Juan 6_22_71 Yo soy el pan de vida
Update: 2018-03-18
Description
Juan 2018 (10)
Palabra/ Juan 622-71
V.C./ Juan 6:54
Jesús, el pan de vida
“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
La semana pasada estudiamos que Jesús alimentó a cinco mil hombres con los cinco panes de cebada y los dos pececillos que le trajo Andrés por fe. Entonces, en la palabra que vamos a escuchar hoy la gente buscaba a Jesús para que le siguiera dando panes y peces. Pero, Jesús le dijo que él mismo era el pan de vida. Y aunque la gente no creía en él, Jesús todavía le dijo que tendría que comer su carne y beber su sangre para tener vida eterna.
Nosotros por la palabra de Dios hemos creído en Jesús. Hemos comido la carne de Jesús y bebido su sangre. Pero, oro que a través de esta palabra renovemos nuestra fe en Jesús, y nuestra vida espiritual de comer su carne y beber su sangre cada día. Y oro que en esta conferencia de semana santa las ovejas coman la carne de Jesús y beban su sangre, y tenga vida eterna. Amén.
I. Yo soy el pan de vida (22-46)
Vamos a ver los versículos 22-25. El día siguiente, después que Jesús había alimentado a una gran multitud con tan sólo cinco panes de cebada y dos pececillos, la gente buscaba a Jesús. Ellos habían visto que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. Entonces, ¿dónde podría estar Jesús? Y mientras estaban ellos perplejos, otras barcas procedentes de otro lado arribaron a ese lugar. Ellos habrían de haber oído la señal de Jesús, y también vinieron en busca de Jesús. Y cuando vio la gente que Jesús no estaba allí, suponiendo que estaría con sus discípulos, fueron a Capernaum. Y hallándole allí, le dijeron con mucho gusto: “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?” Ellos buscaban a Jesús, utilizando su razón, discutiendo entre ellos y yendo de un lado a otro. Pero, ¿por qué lo buscaban con tanto esmero y diligencia?
Vamos a ver el versículo 26. Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.” La gente buscaba a Jesús no porque había visto su gran poder y creía que él era el Hijo de Dios, sino porque quería que Jesús le diera otra vez panes y peces hasta saciarse.
Pero, Jesús vino al mundo no para darle al hombre el pan, sino vida eterna (Mateo 4:4). Por eso en el versículo 27 les dijo Jesús: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.” Entonces los hombres le preguntaron: “¿Qué debemos hacer? ¿Qué son las obras de Dios que tenemos que hacer para que nos des esa comida?” (28) Y miren el versículo 29. Jesús les dijo: “Esta es la obra de Dios que creáis en el que él ha enviado.”
Y, ¿entendieron ellos la palabra de Jesús, y creyeron en él? Vamos a ver el versículo 30. “¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?” ¿Acaso no había hecho Jesús ninguna señal para que vieran que él era el Hijo de Dios, y creyeran en él? Jesús había convertido agua en vino en Caná de Galilea (Juan 2:1-11). Jesús había sanado al hijo de un oficial del rey de una enfermedad mortal (Juan 4:43-54). Jesús había levantado al paralítico de Betesda, quien había padecido durante treinta y ocho años (Juan 5:1-18). Y justo el día anterior Jesús había alimentado a cinco mil hombres con cinco panes de cebada y dos pececillos (Juan 6:1-15). Y ellos le estaban pidiendo otra señal para creer en él.
Pero, si vemos el versículo 31, podemos ver qué era lo que realmente ellos le estaban pidiendo a Jesús. “Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.” Ellos no entendieron la palabra de Jesús, ni creían en él, y solamente le seguían pidiendo pan. Como en el tiempo de Éxodo sus padres comieron el maná en el desierto, ellos querían que Jesús les diera pan del cielo, sin que ellos trabajaran en la tierra.
Y ¿qué les dijo Jesús? Miren los versículos 32 y 33. “De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.” El pan que comemos para mantener nuestra vida física proviene de la tierra, de abajo. Y aunque el maná fue dado del cielo, no era el verdadero pan del cielo. Porque el maná también era la comida material que perecía igual que cualquier pan que sale de la tierra. Entonces, ¿por qué les habría dado Dios a los israelitas el maná desde el cielo? El maná es la sombra y figura de Cristo Jesús, quien descendió del cielo, de parte de Dios, y da vida al mundo. Jesús es ‘el verdadero pan del cielo’.
