en el lecho de dependencia humana, fatalismo, sentimiento de perdedor y sentimiento de fracaso. También se llenan de resentimiento, coraje y odio de la gente que no les ayudó. Y envidian a aquellos que tienen las cosas que ellos desean tener y no pueden. Realmente es miserable la vida del hombre en este mundo donde hay oportunidades inciertas y limitadas.
Pero, en el principio, cuando creó Dios los cielos y la tierra, el mundo no era así. En Génesis 2:9 dice: “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.” Y dice en los versículos 16 y 17 del mismo capítulo: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Dios le dio al hombre libertad sin límite, diciéndole: “De todo árbol del huerto podrás comer.” Y Dios quería solamente que el hombre respetara a Dios y le obedeciera. En el principio en el mundo había tal abundancia y libertad. Y el hombre no tenía necesidad de competir. El ser humano no conocía conflictos, riñas, tensión y nerviosismo. Tampoco tenía que ser egoísta, convenenciero e hipócrita.
Pero, el hombre desobedeció la palabra de Dios. Y por su pecado del hombre la tierra fue maldita, y el hombre cayó bajo la maldición. En Génesis 3:17 dice: “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.” Esta tierra en que vivimos fue maldita por el pecado del hombre. Por eso la tierra no produce las cosas buenas y abundantes como en el principio. Así desaparecieron abundancia
Juan 2018 (6)
Palabra/ Juan 4:31-54
V.C./ Juan 4:34
Mi comida es
“Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.”
En la primera parte de esta palabra vamos a aprender tres cosas: 1) ‘qué era la comida de Jesús’, 2) ‘cómo pudo ver Jesús que los samaritanos se encontraban ya listos para creer en Cristo y ser salvos’ y 3) ‘con qué actitud de corazón tenemos que trabajar en la obra de salvación’. Y en la segunda parte podemos aprender ‘qué tipo de fe quiere Jesús que tengamos’. Oro que a través de esta palabra aprendamos el interior y la fe que quiere Jesús de nosotros. Amén.
I. Mi comida es (31-42)
Este capítulo 4 es la famosa historia que Jesús le ayudó a la mujer samaritana a ser salva. Antes de conocer a Jesús ella había buscado satisfacción y felicidad en el amor de los hombres. Pero, cuando Jesús la encontró junto al pozo de Jacob, ella seguía teniendo sed, y estaba cansada y llena de pecados y heridas en su corazón. Jesús le habló, aguantando su ignorancia espiritual. Y le ayudó a entender que ella necesitaba arrepentirse de su pecado de haber buscado felicidad en el amor de los hombres, y adorar a Dios. Entonces ella se acordó del Mesías, y anhelaba que el Cristo viniera a declararle ‘cómo volver a Dios, y adorarle’. Y si vemos el versículo 26, en ese momento Jesús le dijo: “Yo soy el que habla contigo.” Jesús, sabiendo el pasado de la mujer lleno de pecados, no la condenó. Y le enseñó que adorara a Dios en espíritu y en verdad. Él era el Cristo a quien ella esperaba con anhelo. En ese momento el corazón de la mujer se llenó de gozo por el amor y perdón de Cristo Jesús, y la esperanza de adorar a Dios y vivir una nueva vida en Dios. Y dejó su cántaro, y fue a la ciudad a invitar a los hombres a conocer al Cristo.
Y vamos a ver los versículos 31-33. Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo que comiera lo que habían traído. Pero Jesús les dijo: “Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.” Entonces los discípulos decían unos a otros: “¿Le habrá traído alguien de comer?” Y miren el versículo 34. A ellos les dijo Jesús: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.” ¿Qué es la voluntad de Dios y su obra? Dios desea salvar a los pecadores, para que no se pierdan, sino tengan vida eterna (Juan 3:16,17). Y ¿qué significaría que la comida de Jesús es salvar a los pecadores?
La comida tiene gran importancia para nosotros. Si no comemos comida, sentimos hambre, y nos volvemos irritables o tristes. Sin comida no tenemos fuerza para trabajar. Y si no comemos comida durante un tiempo prolongado, nuestro cuerpo llega a ser desnutrido, y nos mareamos. Si la mala alimentación es de años, el cuerpo no crece, y hasta uno puede morir.
En cambio, si comemos bien, nos sentimos satisfechos, contentos y alegres. Por eso dicen: “Estómago lleno, y corazón contento”. También dice otro dicho: “Come, y las cosas se ven diferentes.” Y, al comer comida, obtenemos energía y fuerza para trabajar. Y con buena alimentación el cuerpo crece, y se hace fuerte. Y podemos mantenernos vivos. Así es comida para nosotros.
Entonces, dice Jesús que su comida es ‘hacer la voluntad de Dios y acabar su obra, es decir, salvar a las almas’. Si vemos el versículo 6 de este mismo capítulo, cuando Jesús y sus discípulos llegaron al pozo de Jacob, Jesús se encontraba cansado de haber caminado desde Judea hasta Samaria, y tenía hambre y sed. Pero, al ver a la mujer samaritana salva y llena de gozo, yendo a la ciudad para invitar a otros a conocer al Mesías, Jesús se sentía tan satisfecho y contento que ya no tenía hambre. Se le quitó todo el cansancio del camino. Y se fortaleció, y se llenó de vitalidad.
Aquí surge una pregunta: “Entonces, ¿qué es nuestra comida?” ¿Qué nos da satisfacción, gozo, energía, fuerza y vitalidad? Si dinero es nuestra comida, cuando se nos va acabando dinero, sentimos angustia, y andamos sin ánimo y fuerza. Pero al ganar dinero, ya nos sentimos tranquilos, y hasta nuestro cuerpo se pone erguido. Y los que se alimentan del amor de su novio o novia se ríen o lloran por lo que dice y hace él o ella. Y para muchos su trabajo es su comida. Un hombre levantó una empresa de seguros grande a nivel nacional. Pero a sus cincuenta y cinco años se jubiló, dejando la empresa a sus hijos. Y dice su esposa que en tan sólo un año él se envejeció. También muchos se deprimen, al jubilarse, porque su trabajo era su comida. Y algunos se alimentan de fama y poder. Por eso muchos artistas no aguantan perder la popularidad de la multitud, y caen en drogas. Y para muchos padres sus hijos son su comida. Aunque tienen que aguantar trabajos pesados y groserías y maltratos de la gente, al regresar a su casa y ver a sus pequeñitos, se les quita todo mal humor y cansancio, y se llenan de ánimo y fuerza para seguir trabajando.
Pero, todas estas cosas del mundo, aunque pudieran parecer ser decentes, no son verdadera comida para nuestra alma. Son ‘comida chatarra’, que nos da satisfacción falsa, y no nutre nuestra alma. Más bien, si el hombre vive, alimentándose de esta comida, por fin su alma se enferma. La verdadera comida para nuestra alma son la palabra de Dios, y el gozo celestial que comparte Jesús con nosotros en su obra de salvación.
Le agradezco a Jesús por llamarnos a ayudar a los universitarios con la palabra de Dios, y a participar en su gozo celestial. La verdad aún no podemos decir que nuestra comida es sólo salvar a las almas. Pero, oro que Jesús siga transformándonos a nosotros conforme a su imagen, y hacer la voluntad de Dios y cumplir su obra sea nuestra comida como Jesús. Amén.
