Juan 1_19-34 El Cordero de Dios
Update: 2018-01-21
Description
Juan 2018 (2)
Palabra/ Juan 1: 19-34
Versiculo clave/ Juan 1: 29
El Cordero de Dios
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
La palabra que vamos a escuchar hoy se trata del testimonio que dio Juan el Bautista de Cristo. En esta palabra podemos aprender la actitud que debemos tener como siervos del Señor. Sobre todo, vamos a aprender ‘quién es Jesús’, y ‘qué es lo que hizo él’. También aprendemos ‘qué es lo que tenemos que hacer’, y ‘qué gracia recibimos a través de Cristo Jesús’. Oro que por medio de esta palabra renovemos la gracia de Dios que hemos recibido en Jesucristo, y demos este mismo testimonio a muchos universitarios para que crean en Jesucristo, y reciban la gracia de Dios en su nombre. Amén.
I. Yo no soy digno (19-28)
Si vemos el versículo 19, los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntaran a Juan: “¿Tú, quién eres?” ¿Por qué les interesaría tanto saber quién era Juan el Bautista? Juan estaba predicando el bautismo en el desierto. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados (Marcos 1:5). Juan tenía tal poder espiritual, y surgía un gran movimiento de arrepentimiento en el pueblo. Y, si vemos Lucas 3:15 , el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo. Entonces los líderes religiosos querían aclarar el asunto, y enviaron a los hombres a preguntarle: “¿Tú, quién eres?”
Y ¿qué fue el testimonio de Juan? Miren los versículos 20 y 21. “Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.” Juan pudo negar responderles, para que la gente siguiera en especulación acerca de él. Pero él confesó, diciendo que él no era el Cristo. Entonces le preguntaron: “¿Qué pues? ¿Eres tú Elías?” Dijo Juan: “No soy.” Y le volvieron a preguntar: “Eres tú el profeta?” Y respondió Juan: “No.” Sus respuestas eran cada vez más simples y tajantes: “Yo no soy el Cristo. No soy. No.”
Entonces, los que vinieron de Jerusalén le preguntaron intrigados: “¿Pues quién eres? Para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” (22) Y miren el versículo 23. Dijo Juan: “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.” ¿Cómo se caracteriza ‘la voz de uno’? La voz se oye, transmite el mensaje y desaparece. La voz no tiene cara, ni nombre. Juan dijo que él era la voz que clama y endereza el camino para el Señor. Él se humilló a sí mismo.
Y los hombres le reclamaron, diciendo: “¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?” Y ¿qué hizo Juan? ¿Trató de justificarse y defenderse? Miren los versículos 26 y 27. Ahora Juan ni siquiera habló de sí mismo, sino testificó de Cristo, diciendo: “Éste es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.” Juan dijo que el Cristo era Dios eterno que existía antes de él por la eternidad, y era tan grande que él no era digno ni siquiera de desatar la correa del calzado del Cristo.
Dios envió a Juan a preparar el camino del Señor, y le dio poder para cumplir su misión. Y al ver la obra que surgía por medio de él, la gente estaba maravillada por él. En ese momento Juan el Bautista se encontraba ante ‘la tentación de reconocimiento, alabanza y fama de los hombres’. ¡El pueblo pensaba que quizá él era el Cristo! Si la gente nos reconoce como alguien importante, nos sentimos padre. Y en el mundo la fama puede traer beneficios económicos. Por eso en YouTube muchos suben videos de sus tonterías para ganar la fama. Y mucha gente, que quiere ser famosa como actriz o cantante, aguanta el maltrato de los hombres que tienen poder e influencia en ese mundo. Así de fuerte es la tentación de la fama de los hombres.
Y ante esa tentación Juan el Bautista simplemente podía estar callado, disfrutando la especulación de los hombres. O podía decir: “Yo soy el enviado de Dios, el mensajero del Señor, el precursor del Mesías y el profeta Elías (Lucas 1:17 ).” Pero no hizo así. Juan se negó a sí mismo, se humilló y testificó del Cristo. Juan el Bautista conocía quién era el Cristo, y quién era él mismo, y testificó del Cristo para que la gente creyera en Cristo, y tuviera la vida y la luz en él.