Pero, si vemos el versículo 34, ellos seguían sin entender la palabra de Jesús, y le dijeron: “Señor, danos siempre este pan.” Ellos seguían pensando en el pan para llenar su barriga. Entonces en el versículo 35 les dijo Jesús: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.”
Aquí podemos aprender que hay dos tipos de panes: ‘el pan material de este mundo que perece’, y ‘el pan espiritual del cielo que nos da vida eterna’. La gente que sale en esta palabra buscaba a Jesús por el pan para saciar su estómago. Y no sólo por esto, sino por muchas razones busca la gente a Jesús. Algunos buscan a Jesús para que les ayude con sus problemas financieros. Los que emprenden su negocio le claman a Jesús, diciendo: “Señor, aunque mi principio es pequeño, mi postrer estado sea muy grande.” (Job 8:7) Y otros buscan a Jesús, porque están enfermos, o tienen conflictos en su familia o en su trabajo. También lo buscan para salir adelante en la escuela, o para conseguir una pareja. La gente piensa que, si consiguiera estas cosas, sería satisfecha y feliz. Y por supuesto que Jesús le puede dar todas estas cosas, porque él es Dios el Creador todopoderoso.
Pero, estas cosas son el pan material de este mundo que por fin perece. Al comer este pan, cuando consigue la gente estas cosas que desea, siente satisfacción. Pero esa satisfacción no es espiritual, ni permanece a vida eterna. Todas estas cosas del mundo perecen, y el hombre vuelve a tener hambre y sed en su interior.
En cambio, Jesús es la comida que a vida eterna permanece. Jesús es el verdadero pan del cielo. Él es el pan de vida, el pan espiritual, que le da al hombre vida eterna. Y sólo Jesús le puede dar al hombre verdadera satisfacción y felicidad. El que come este pan, ya no tiene hambre y sed de las cosas mundanales. Con esto podemos saber que, si uno ya ha comido el verdadero pan del cielo, o no.
Ahora, y cada día tenemos que hacernos una pregunta: “¿Qué es lo que buscamos, siguiendo a Jesús? ¿El pan material de este mundo que perece, o el pan espiritual que nos da verdadera satisfacción y vida eterna?” Oro que no seamos necios como la gente de esta palabra y como otros muchos, sino prudentes, y no busquemos el pan material de este mundo que perece, sino el pan que nos da vida eterna, a Jesús mismo. Oro que cada día renovemos este propósito y meta en nuestro corazón, y participemos en la conferencia de semana santa con el deseo de conocer más a Jesús y ganarlo. Amén.
En lo anterior vimos que Jesús le declaró a la gente, diciendo: “Yo soy el verdadero pan del cielo, el pan de vida.” Y ¿cómo fue la reacción de ellos? Si vemos el versículo 36, la gente no creía en Jesús, aunque había visto muchas señales de él. Y lejos de creer, en los versículos 41 y 42 dice que murmuraban de él los judíos, diciendo. “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?” Intencionalmente miraban ellos sólo el aspecto humano de Jesús, y no creía que Jesús había venido del cielo, de parte de Dios para darle al hombre vida eterna.
Hoy en día la gente sigue siendo igual que estos judíos. Una persona hizo entrevista a algunos judíos acerca de Jesús. Y ellos dijeron: “Jesús nació de un padre. Él era un judío. Jesús es el fundador del cristianismo. La gente que no puede pensar por sí mismo depende de Jesús.” La gente no ve las señales que hizo Jesús, sino sólo su aspecto humano, y no cree en él. Entonces, ¿qué les dijo Jesús a aquellos que no creían en él?
II. El que come mi carne y bebe mi sangre (47-71)
Si vemos los versículos 47-51a, Jesús les reiteró, diciendo: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre.”
Y miren el versículo 51b. A la gente que no creía en él le dijo Jesús algo todavía más difícil de creer. “Y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.” Jesús decía que él era el pan de vida, y el que comiera de él viviría para siempre. Y ahora dice que él daría su carne para que el hombre la coma y tenga vida eterna. ¿Qué está diciendo Jesús? ¿Cómo que él daría su carne para que la gente se la coma? Efectivamente, si vemos el versículo 52, los judíos no entendían esta palabra. Ellos contendían entre sí, diciendo: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Ellos pensaban que la palabra de Jesús era en el sentido literal.
Y vamos a ver los versículos 53 y 54. Ahora habla Jesús no sólo comer su carne, sino hasta beber su sangre. “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Y en los siguientes versículos 56-58 Jesús habla otras tres veces más de comer su carne y beber su sangre.