Ahora, vamos a ver el versículo 35. “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.” En esta palabra podemos aprender la importancia de quitarnos ‘prejuicios’ hacia las ovejas. Los discípulos pensaban que aquel entonces no era el tiempo para predicarles el evangelio a los samaritanos. Porque ellos consideraban a los samaritanos como gentiles, y ni siquiera esperaban que tuvieran deseo espiritual. Por eso, cuando habían ido a la ciudad a comprar comida, ni intentarían predicarles la palabra.
Pero nuestro Señor Jesús no tenía esos prejuicios. Él le habló a la mujer samaritana, y, aguantando su ignorancia espiritual y sus palabras cínicas, le ayudó a mirar a Dios. Por fin ella abrió su corazón y creyó en Cristo Jesús. Y él pudo ver que ciertamente el corazón de ella ya estaba blanco para la siega. Y si vemos los versículos 39-42, no sólo ella, sino muchos samaritanos ya estaban listos para arrepentirse de sus pecados y creer en Cristo Jesús.
Como los discípulos nosotros también tenemos prejuicios que nos impiden para predicar la palabra a las ovejas. Cuando voy a pescar a las ovejas, trato de no ir a la facultad de las ciencias humanas y sociales, porque pienso que son ateos y humanistas. También, a los que se ven avanzados de la carrera, o a los que se ven no tan pensadores, o a los vanidosos, o a los fumadores, o a los que tienen tatuajes, la verdad no me dan ganas de predicarles. Porque pienso que, aunque les hablara, de todos modos, no aceptarían la palabra de Dios.
Pero, nosotros no sabemos quién es el que tiene el corazón ya listo para arrepentirse y creer en el evangelio de Jesucristo. Por lo tanto, lo que debemos hacer es quitarnos todo prejuicio, y predicar la palabra de Dios a todos. De esta manera podemos encontrar a aquellos que están blancos para la siega, sin importar su apariencia. Oro que como nuestro Señor Jesús quitemos todo prejuicio, y prediquemos a todo tipo de ovejas, y seamos utilizados para salvar a los que ya están listos para creer en Jesús. Amén.
Y en los versículos 36-38 podemos aprender ‘con qué actitud de corazón debemos trabajar en la obra de salvación de Dios’. Miren los versículos 36 y 37. “Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.” Primero, ¿qué será ‘el salario’ que recibe el que siega y recoge fruto que permanece para vida eterna? Es el gozo celestial de Jesús y de Dios, lo cual experimentamos al salvar a las almas. También es el privilegio y honor de trabajar en la obra de Dios el Señor. Pero, en este gozo de segar también participa el que siembra. Porque uno siembra, y otro luego siega.
Aquí podemos aprender que el que siembra no recoge fruto de inmediato. Hay que esperar. Y luego viene otro a segar y recoger fruto. Así fue en Samaria. El profeta Elías sirvió la obra de Dios en el tiempo del rey Acab, quien reinó en Samaria entre 874 a.C. y 853 a.C. Elías luchó contra el pecado y la idolatría de Acab y su mujer Jezabel y el pueblo. Pero en aquel tiempo él no recogía fruto. Lejos de recoger fruto, todo parecía ser en vano. Si vemos 1 Reyes 19:4 y 14, él estaba tan desesperado que deseaba morir, y le pedía a Dios que le quitara la vida. Pero, más de 850 años después, los samaritanos espiritualmente estaban blancos para la siega. Jesús fue a Samaria a recoger fruto, y envió a sus discípulos a segar.
Entonces, ¿con qué actitud de corazón debemos trabajar en la obra de salvación de Dios? Primero, si estamos recogiendo fruto, debemos ser humildes y agradecidos, porque alguien ya ha sembrado. En Puebla estamos recogiendo fruto de salvación. Pero, varios años atrás la familia del misionero Isaías Kang sembró la palabra de Dios en los campos de la BUAP. También en la escuela podemos ver que hay muchos cristianos que han predicado la palabra de Dios. Por eso ahora nosotros podemos segar y recoger fruto. Entonces, debemos ser humildes y agradecidos, reconociendo la labor de los que han sembrado la palabra de Dios, y la gracia de Dios quien nos envió a recoger fruto.
Juan 2018 (5)
Palabra/ Juan 3:16-36
V.C./ Juan 3:16
De tal manera
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
La palabra que vamos a escuchar ahora es la más famosa e importante de toda la Biblia. A través de esta palabra podemos aprender ‘cómo es el amor de Dios manifestado en su Hijo Jesucristo’. También vamos a aprender ‘qué es lo que debemos hacer, si Dios nos ha amado de tal manera’. Y a través del gozo de Juan el Bautista podemos entender que Dios ha compartido su gozo celestial con nosotros en su obra de salvación.
Oro que en este tiempo conozcamos el amor de Dios más profundamente, y amemos a Dios con todo nuestro corazón, y renovemos nuestra fe en Jesucristo y su gracia de salvación. Y oro que a las ovejas les testifiquemos del amor de Dios, y les ayudemos a creer en Jesús para que tengan vida eterna, y nosotros tengamos gozo celestial como amigos de nuestro Señor Jesús. Amén.
I. De tal manera (16-21, 31-36)
Vamos a ver el versículo 16a. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito.” ¿De qué manera amó Dios al mundo? Dios amó al mundo, y ha dado a su Hijo unigénito Jesucristo.
Y ¿qué significa que Dios ha dado a su Hijo unigénito? En Juan 1:29 aprendimos que Dios ha dado a su Hijo Jesús como ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’. Antes entre Dios y nosotros había el pecado, el velo de separación. Por eso no había paz entre él y nosotros. Pero Dios ha dado a su Hijo para quitar el pecado de entre él y nosotros, y reconciliarnos consigo mismo. Y en Isaías 53:6 dice: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” En su Hijo Jesús cargó Dios todos nuestros pecados. Y sacrificó Dios a su Hijo por nuestros pecados en lugar de nosotros.
Pero, ¿cómo fue sacrificado Jesús? En el versículo 14 de este capítulo dice: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.” Aquí ‘ser levantado’ significa ‘ser crucificado’. Jesús cargó el pecado de todos nosotros, y fue crucificado, como si fuera el peor pecador del mundo. Él sufrió esa deshonra, pena y vergüenza. Y el propósito de crucifixión no era matar al castigado, sino hacerlo sufrir. Jesús sufrió ese dolor y agonía clavado en la cruz. Sobre todo, Jesús fue desamparado por Dios (Mateo 27:46). En Juan 10:30 dice Jesús: “Yo y el Padre uno somos.” Pero en la cruz Jesús fue separado de Dios y abandonado por nuestros pecados. Ese dolor sería mayor que el dolor físico. Por eso, si vemos Mateo 26:37 y 38, la noche anterior de su crucifixión en Getsemaní se encontraba Jesús triste y angustiado en gran manera, hasta la muerte.
Y ¿para qué ha dado Dios a su Hijo unigénito? Miren el versículo 16b. “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Aquí primero podemos ver cómo se encuentra el hombre en el mundo. El hombre pecador está ‘perdido’. ¿Cómo es el hombre perdido? El hombre pecador perdido vive sin guía, sin dirección y sin protección de Dios. Y no sabe qué le conviene, y qué no. Por eso hace cosas que no convienen. Y cae en esclavitud bajo el poder del pecado, y se llena de toda maldad e inmundicia (Romanos 1:29-32). También desperdicia su vida en pecados y en las cosas vanas del mundo. El hombre perdido no sabe cómo encontrar paz en su interior, ni verdadera satisfacción y felicidad. Aunque obtuviera dinero, amor humano, conocimientos, poder y fama en el mundo, sigue con ese miedo y sentimiento de vacío en su corazón. Y más que nada, después de la muerte se pierde eternamente en el infierno.