Nosotros también podemos ser tentados por el reconocimiento, alabanza y fama de los hombres. Si en nuestra iglesia realiza alguien una obra de fe o crece el ministerio en número, lo reconocen otros, y lo quieren dar a conocer a todos. Y ¿qué es lo que debemos hacer en ese momento? Como Juan el Bautista, debemos negarnos a nosotros mismos, diciendo: “Yo no soy”, y humillarnos, diciendo: “Soy un siervo inútil” (Lucas 17:10 ), y testificar de Cristo Jesús, diciendo: “El Señor Jesús lo hizo todo.” Nosotros no debemos robar la gloria del Señor, ni estorbarla. Más bien debemos testificar de su gloria. Oro que guardemos en nuestro corazón esta imagen de humildad de Juan el Bautista, y a través de nosotros sólo la gloria de Jesucristo sea manifestada, y todos los universitarios que vienen a nuestra iglesia conozcan a Jesús, crean en él y tengan la vida y la luz en él. Amén.
II. El Cordero de Dios (29-34)
Y ¿qué fue otro testimonio de Juan el Bautista acerca de Cristo? Vamos a ver el versículo 29. “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Otros siervos de Dios testificaron de Jesús de diferentes maneras. En la Navidad del año pasado estudiamos la palabra del evangelio según Mateo. Él testificó que Jesús era ‘el rey de los judíos’. Y el profeta Isaías testificó que el Cristo era ‘Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno y Príncipe de Paz’ (Isaías 9:6). Pero Juan el Bautista dice que Jesús es ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’.
¿Qué nos trae a la mente esta palabra? En el Antiguo Testamento el cordero era ‘el sacrificio por el pecado del pueblo’. Pero, ¿por qué tenía que ser sacrificado el cordero por el pecado? Si vemos Génesis 2:17 , dijo Dios: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” La mujer desobedeció la palabra de Dios, pensando que quizá no moriría (Génesis 3:3). Y muchos desechan la palabra de Dios y cometen pecados, pensando: “No pasa nada.” Pero, esto es la mentira del diablo. En Romanos 6:23 dice que la paga del pecado es muerte. El que comete pecado, sea grande o sea pequeño, tiene que morir, derramando su sangre (Levíticos 17:11 ). Por esta razón el hombre pecador tiene miedo de Dios, y no puede ir ante la presencia de Dios.
Además, mientras viva en este mundo, el ser humano tiene que sufrir bajo la maldición de Dios por su pecado (Génesis 3:16-19). La mujer sufre tremendamente por el machismo del hombre, y a pesar de todo su maltrato sigue deseando el amor del hombre. Y el hombre sufre, trabajando para comer y sobrevivir, sin misión, ni propósito de vida, ni significado de su existencia en este mundo.
Y no es todo el sufrimiento en la vida de este mundo. Después viene lo peor. Muchos se suicidan, porque están cansados de sufrir, y piensan que con la muerte se terminaría ese sufrimiento. Pero después de la muerte, viene el juicio de Dios (Hebreos 9:27 ). El hombre pecador será condenado a sufrir eternamente en el lago del infierno que arde con fuego y azufre (Apocalipsis 21:8).
Pero, si vemos Génesis 3:15 , Dios le dio al hombre pecador el camino de la salvación por medio de Cristo. Y ¿cómo sería esa salvación? Para enseñar esto a Israel le dio Dios ‘el sacrificio del cordero’ en el Antiguo Testamento.
Primero, nosotros sabemos bien la historia del Éxodo. En aquel tiempo Israel se encontraba esclavizado bajo el poder de faraón en Egipto. Dios envió a Moisés a faraón, y le ordenó que librara a Israel. Pero a pesar de las nueve plagas con las que Dios había herido a Egipto, el faraón no quiso obedecerle a Dios. Entonces Dios decidió golpearlo con la última plaga, que era la muerte de todos los primogénitos en Egipto. Y porque se encontraba Israel en medio de los egipcios, también le tocaría la mortandad. Pero, si vemos Éxodo 12:5-13, Dios dijo a Moisés que cada familia de Israel inmolara un cordero, y pusiera su sangre en los dos postes y en el dintel de las casas en que se encontraban. El cordero fue inmolado en lugar de Israel, y por su sangre fueron librados de la muerte.
También en Levíticos 23:19 dice: “Ofreceréis además un macho cabrío por expiación, y dos corderos de un año en sacrificio de ofrenda de paz.” Mientras haya el pecado entre Dios y el hombre, no puede haber paz. Pero Dios dijo que sacrificaran el cordero como ofrenda de paz. Es decir, el cordero era sacrificado por el pecado de Israel en lugar de él. Y Dios tomaba la sangre del cordero como la vida del pueblo, y le perdonaba sus pecados, y le daba paz para con Dios.