Entonces, ¿significaría esta palabra lit
Palabra/ Juan 622-71
V.C./ Juan 6:54
Jesús, el pan de vida
“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
La semana pasada estudiamos que Jesús alimentó a cinco mil hombres con los cinco panes de cebada y los dos pececillos que le trajo Andrés por fe. Entonces, en la palabra que vamos a escuchar hoy la gente buscaba a Jesús para que le siguiera dando panes y peces. Pero, Jesús le dijo que él mismo era el pan de vida. Y aunque la gente no creía en él, Jesús todavía le dijo que tendría que comer su carne y beber su sangre para tener vida eterna.
Nosotros por la palabra de Dios hemos creído en Jesús. Hemos comido la carne de Jesús y bebido su sangre. Pero, oro que a través de esta palabra renovemos nuestra fe en Jesús, y nuestra vida espiritual de comer su carne y beber su sangre cada día. Y oro que en esta conferencia de semana santa las ovejas coman la carne de Jesús y beban su sangre, y tenga vida eterna. Amén.
I. Yo soy el pan de vida (22-46)
Vamos a ver los versículos 22-25. El día siguiente, después que Jesús había alimentado a una gran multitud con tan sólo cinco panes de cebada y dos pececillos, la gente buscaba a Jesús. Ellos habían visto que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. Entonces, ¿dónde podría estar Jesús? Y mientras estaban ellos perplejos, otras barcas procedentes de otro lado arribaron a ese lugar. Ellos habrían de haber oído la señal de Jesús, y también vinieron en busca de Jesús. Y cuando vio la gente que Jesús no estaba allí, suponiendo que estaría con sus discípulos, fueron a Capernaum. Y hallándole allí, le dijeron con mucho gusto: “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?” Ellos buscaban a Jesús, utilizando su razón, discutiendo entre ellos y yendo de un lado a otro. Pero, ¿por qué lo buscaban con tanto esmero y diligencia?
Vamos a ver el versículo 26. Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.” La gente buscaba a Jesús no porque había visto su gran poder y creía que él era el Hijo de Dios, sino porque quería que Jesús le diera otra vez panes y peces hasta saciarse.
Pero, Jesús vino al mundo no para darle al hombre el pan, sino vida eterna (Mateo 4:4). Por eso en el versículo 27 les dijo Jesús: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.” Entonces los hombres le preguntaron: “¿Qué debemos hacer? ¿Qué son las obras de Dios que tenemos que hacer para que nos des esa comida?” (28) Y miren el versículo 29. Jesús les dijo: “Esta es la obra de Dios que creáis en el que él ha enviado.”
Y, ¿entendieron ellos la palabra de Jesús, y creyeron en él? Vamos a ver el versículo 30. “¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?” ¿Acaso no había hecho Jesús ninguna señal para que vieran que él era el Hijo de Dios, y creyeran en él? Jesús había convertido agua en vino en Caná de Galilea (Juan 2:1-11). Jesús había sanado al hijo de un oficial del rey de una enfermedad mortal (Juan 4:43-54). Jesús había levantado al paralítico de Betesda, quien había padecido durante treinta y ocho años (Juan 5:1-18). Y justo el día anterior Jesús había alimentado a cinco mil hombres con cinco panes de cebada y dos pececillos (Juan 6:1-15). Y ellos le estaban pidiendo otra señal para creer en él.
Pero, si vemos el versículo 31, podemos ver qué era lo que realmente ellos le estaban pidiendo a Jesús. “Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.” Ellos no entendieron la palabra de Jesús, ni creían en él, y solamente le seguían pidiendo pan. Como en el tiempo de Éxodo sus padres comieron el maná en el desierto, ellos querían que Jesús les diera pan del cielo, sin que ellos trabajaran en la tierra.
Y ¿qué les dijo Jesús? Miren los versículos 32 y 33. “De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.” El pan que comemos para mantener nuestra vida física proviene de la tierra, de abajo. Y aunque el maná fue dado del cielo, no era el verdadero pan del cielo. Porque el maná también era la comida material que perecía igual que cualquier pan que sale de la tierra. Entonces, ¿por qué les habría dado Dios a los israelitas el maná desde el cielo? El maná es la sombra y figura de Cristo Jesús, quien descendió del cielo, de parte de Dios, y da vida al mundo. Jesús es ‘el verdadero pan del cielo’.