Pero, Dios no quiere que el hombre se pierda así, sino tenga vida eterna. Dios quiere que el hombre pecador se reconcilie con Dios, y tenga paz para con él. Quiere que el hombre tenga verdadera satisfacción y felicidad en Dios. Quiere Dios que el hombre viva bajo la protección y guía de Dios, quien es su Padre y buen pastor. Y desea Dios que el hombre viva en el reino de Dios a su lado eternamente, cuando se acabe este mundo.
Además, si vemos el versículo 16b de nuevo, dice: “para que ‘todo aquel que en él cree’ no se pierda, mas tenga vida eterna.” Dios quiere darle al hombre vida eterna ‘sólo por fe’. Dios quiere regalarle vida eterna ‘sólo por su amor y misericordia’, sin ningún precio que tenga que pagar el hombre.
Por eso Dios ha dado a su Hijo unigénito como el Cordero de Dios, y cargó en él el pecado de todos nosotros, y lo sacrificó en la cruz. Dios consumó la salvación por medio de su Hijo Jesucristo (Juan 19:30). Y al hombre le pide solamente creer en Jesús para que tenga vida eterna.
Y vamos a ver el versículo 17. “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” Dios podía enviar a su Hijo al mundo ‘para condenarlo’. Y la verdad el hombre pecador merecía condenación y muerte. Nosotros mismos antes no reconocíamos la gracia de Dios, ni le dábamos gracias (Romanos 1:21). Los hombres ateos y necios envían naves espaciales exploradoras, desperdiciando mucho dinero, para encontrar algún planeta habitable para el ser humano. Pero la palabra de Dios dice con claridad que creó Dios ‘los cielos y la tierra’. Todas las estrellas fueron creadas para nosotros, y esta tierra es el único planeta que tiene condiciones para que vivamos nosotros. Y no le dábamos gracias a Dios por habernos dado esta tierra. Tampoco le agradecíamos por darnos la vida física, capacidades y talentos, la oportunidad de estudiar carrera universitaria, padres y hermanos, y todo lo que tenemos. Y desechábamos la palabra de Dios. Despreciábamos a Dios, quien es nuestro Creador y Padre. Imagínense, si nuestros hijos nos dijeran: “Tú no eres nuestro padre.” Nosotros les diríamos: “Entonces, ¿de dónde creen que salieron?”, y ellos nos dijeran: “Salimos de la Nada de pura casualidad.” En Isaías 1:2 y 3 dice Dios: “Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento.” Nosotros así hacíamos con Dios. Y sin tener en cuenta a Dios, vivíamos llenos de toda maldad e inmundicia. Realmente Dios podía enviar a su Hijo para condenar y destruir a nosotros. Lo merecíamos.
Pero, Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. ¿Cómo el hombre pecador que merece condenación y muerte puede ser salvo? Porque el Hijo de Dios Jesucristo fue condenado y muerto crucificado por el pecado de todos nosotros. Y todo aquel que en él cree recibe perdón de pecados y vida eterna. Esto es la salvación que ha dado Dios al hombre pecador por medio de su Hijo Jesucristo. De esta manera amó Dios al mundo.
En lo anterior podemos ver ‘cómo es el amor de Dios manifestado en su Hijo Jesucristo’. El amor de Dios es ‘paciente’. En 2 Pedro 3:9 dice: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” Dios no condenó al hombre pecador. Dios no nos condenó a nosotros que vivíamos perdidos en el mundo. Aún no condena Dios al mundo, esperando que los pecadores se arrepientan, crean en Jesucristo y sean salvos. El amor de Dios es tan paciente.
Y el amor de Dios es ‘sacrificante’. ¿Qué sacrificó Dios, y para quién lo sacrificó? Dios ha dado a su Hijo unigénito, lo más amado y apreciado de Dios. Además, lo sacrificó no por los justos, ni por los buenos, sino por nosotros pecadores impíos sus enemigos. Dios sacrificó lo más precioso por los pecadores más viles. En este sacrificio se manifestó el amor de Dios para con nosotros. Por eso en Romanos 5:8 dice: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
Y el amor de Dios es ‘comprensivo’. Dios ha dado a su Hijo, y por medio de él consumó la salvación. Y a nosotros nos pide sólo creer en su Hijo Jesucristo. ¿Por qué hizo así Dios? Porque Dios sabe que nosotros no podemos salvarnos a nosotros mismos por nuestro propio esfuerzo. En Romanos 8:3 y 4 dice: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” Dios conoce nuestra debilidad, y él hizo todo para nuestra salvación, y sólo por creer en su Hijo Jesucristo nos da vida eterna. ¡Qué maravilloso y bueno es el amor de Dios! Le damos gracias a Dios y le alabamos por su amor manifestado en su Hijo Jesucristo.
Y al oír el amor de Dios, la reacción del hombre puede ser una de dos: ‘creer o no creer’. Entonces, ¿por qué reaccionan de esa manera respectivamente, y qué es su consecuencia?
Miren el versículo 18. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” Acerca del que cree en Jesucristo dice también en el versículo 21: “Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.” El que ama la verdad y quiere vivir conforme a la verdad viene a la luz, y cree en Jesucristo. Aunque anduviera en las tinieblas esclavizado por el pecado, anhela la salvación y clama a Dios. Por eso, al oír el amor de Dios manifestado en su Hijo, viene a la luz de Jesús, se arrepiente de sus pecados y cree en él. Y no es condenado.
Pero, el que no cree ya ha sido condenado. Nosotros predicamos el evangelio de Jesucristo a los universitarios. Y muchos dicen: “No me interesa.” Algunos dicen: “Lo voy a considerar.” Pero o
Juan 2018 (4)
Palabra/ Juan 2:1-22
V.C./ Juan 2:11
De agua a vino
“Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.”
En la palabra que vamos a escuchar hoy salen dos señales. En la primera Jesús transforma agua en vino. Y en la segunda Jesús purifica el templo hecho casa de mercado, y da la señal de resurrección a los judíos que le pedían la señal del Hijo de Dios. A través de estas dos señales podemos aprender ‘quién es Jesús’, y ‘qué es la obra que hace él’. También podemos aprender ‘qué es lo que debemos hacer para que Jesús nos pueda purificar y transformar para su gloria’.
Oro que obedezcamos a esta palabra, y sigamos siendo transformados conforme a la imagen de Jesús, y seamos utilizados en esta obra de purificar y transformar a los universitarios. Amén.
I. De agua a vino (1-12)
La semana pasada estudiamos que Jesús llamó a unos discípulos. Y vamos a ver los versículos 1 y 2. Al tercer día de haberlos llamado, se hicieron unas bodas en Caná de Galilea. Este pueblo se encontraba a unos kilómetros al noreste de Nazaret. Y estaba allí la madre de Jesús, y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.
En nuestra vida hay varios motivos para hacer fiestas: cuando nace una nueva vida, cuando cumplimos años, cuando nos graduamos, etc. Pero entre todos, las bodas serían el motivo más importante y grande. Por eso desde meses atrás la gente contrata el salón de fiestas, planea la decoración y reparte invitaciones. Sobre todo, prepara comidas y bebidas ricas para que los invitados coman y beban, y bendigan a los recién casados. Así se hicieron unas bodas en Caná.
Pero, si vemos el versículo 3a, en aquellas bodas surgió un grave problema. Faltó el vino. Quizá el vino que habían preparado era sabroso, y los invitados tomaban mucho. O había venido más gente de lo esperado. De todos modos, en medio de la fiesta se les acabó el vino. Ahora, ¿qué pasaría? La gente se enojaría. En un instante se apagaría el gozo de la fiesta, y se levantarían quejas y gritos. Y los recién casados recibirían maldición de la gente en lugar de bendición. Si fuera hoy en día, rápido mandarían a los hombres a vinatería por el vino. Pero en aquel tiempo el vino se preparaba en las casas de los novios con anticipación. La fiesta de las bodas estaba a punto de ser arruinada.
Pero, miren el versículo 3b. La madre de Jesús le dijo: “No tienen vino.” ¿Qué era ella en esas bodas? Ella no era la dueña de la casa. Tampoco era la encargada de la fiesta. Ella era una invitada. Pero, ella tenía ‘el corazón de dueño’. Otros, incluso los mismos dueños y los recién casados, estaban comiendo, bebiendo y disfrutando la fiesta. Pero ella estaba pendiente de todo. Por eso, cuando faltó el vino, ella se dio cuenta de ese problema. Y, al enterarse del problema, ¿qué hizo ella? Ella no buscó al dueño de la casa, ni al novio, ni al maestresala. Ella fue a Jesús, y le dijo del problema de falta de vino. Ella creía en Jesús, y oró a él. Ella era una mujer de fe y oración.
Y ¿qué le dijo Jesús? Vamos a ver el versículo 4. Jesús le dijo: “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.” Al parecer, esta palabra suena como que él rechazara la petición de María. Pero Jesús le decía que aún no era su hora, y cuando llegara su hora, haría su obra. Jesús le quería dar a entender que él trabajaba no a la hora de la gente, sino a su hora, es decir, conforme a la voluntad de Dios. Y, si vemos el versículo 5, la madre de Jesús lo entendió, y dijo a los que servían: “Haced todo lo que os dijere.” Ella tuvo fe en Jesús, y preparó a los siervos obedientes.
Ahora, vamos a ver el versículo 6. Estaban allí seis tinajas de piedra para agua. ¿Para qué era el agua? Era para lavarse las manos antes de comer (Marcos 7:3). Y cada una de las tinajas cabían dos o tres cántaros. Dicen que la capacidad de un cántaro era como 40 litros de agua. Entonces en cada tinaja cabían de 80 a 120 litros de agua, que son de 4 a 6 garrafones de hoy en día. Y allí había seis tinajas.
Y miren el versículo 7. Jesús les dijo a los que servían: “Llenad estas tinajas de agua.” Esta palabra de Jesús era difícil de obedecer para los sirvientes. Para empezar Jesús era un invitado, y no más. Él no era el dueño, ni el mayordomo de la casa. Sobre todo, ellos no entendían la razón y el propósito de su palabra. El agua de las tinajas era para lavarse las manos los invitados antes de comer. Pero todos ya se habían lavado las manos, y estaban comiendo y bebiendo en la fiesta. Entonces, ¿para qué tendrían que llenar las tinajas? Además, ellos habían de estar muy ocupados. Imagínense cómo andarían los sirvientes en una fiesta. La gente les hablaría constantemente para que le llevaran comidas y bebidas, y recogieran los platos sucios, y limpiaran las mesas, etc. Y, llenar las seis tinajas de agua no era fácil. Si fuera hoy en día, pondrían la manguera en las tinajas, y abrirían la llave del agua, y ya. Pero en aquel tiempo ellos tendrían que salir fuera del pueblo al pozo, sacar el agua, traerla en cántaros y llenar las tinajas. Realmente era difícil de obedecer la palabra de Jesús para ellos.
Pero, ¿qué hicieron? En el versículo 7b dice que ellos las llenaron hasta arriba. Ellos no despreciaron a Jesús, ni se quejaron. Ellos obedecieron la palabra de Jesús, y no más o menos, sino hasta arriba, con todo su corazón y fuerza.
Y ¿qué obra sorprendente surgió? Miren el versículo 8. “Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.” Aquí Jesús no hablaba del agua, sino del vino. Por eso no utilizó el pronombre ‘la’, sino ‘lo’. ¡El agua ya estaba hecha vino! Y el vino que Jesús hizo del agua era de excelente calidad. Miren los versículos 9 y 10. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, llamó al esposo, y le dijo: “Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.” La maña de la gente era servir primero el buen vino. Y cuando los invitados estaban medio borrachos, y no podían percibir el sabor de vino, les sacaba el chafa. Pero el vino que hizo Jesús del agua era tan bueno que aun la lengua saturada con el alcohol podía percibir su buen sabor.
Y miren el versículo 11. “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.” Lo que hizo Jesús en Caná de Galilea, transformar el agua en vino, es una señal que manifiesta su gloria. ¿Qué nos enseña esta señal acerca de Jesús?
Primero, Jesús es Dios el Creador todopoderoso. El hombre puede echarle al agua colorantes, saborizantes, aromatizantes, y todo lo que quiera. Pero, el agua nunca jamás se convertirá en vino. Agua es agua, y vino es vino. Pero Jesús transformó el agua en vino. Esto no lo puede hacer ningún ser humano. Sólo Dios el Creador lo puede hacer. Jesús es Dios el Creador todopoderoso.
Segundo, Jesús transforma a los hombres pecadores. Los hombres pecadores son como ‘el agua en las bodas’. Como vimos en lo anterior, el agua en las bodas es inútil. Asimismo, los hombres pecadores son inútiles. Entonces, dirán algunos: “Míralos, qué capacidades, habilidades y talentos tienen ellos.” Pero, los hombres naturales pecadores no sirven para la obra de Dios espiritual, ni para manifestar la gloria de Dios, ni para servir a otros. En 1 Corintios 2:14 dice: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” Los hombres pecadores piensan sólo en las cosas mundanales y carnales, y no entienden las cosas de Dios. Y ellos buscan su propia gloria y su propio beneficio. Por eso son inútiles para Dios y para otros.
También como el agua que no tiene sabor ni olor, asimismo los hombres pecadores no tienen sabor ni olor espirituales que le agradan a Dios. Más bien ellos tienen el veneno de pecado. El hombre natural está atestado de toda maldad: soberbia, orgullo, egoísmo, avaricia, fornicación, inmundicia, hipocresía, envidia, odio, engaños, etc. Por eso, lejos de agradar a Dios, entristece a Dios y hace enfermar a otros.
Pero, Jesús transforma a los hombres pecadores en los nuevos hombres que son como ‘el vino en las bodas’. Los hombres transformados en Cristo Jesús son útiles e indispensables para Dios y para otros. Esto no quiere decir que Jesús nos transforma en los hombres superdotados. Jesús transforma nuestro interior, y hace de nosotros nueva criatura (2 Corintios 5:17). Jesús transforma a los hombres soberbios en los hombres humildes, a los humanistas en los hombres de fe, a los rebeldes en los obedientes y a los egoístas en los hombres de amor. También en Jesús los hombres inmundos son transformados en los hombres limpios, los hombres tristes y obscuros en los hombres llenos de gozo y esperanza, los débiles en los hombres fuertes por fe y los hombres llenos de resentimiento y odio en los hombres llenos de amor. Entonces por nuestro interior transformado podemos ser útiles para la obra de Dios, y para su gloria, y para servir a otros.