Pero, si vemos el versículo 34, ellos seguían sin entender la palabra de Jesús, y le dijeron: “Señor, danos siempre este pan.” Ellos seguían pensando en el pan para llenar su barriga. Entonces en el versículo 35 les dijo Jesús: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.”
Aquí podemos aprender que hay dos tipos de panes: ‘el pan material de este mundo que perece’, y ‘el pan espiritual del cielo que nos da vida eterna’. La gente que sale en esta palabra buscaba a Jesús por el pan para saciar su estómago. Y no sólo por esto, sino por muchas razones busca la gente a Jesús. Algunos buscan a Jesús para que les ayude con sus problemas financieros. Los que emprenden su negocio le claman a Jesús, diciendo: “Señor, aunque mi principio es pequeño, mi postrer estado sea muy grande.” (Job 8:7) Y otros buscan a Jesús, porque están enfermos, o tienen conflictos en su familia o en su trabajo. También lo buscan para salir adelante en la escuela, o para conseguir una pareja. La gente piensa que, si consiguiera estas cosas, sería satisfecha y feliz. Y por supuesto que Jesús le puede dar todas estas cosas, porque él es Dios el Creador todopoderoso.
Pero, estas cosas son el pan material de este mundo que por fin perece. Al comer este pan, cuando consigue la gente estas cosas que desea, siente satisfacción. Pero esa satisfacción no es espiritual, ni permanece a vida eterna. Todas estas cosas del mundo perecen, y el hombre vuelve a tener hambre y sed en su interior.
En cambio, Jesús es la comida que a vida eterna permanece. Jesús es el verdadero pan del cielo. Él es el pan de vida, el pan espiritual, que le da al hombre vida eterna. Y sólo Jesús le puede dar al hombre verdadera satisfacción y felicidad. El que come este pan, ya no tiene hambre y sed de las cosas mundanales. Con esto podemos saber que, si uno ya ha comido el verdadero pan del cielo, o no.
Ahora, y cada día tenemos que hacernos una pregunta: “¿Qué es lo que buscamos, siguiendo a Jesús? ¿El pan material de este mundo que perece, o el pan espiritual que nos da verdadera satisfacción y vida eterna?” Oro que no seamos necios como la gente de esta palabra y como otros muchos, sino prudentes, y no busquemos el pan material de este mundo que perece, sino el pan que nos da vida eterna, a Jesús mismo. Oro que cada día renovemos este propósito y meta en nuestro corazón, y participemos en la conferencia de semana santa con el deseo de conocer más a Jesús y ganarlo. Amén.
En lo anterior vimos que Jesús le declaró a la gente, diciendo: “Yo soy el verdadero pan del cielo, el pan de vida.” Y ¿cómo fue la reacción de ellos? Si vemos el versículo 36, la gente no creía en Jesús, aunque había visto muchas señales de él. Y lejos de creer, en los versículos 41 y 42 dice que murmuraban de él los judíos, diciendo. “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?” Intencionalmente miraban ellos sólo el aspecto humano de Jesús, y no creía que Jesús había venido del cielo, de parte de Dios para darle al hombre vida eterna.
Hoy en día la gente sigue siendo igual que estos judíos. Una persona hizo entrevista a algunos judíos acerca de Jesús. Y ellos dijeron: “Jesús nació de un padre. Él era un judío. Jesús es el fundador del cristianismo. La gente que no puede pensar por sí mismo depende de Jesús.” La gente no ve las señales que hizo Jesús, sino sólo su aspecto humano, y no cree en él. Entonces, ¿qué les dijo Jesús a aquellos que no creían en él?
II. El que come mi carne y bebe mi sangre (47-71)
Si vemos los versículos 47-51a, Jesús les reiteró, diciendo: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre.”
Y miren el versículo 51b. A la gente que no creía en él le dijo Jesús algo todavía más difícil de creer. “Y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.” Jesús decía que él era el pan de vida, y el que comiera de él viviría para siempre. Y ahora dice que él daría su carne para que el hombre la coma y tenga vida eterna. ¿Qué está diciendo Jesús? ¿Cómo que él daría su carne para que la gente se la coma? Efectivamente, si vemos el versículo 52, los judíos no entendían esta palabra. Ellos contendían entre sí, diciendo: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Ellos pensaban que la palabra de Jesús era en el sentido literal.
Y vamos a ver los versículos 53 y 54. Ahora habla Jesús no sólo comer su carne, sino hasta beber su sangre. “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Y en los siguientes versículos 56-58 Jesús habla otras tres veces más de comer su carne y beber su sangre.
Entonces, ¿significaría esta palabra lit
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