También por nuestro interior transformado podemos agradar a Dios y a otros. En Romanos 8:29 dice que Dios nos conoció antes, y nos predestinó para que seamos hechos conforme a la imagen de su Hijo. Y en 2 Corintios 2:15 dice acerca de esta imagen de Jesús en nuestro interior, que para Dios somos grato olor de Cristo. Jesús nos transforma conforme a su imagen para que tengamos su olor y sabor, y seamos como el vino en las bodas que podamos agradar a Dios y a otros.
Y es un milagro esta transformación de los hombres pecadores en los nuevos hombres conforme a la imagen de Jesucristo. Ningún ser humano la puede hacer. Ninguna filosofía, religión, educación y disciplina de los hombres la puede hacer. Pero nuestro Señor Jesucristo puede transformar a los ho
Juan 2018 (3)
Palabra/ Juan 1:35-51
V.C./ Juan 1:38
¿Qué buscáis?
“Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?”
En esta palabra Jesús les pregunta a los que le siguen, diciendo: “¿Qué buscáis?” Y a nosotros también nos pregunta Jesús: “¿Qué buscan?” A través de esta palabra vamos a meditar qué hemos buscado, siguiéndole a Jesús. Y vamos a aprender por qué tenemos que buscar sólo a Jesús.
También podemos ver que Jesús conocía a Natanael hasta por dentro de su corazón, y antes que lo viera por primera vez. Entonces, ¿desde cuándo nos conoce a nosotros Jesús? Y ¿qué significado tiene para nosotros el hecho que Jesús nos conoce desde antes de la fundación del mundo?
Oro que a través de esta palabra renovemos el interés y propósito de nuestro corazón, y le sigamos a Jesús con la convicción de su llamamiento irrevocable. Amén.
I. ¿Qué buscáis? (35-42)
La semana pasada aprendimos que Juan el Bautista dio testimonio de Jesús, diciendo que él era el Cordero de Dios que quitaba el pecado del mundo, y el que se arrepintiera y se bautizara en su nombre recibiría el perdón de pecados, y Jesús le bautizaría con el Espíritu Santo. Ahora, si vemos los versículos 35 y 36, el siguiente día estaba Juan con dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, les dijo a sus discípulos: “He aquí el Cordero de Dios.” ¿Qué les querría decir Juan con esta palabra? Él les estaba presentando a sus discípulos a Jesús para que le siguieran. Él les estaba diciendo: “He aquí el Cordero de Dios. Síganle. Ya andando.” Y si vemos el versículo 37, le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.
Aquí podemos aprender la humildad que debemos tener como pastores de las ovejas. Juan podía decir a sus discípulos: “Ustedes son mis discípulos. Quédense conmigo hasta que muera yo.” Pero él no quiso tener a sus discípulos amarrados a sí mismo. Más bien les ayudó a mirar a Jesús y seguirle. Algunos pastores piensan que sus ovejas son ‘suyas’. Y si otros pastores reprenden a sus ovejas o les enseñan, se enojan. También dicen: “Esta universidad es mía, y esta ciudad es también mía. Aquí no prediquen la palabra.” Ellos son soberbios, y buscan su propia gloria.
Pero, las ovejas a quienes apacentamos no son de nosotros, sino de Dios. La BUAP y la ciudad de Puebla no son de nosotros. Más bien el Señor nos llamó a nosotros a servir a sus ovejas aquí. Siendo pastores de las ovejas, debemos ser humildes como Juan el Bautista. Tenemos que ayudarles a las ovejas a mirar a Jesús y seguirle. Y si otros pastores les ayudan a seguir a Jesús, lejos de enojarnos, debemos alegrarnos y agradecerles. Oro que seamos humildes como Juan, y a través de nosotros las ovejas conozcan a Jesús y le sigan para obtener la vida y la luz en él. Amén.
Ahora, vamos a ver el versículo 38. Volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: “¿Qué buscáis?” Y ellos le dijeron: “Maestro, ¿dónde moras?” Esta pregunta de los discípulos no significaba que ellos querían conocer la casa donde vivía Jesús. Ellos querían estar con Jesús, y aprender de él, y conocerlo.
Y ¿qué busca la gente, siguiéndole a Jesús? Muchos buscan solución de problemas y una vida más tranquila. Ellos buscan resolver problemas personales, o problemas familiares en Jesús. También quieren comportarse bien ante Dios, y tener una conciencia más tranquila. Algunos buscan sacar la carrera atorada. Y los que padecen de enfermedades buscan sanidad. Por otro lado, ya que nuestra iglesia es de los jóvenes, algunos vienen buscando su pareja. Y los que tienen negocio pueden seguirle a Jesús, buscando clientes en la iglesia. Los políticos pueden buscar votos. Y ¿los pastores? Pueden buscar tener a muchos discípulos, propia satisfacción y reconocimiento de la gente. Y, siendo nosotros pastores y misioneros auto sustentados, podemos buscar trabajo y dinero. También, viviendo en estos tiempos peligrosos, podemos buscar seguridad.
Y, cuando obtienen lo que buscaban, algunos se van, dejando de seguir a Jesús. Un joven quiso estudiar la Biblia, porque su vida era como una bola de hilo todo enredado, y él no sabía qué hacer con su vida. Pero, estudiando la Biblia, se le solucionaron sus problemas, y su vida se puso en orden. Entonces, él dijo: “Ya estoy completo”, y dejó de estudiar la Biblia. Y una joven vino a la iglesia, porque tenía miedo de hablar delante de la gente, y tenía sobrepeso. Ella recibió entrenamiento, y pudo superar esos problemas. Entonces dejó una cartita, y se fue. También algunos siguen a Jesús, buscando su pareja ideal, y al ver que no podría conseguirla, dejan de seguir a Jesús, sin decir ni siquiera adiós.
Pero, los dos discípulos que salen en esta palabra buscaban a Jesús mismo. Y ¿por qué debemos buscar a Jesús? En los últimos dos estudios hemos aprendido que Jesús es Dios eterno, y el Creador de todas las cosas. En Jesús hay la vida y la luz de los hombres. Jesús nos da la potestad de ser hechos hijos de Dios. A través de Jesús recibimos la gracia y la verdad de la salvación. Y Jesús el Cordero de Dios nos da el perdón de pecados y el don del Espíritu Santo. En Jesús hay todas las cosas que desea el ser humano. Por lo tanto, si tenemos a Jesús, tenemos todo, y si no tenemos a Jesús, aunque tuviéramos todas las cosas del mundo, no tenemos nada. Además, Jesús mismo es el tesoro mucho más valioso y apreciable que todas las cosas. Por esta razón debemos buscar a Jesús mismo.
Si vemos Lucas 17:11-19, diez hombres leprosos vinieron a Jesús, buscando sanidad. Jesús les dijo que fueran y se mostraran a los sacerdotes. Y mientras iban, fueron limpiados. Entonces, ¿qué hicieron ellos? Los nueve hombres se alegraron, y se olvidaron de Jesús, y se fueron. Pero uno volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Entonces Jesús le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado.” Él había venido a Jesús, buscando sanidad. Pero a través de su sanación él conoció a Jesús, y buscó a Jesús. Y Jesús le dio la salvación y la vida eterna.
Mali había vivido en sufrimiento. Y por la invitación de Moisés empezó a estudiar la Biblia. Ahora dice que se siente mejor. En la escuela también le va bien. Pero, a través de la palabra de Dios ella entendió que sin Jesús esta tranquilidad no es nada. Ahora ella está mirando a Jesús. Le agradezco a Dios porque él le abrió sus ojos espirituales, y le ayudó a buscar a Jesús mismo. Pero, aquellos, que buscan otras cosas, y al conseguirlas, dejan de seguir a Jesús, son tan necios que se aferran a las basuras, y abandonan el tesoro más valioso.
Ahora, ¿qué buscamos nosotros? Necesitamos hacernos esta pregunta no sólo cuando empezamos a seguir a Jesús, sino cada momento de nuestra vida. Nuestro interés y propósito debe ser Jesús mismo, y no otras cosas. Oro para que cada momento revisemos nuestro interior, y busquemos a Jesús, y en él obtengamos todas las bendiciones de Dios. Amén.
Y miren los versículos 39-41. Jesús les dijo: “Venid y ved.” Y ellos fueron, y se quedaron con Jesús aquel día desde como las cuatro de la tarde. Y ¿qué aconteció? Andrés, quien era uno de los dos, halló a su hermano Simón, y le dijo: “Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).” Andrés conoció que Jesús era el Mesías, a quien Dios había prometido enviar en las Escrituras. En tan solo menos de medio día lo conoció. ¿Cómo pudo conocer a Jesús en tan poco tiempo?
Andrés había sido discípulo de Juan el Bautista. Él ya se había arrepentido de sus pecados, y bautizado por Juan. Y estando con Juan, esperaba la manifestación del Cristo. Y cuando Juan le presentó a Jesús el Cordero de Dios, Andrés le siguió. Él buscaba al Mesías de todo su corazón. Y a él se dio a conocer Jesús a sí mismo. Jesús le declararía lo que decían de él en la ley y los profetas. Y al oír las palabras de Jesús, ardería el corazón de Andrés con gran emoción (Lucas 24:27,32). Y él conoció que Jesús era el Mesías.
En Jeremías 29:12 y 13 dijo Dios: “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.” Al que le busca de todo su corazón se da a conocer Dios a sí mismo. Oro que busquemos a Jesús mismo de todo nuestro corazón, y lo conozcamos más profundamente, y en él tengamos todas las bendiciones de Dios. Amén.
II. Antes te vi (43-51)
Vamos a ver los versículos 43-45. El siguiente día Jesús fue a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: “Sígueme.” Luego Felipe halló a Natanael, y le dijo: “Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.” Como Andrés, Felipe también buscaba al Mesías, y lo halló, e invitó a Natanael a conocerlo.
Pero, si vemos el versículo 46, Natanael le dijo a Felipe: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” Al oír esta palabra de Natanael, Felipe se daría cuenta de que Natanael tenía toda la razón. Porque, si vemos Miqueas 5:2, el Señor Dios eterno había de salir de Belén de Judea, no de Nazaret de Galilea. Pero, esta duda no pudo apagar la convicción y entusiasmo que tenía Felipe en su corazón. Por eso le dijo Felipe: “Ven y ve.” Y porque él hablaba con tanta emoción, Natanael fue a ver a Jesús.
Y vamos a ver los versículos 47 y 48. Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.” Entonces le dijo Natanael: “¿De dónde me conoces?” Él le querría decir: “¿Me has visto? Yo nunca te he visto.” Era la primera vez que se encontraban Jesús y Natanael. Pero Jesús ya lo conocía, y hasta por dentro de su corazón. Por eso quedó sorprendido Natanel. Y si vemos el versículo 48b, Jesús le dijo: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.” Es decir, Natanael se encontraba en un lugar debajo de una higuera, quizá medita
Juan 2018 (2)
Palabra/ Juan 1: 19-34
Versiculo clave/ Juan 1: 29
El Cordero de Dios
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
La palabra que vamos a escuchar hoy se trata del testimonio que dio Juan el Bautista de Cristo. En esta palabra podemos aprender la actitud que debemos tener como siervos del Señor. Sobre todo, vamos a aprender ‘quién es Jesús’, y ‘qué es lo que hizo él’. También aprendemos ‘qué es lo que tenemos que hacer’, y ‘qué gracia recibimos a través de Cristo Jesús’. Oro que por medio de esta palabra renovemos la gracia de Dios que hemos recibido en Jesucristo, y demos este mismo testimonio a muchos universitarios para que crean en Jesucristo, y reciban la gracia de Dios en su nombre. Amén.
I. Yo no soy digno (19-28)
Si vemos el versículo 19, los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntaran a Juan: “¿Tú, quién eres?” ¿Por qué les interesaría tanto saber quién era Juan el Bautista? Juan estaba predicando el bautismo en el desierto. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados (Marcos 1:5). Juan tenía tal poder espiritual, y surgía un gran movimiento de arrepentimiento en el pueblo. Y, si vemos Lucas 3:15, el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo. Entonces los líderes religiosos querían aclarar el asunto, y enviaron a los hombres a preguntarle: “¿Tú, quién eres?”
Y ¿qué fue el testimonio de Juan? Miren los versículos 20 y 21. “Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.” Juan pudo negar responderles, para que la gente siguiera en especulación acerca de él. Pero él confesó, diciendo que él no era el Cristo. Entonces le preguntaron: “¿Qué pues? ¿Eres tú Elías?” Dijo Juan: “No soy.” Y le volvieron a preguntar: “Eres tú el profeta?” Y respondió Juan: “No.” Sus respuestas eran cada vez más simples y tajantes: “Yo no soy el Cristo. No soy. No.”
Entonces, los que vinieron de Jerusalén le preguntaron intrigados: “¿Pues quién eres? Para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” (22) Y miren el versículo 23. Dijo Juan: “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.” ¿Cómo se caracteriza ‘la voz de uno’? La voz se oye, transmite el mensaje y desaparece. La voz no tiene cara, ni nombre. Juan dijo que él era la voz que clama y endereza el camino para el Señor. Él se humilló a sí mismo.
Y los hombres le reclamaron, diciendo: “¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?” Y ¿qué hizo Juan? ¿Trató de justificarse y defenderse? Miren los versículos 26 y 27. Ahora Juan ni siquiera habló de sí mismo, sino testificó de Cristo, diciendo: “Éste es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.” Juan dijo que el Cristo era Dios eterno que existía antes de él por la eternidad, y era tan grande que él no era digno ni siquiera de desatar la correa del calzado del Cristo.
Dios envió a Juan a preparar el camino del Señor, y le dio poder para cumplir su misión. Y al ver la obra que surgía por medio de él, la gente estaba maravillada por él. En ese momento Juan el Bautista se encontraba ante ‘la tentación de reconocimiento, alabanza y fama de los hombres’. ¡El pueblo pensaba que quizá él era el Cristo! Si la gente nos reconoce como alguien importante, nos sentimos padre. Y en el mundo la fama puede traer beneficios económicos. Por eso en YouTube muchos suben videos de sus tonterías para ganar la fama. Y mucha gente, que quiere ser famosa como actriz o cantante, aguanta el maltrato de los hombres que tienen poder e influencia en ese mundo. Así de fuerte es la tentación de la fama de los hombres.
Y ante esa tentación Juan el Bautista simplemente podía estar callado, disfrutando la especulación de los hombres. O podía decir: “Yo soy el enviado de Dios, el mensajero del Señor, el precursor del Mesías y el profeta Elías (Lucas 1:17).” Pero no hizo así. Juan se negó a sí mismo, se humilló y testificó del Cristo. Juan el Bautista conocía quién era el Cristo, y quién era él mismo, y testificó del Cristo para que la gente creyera en Cristo, y tuviera la vida y la luz en él.
Nosotros también podemos ser tentados por el reconocimiento, alabanza y fama de los hombres. Si en nuestra iglesia realiza alguien una obra de fe o crece el ministerio en número, lo reconocen otros, y lo quieren dar a conocer a todos. Y ¿qué es lo que debemos hacer en ese momento? Como Juan el Bautista, debemos negarnos a nosotros mismos, diciendo: “Yo no soy”, y humillarnos, diciendo: “Soy un siervo inútil” (Lucas 17:10), y testificar de Cristo Jesús, diciendo: “El Señor Jesús lo hizo todo.” Nosotros no debemos robar la gloria del Señor, ni estorbarla. Más bien debemos testificar de su gloria. Oro que guardemos en nuestro corazón esta imagen de humildad de Juan el Bautista, y a través de nosotros sólo la gloria de Jesucristo sea manifestada, y todos los universitarios que vienen a nuestra iglesia conozcan a Jesús, crean en él y tengan la vida y la luz en él. Amén.
II. El Cordero de Dios (29-34)
Y ¿qué fue otro testimonio de Juan el Bautista acerca de Cristo? Vamos a ver el versículo 29. “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Otros siervos de Dios testificaron de Jesús de diferentes maneras. En la Navidad del año pasado estudiamos la palabra del evangelio según Mateo. Él testificó que Jesús era ‘el rey de los judíos’. Y el profeta Isaías testificó que el Cristo era ‘Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno y Príncipe de Paz’ (Isaías 9:6). Pero Juan el Bautista dice que Jesús es ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’.
¿Qué nos trae a la mente esta palabra? En el Antiguo Testamento el cordero era ‘el sacrificio por el pecado del pueblo’. Pero, ¿por qué tenía que ser sacrificado el cordero por el pecado? Si vemos Génesis 2:17, dijo Dios: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” La mujer desobedeció la palabra de Dios, pensando que quizá no moriría (Génesis 3:3). Y muchos desechan la palabra de Dios y cometen pecados, pensando: “No pasa nada.” Pero, esto es la mentira del diablo. En Romanos 6:23 dice que la paga del pecado es muerte. El que comete pecado, sea grande o sea pequeño, tiene que morir, derramando su sangre (Levíticos 17:11). Por esta razón el hombre pecador tiene miedo de Dios, y no puede ir ante la presencia de Dios.
Además, mientras viva en este mundo, el ser humano tiene que sufrir bajo la maldición de Dios por su pecado (Génesis 3:16-19). La mujer sufre tremendamente por el machismo del hombre, y a pesar de todo su maltrato sigue deseando el amor del hombre. Y el hombre sufre, trabajando para comer y sobrevivir, sin misión, ni propósito de vida, ni significado de su existencia en este mundo.
Y no es todo el sufrimiento en la vida de este mundo. Después viene lo peor. Muchos se suicidan, porque están cansados de sufrir, y piensan que con la muerte se terminaría ese sufrimiento. Pero después de la muerte, viene el juicio de Dios (Hebreos 9:27). El hombre pecador será condenado a sufrir eternamente en el lago del infierno que arde con fuego y azufre (Apocalipsis 21:8).
Pero, si vemos Génesis 3:15, Dios le dio al hombre pecador el camino de la salvación por medio de Cristo. Y ¿cómo sería esa salvación? Para enseñar esto a Israel le dio Dios ‘el sacrificio del cordero’ en el Antiguo Testamento.
Primero, nosotros sabemos bien la historia del Éxodo. En aquel tiempo Israel se encontraba esclavizado bajo el poder de faraón en Egipto. Dios envió a Moisés a faraón, y le ordenó que librara a Israel. Pero a pesar de las nueve plagas con las que Dios había herido a Egipto, el faraón no quiso obedecerle a Dios. Entonces Dios decidió golpearlo con la última plaga, que era la muerte de todos los primogénitos en Egipto. Y porque se encontraba Israel en medio de los egipcios, también le tocaría la mortandad. Pero, si vemos Éxodo 12:5-13, Dios dijo a Moisés que cada familia de Israel inmolara un cordero, y pusiera su sangre en los dos postes y en el dintel de las casas en que se encontraban. El cordero fue inmolado en lugar de Israel, y por su sangre fueron librados de la muerte.
También en Levíticos 23:19 dice: “Ofreceréis además un macho cabrío por expiación, y dos corderos de un año en sacrificio de ofrenda de paz.” Mientras haya el pecado entre Dios y el hombre, no puede haber paz. Pero Dios dijo que sacrificaran el cordero como ofrenda de paz. Es decir, el cordero era sacrificado por el pecado de Israel en lugar de él. Y Dios tomaba la sangre del cordero como la vida del pueblo, y le perdonaba sus pecados, y le daba paz para con Dios.
Cuando Juan el Bautista testificó de Jesucristo, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, él pensaba en el cordero de sacrificio del Antiguo Testamento. Pero, Jesucristo es el Cordero ‘de Dios’, es decir, que Dios lo preparó y envió al mundo. Y Dios cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:6). Y Jesús, igual que el cordero de la pascua y el cordero de sacrificio de ofrenda de paz, fue inmolado y sacrificado en la cruz, y su sangre fue derramada por nuestros pecados. Y por su muerte, por su sangre derramada en la cruz el pecado de todos nosotros fue quitado de entre Dios y nosotros. Por eso, si vemos Mateo 27:51, cuando Jesús murió en la cruz, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. En el templo de Jerusalén había dos lugares: el Lugar Santo donde los sacerdotes hacían sus oficios, y el Lugar Santísimo en la que se encontraba el arca del pacto que simbolizaba la presencia
Juan 2018 (1)
Palabra/ Juan 1: 1-18
Versículo clave/ Juan 1: 14
El Verbo hecho carne
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
El evangelio según Mateo y el evangelio según Lucas comienzan con la historia del nacimiento de Jesucristo. Y el evangelio según Marcos empieza con la predicación de Juan el Bautista. Pero el evangelio según Juan inicia, hablando acerca de ‘el Verbo’. El primer capítulo de este evangelio que vamos a escuchar hoy nos enseña ‘quién es el Verbo’, ‘qué hay en el Verbo’, ‘a quiénes les da el Verbo la potestad de ser hechos hijos de Dios’ y ‘qué hizo el Verbo para darle al hombre la vida y la luz sólo por fe’. Oro que a través de esta palabra conozcamos a Jesucristo más profundamente. Oro que creamos en su nombre, y nos gocemos del privilegio de ser hechos hijos de Dios, de su vida y luz, y de gracia y verdad que vienen por medio de Jesucristo. Amén.
Primero, ¿quién es el Verbo? (1-3) Vamos a ver el versículo 1a. “En el principio era el Verbo.” ¿No les suena este versículo? Precisamente Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” ‘En el principio’ es cuando comenzaron el tiempo, el espacio y el material, es decir, el universo. Y antes de ese principio se llama ‘la eternidad’. Entonces, dice el versículo 1: “En el principio era el Verbo.” ¿Qué significa esta palabra? Antes que existieran el tiempo, el espacio y el material, ya era el Verbo. Por la eternidad existe el Verbo, como Dios. El Verbo es eterno, y no tiene principio ni fin.
Y el versículo 1 sigue diciendo: “y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.” Esta palabra nos enseña acerca de ‘la relación entre el Verbo y Dios’. Y ¿qué significaría que el Verbo era con Dios? ¿Significaría que el Verbo estaba al lado de Dios, y trabajaba con Dios en la creación? Si fuera así, podría haber momentos cuando el Verbo no esté con Dios, y separado de él. Pero, en Juan 10:30 dice Jesús: “Yo y el Padre uno somos.” También en el versículo 38 del mismo capítulo dice Jesús: “para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.” Estas palabras nos enseñan que Jesús y Dios están ‘unidos e inseparables’. Así que la palabra ‘el Verbo era con Dios’ no significa simplemente que el Verbo estaba con Dios de lado a lado, sino su unión inseparable.
Y esta palabra ‘el Verbo era con Dios’ también implica que el Verbo y Dios son dos personas individuales. Pero, dice el versículo 1: “y el Verbo era Dios.” Esta palabra quiere decir que el Verbo es ‘igual a Dios’. El Verbo es idéntico a Dios en todo: su sabiduría, poder, amor, voluntad, personalidad, etc. Así que el Verbo y Dios son dos personas individuales, pero iguales, y unidos e inseparables.
También vamos a ver los versículos 2 y 3. “Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” Esta palabra significa que el Verbo es el Creador de todas las cosas. Si vemos Génesis 1:1, dice que en el principio creó Dios los cielos y la tierra. Pero, ¿de qué manera creó Dios todas las cosas? En Génesis 1:3, 6, 9, 11, 14, 20, 24 y 26 dice repetidamente: “Dijo Dios, y fue así.” Dios creó todas las cosas ‘por su Palabra’. Entonces el Verbo es el Creador de todo el universo, como lo es Dios. Acerca de esto en Hebreos 11:3 dice: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” El Verbo es el Creador todopoderoso.
Ahora, ¿quién es el Verbo? El Verbo es eterno, unido con Dios e inseparable, igual a Dios y el Creador del universo. Y si vemos los versículos 14 y 17 de este capítulo, Jesucristo es el Verbo hecho carne. Así que Jesucristo es eterno. Por la eternidad existe Jesús unido con Dios, siendo igual a Dios. Y él es el Creador de todas las cosas.
Pero, algunos necios andan enseñando que Jesucristo es criatura de Dios, e inferior a él. Según ellos, Dios estaba solo, y en algún momento se le ocurrió crear al Verbo. Pero, a la luz de esta palabra podemos ver claramente que eso es mentira. El Verbo existe por la eternidad, unido con Dios e inseparable, y es igual a Dios, y no es una criatura, sino es el Creador de todas las cosas. Así que Jesucristo, quien es el Verbo hecho carne, es ‘el Dios santo’. Y por eso Jesús pudo cargar en sí todos nuestros pecados, y morir en lugar de nosotros, y darnos la salvación. Aquellos, que enseñan que Jesús es una criatura de Dios, quieren negar la salvación por medio de Jesucristo. Pero, Jesús es Dios eterno, y es nuestro Salvador (Isaías 9:6).
Segundo, ¿qué hay en el Verbo? (4,5) Miren el versículo 4. “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” En el Verbo hay la vida. Y ¿a qué se refiere ‘la vida’ que hay en el Verbo? ¿Se referirá a la vida física? No es así. Porque, si fuera la vida física, todos los que no tienen el Verbo, deberían de estar muertos. Pero muchos hombres no tienen la Palabra de Dios, pero tienen la vida física. Entonces la vida que hay en el Verbo no se refiere a la vida física, sino a la vida espiritual.
Y ¿qué es la vida espiritual? Cuando Dios creó al hombre, antes de cometer el pecado, el hombre tenía paz para con Dios, agradecimiento y amor a Dios, verdadera satisfacción y felicidad, gozo, libertad, propósito y dirección de la vida, etc. Esto es la vida espiritual. Y esta vida espiritual hay en el Verbo, y es la luz de los hombres.
Pero, el ser humano perdió esta vida espiritual. ¿Cómo la perdió? La perdió por desobedecer la Palabra de Dios. En Génesis 3:17 dijo Dios: “Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.” El hombre desobedeció la Palabra de Dios, desechó el Verbo, y perdió la vida y la luz, que hay en el Verbo.
Y los hombres del mundo, aunque andan vivos físicamente, estudiando, trabajando, casándose, y disfrutando las cosas del mundo, pero están muertos espiritualmente y moran en las tinieblas (Efesios 2:1). Por sus pecados ellos están destituidos, es decir, quitados y separados de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Y ellos tienen miedo de Dios (Génesis 3:10). Aunque dicen que no creen en Dios, se angustian por el miedo que no se puede explicar. Y muchos piensan que Dios los está vigilando, y los va a castigar. Por eso no tienen paz en su corazón. También, aunque ganan dinero, amor humano, conocimientos, poder y fama en el mundo, nunca se sacian. Ellos no encuentran verdadera satisfacción y felicidad, y viven una vida cansada. Acerca de esto en Eclesiastés 1:8 y 9 dice: “Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.” Y los hombres que no tienen la vida espiritual y andan en las tinieblas están atestados, es decir, completamente llenos de toda maldad. En Romanos 1:28-32 dice que ellos tienen una mente reprobada, y practican cosas que no convienen. Y no sólo las hacen, sino se juntan para animarse unos a otros para practicarlas. Y el fin de ellos es ser condenados y echados en el infierno. En Hebreos 9:27 dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.”
En el Verbo hay la vida y la luz. Pero el ser humano desobedeció y desechó el Verbo, y perdió la vida y la luz. Y en el mundo los hombres andan muertos espiritualmente, y en las tinieblas, destituidos de la gloria de Dios, con miedo, sin encontrar la verdadera satisfacción y felicidad, atestados de toda maldad y esperando el juicio final. ¡Qué miserable llegó a ser el hombre por desechar al Verbo! Pero miren el versículo 5. “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.” El hombre desechó al Verbo. Pero el Verbo no hizo así con el hombre, sino con su luz resplandeció a los hombres que moraban en las tinieblas. El Verbo los salvó de las tinieblas, y los llamó a su luz admirable (1 Pedro 2:9). ¿Cómo lo hizo?
Tercero, ¿a quiénes les da el Verbo la potestad de ser hechos hijos de Dios? (6-13) Vamos a ver los versículos 6-8. Dios envió a Juan el Bautista para que diera testimonio de la luz, a fin de que todos ‘creyeran’. Y miren el versículo 9. Después de Juan el Bautista, aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, vino a este mundo. Y ¿qué hicieron los hombres con aquella luz verdadera? En los versículos 10 y 11 dice: “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.” Estando en el mundo, Jesucristo enseñó a los hombres la palabra de Dios. Y la gente se admiraba de su doctrina, porque tenía autoridad (Marcos 1:22). También hizo las obras milagrosas. Jesús calmó la tempestad, alimentó a cinco mil hombres con los cinco panes y los dos peces, resucitó a los muertos, aun a Lázaro que hedía ya, sanó las enfermedades incurables humanamente (ciego de nacimiento, leprosos, cojos, etc.) y echó fuera demonios. ¿Quién podría hacer estas obras? Sólo Dios mismo las puede hacer. Por eso, cuando Nicodemo vino a ver a Jesús, confesó que por las obras que hacía Jesús sabía él que Jesús había venido de Dios (Juan 3:2). Pero, sabiendo que Jesús era el Señor, no le conocieron, y no le recibieron. Le rechazaron intencionalmente. ¿Por qué le rechazaron? En Juan 3:19 dice: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” La luz verdadera vino al mundo, y alumbró a los hombres que moraban en las tinieblas. Y se descubrieron sus obras malas. Entonces, ellos tenían que arrepentirse de sus pecados, y venir a la luz verdadera. Pero,