Cuando Juan el Bautista testificó de Jesucristo, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, él pensaba en el cordero de sacrificio del Antiguo Testamento. Pero, Jesucristo es el Cordero ‘de Dios’, es decir, que Dios lo preparó y envió al mundo. Y Dios cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:6). Y Jesús, igual que el cordero de la pascua y el cordero de sacrificio de ofrenda de paz, fue inmolado y sacrificado en la cruz, y su sangre fue derramada por nuestros pecados. Y por su muerte, por su sangre derramada en la cruz el pecado de todos nosotros fue quitado de entre Dios y nosotros. Por eso, si vemos Mateo 27:51 , cuando Jesús murió en la cruz, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. En el templo de Jerusalén había dos lugares: el Lugar Santo donde los sacerdotes hacían sus oficios, y el Lugar Santísimo en la que se encontraba el arca del pacto que simbolizaba la presencia
Palabra/ Juan 1: 19-34
Versiculo clave/ Juan 1: 29
El Cordero de Dios
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
La palabra que vamos a escuchar hoy se trata del testimonio que dio Juan el Bautista de Cristo. En esta palabra podemos aprender la actitud que debemos tener como siervos del Señor. Sobre todo, vamos a aprender ‘quién es Jesús’, y ‘qué es lo que hizo él’. También aprendemos ‘qué es lo que tenemos que hacer’, y ‘qué gracia recibimos a través de Cristo Jesús’. Oro que por medio de esta palabra renovemos la gracia de Dios que hemos recibido en Jesucristo, y demos este mismo testimonio a muchos universitarios para que crean en Jesucristo, y reciban la gracia de Dios en su nombre. Amén.
I. Yo no soy digno (19-28)
Si vemos el versículo 19, los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntaran a Juan: “¿Tú, quién eres?” ¿Por qué les interesaría tanto saber quién era Juan el Bautista? Juan estaba predicando el bautismo en el desierto. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados (Marcos 1:5). Juan tenía tal poder espiritual, y surgía un gran movimiento de arrepentimiento en el pueblo. Y, si vemos Lucas 3:15 , el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo. Entonces los líderes religiosos querían aclarar el asunto, y enviaron a los hombres a preguntarle: “¿Tú, quién eres?”
Y ¿qué fue el testimonio de Juan? Miren los versículos 20 y 21. “Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.” Juan pudo negar responderles, para que la gente siguiera en especulación acerca de él. Pero él confesó, diciendo que él no era el Cristo. Entonces le preguntaron: “¿Qué pues? ¿Eres tú Elías?” Dijo Juan: “No soy.” Y le volvieron a preguntar: “Eres tú el profeta?” Y respondió Juan: “No.” Sus respuestas eran cada vez más simples y tajantes: “Yo no soy el Cristo. No soy. No.”
Entonces, los que vinieron de Jerusalén le preguntaron intrigados: “¿Pues quién eres? Para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” (22) Y miren el versículo 23. Dijo Juan: “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.” ¿Cómo se caracteriza ‘la voz de uno’? La voz se oye, transmite el mensaje y desaparece. La voz no tiene cara, ni nombre. Juan dijo que él era la voz que clama y endereza el camino para el Señor. Él se humilló a sí mismo.
Y los hombres le reclamaron, diciendo: “¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?” Y ¿qué hizo Juan? ¿Trató de justificarse y defenderse? Miren los versículos 26 y 27. Ahora Juan ni siquiera habló de sí mismo, sino testificó de Cristo, diciendo: “Éste es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.” Juan dijo que el Cristo era Dios eterno que existía antes de él por la eternidad, y era tan grande que él no era digno ni siquiera de desatar la correa del calzado del Cristo.
Dios envió a Juan a preparar el camino del Señor, y le dio poder para cumplir su misión. Y al ver la obra que surgía por medio de él, la gente estaba maravillada por él. En ese momento Juan el Bautista se encontraba ante ‘la tentación de reconocimiento, alabanza y fama de los hombres’. ¡El pueblo pensaba que quizá él era el Cristo! Si la gente nos reconoce como alguien importante, nos sentimos padre. Y en el mundo la fama puede traer beneficios económicos. Por eso en YouTube muchos suben videos de sus tonterías para ganar la fama. Y mucha gente, que quiere ser famosa como actriz o cantante, aguanta el maltrato de los hombres que tienen poder e influencia en ese mundo. Así de fuerte es la tentación de la fama de los hombres.
Y ante esa tentación Juan el Bautista simplemente podía estar callado, disfrutando la especulación de los hombres. O podía decir: “Yo soy el enviado de Dios, el mensajero del Señor, el precursor del Mesías y el profeta Elías (Lucas 1:17 ).” Pero no hizo así. Juan se negó a sí mismo, se humilló y testificó del Cristo. Juan el Bautista conocía quién era el Cristo, y quién era él mismo, y testificó del Cristo para que la gente creyera en Cristo, y tuviera la vida y la luz en él.
Nosotros también podemos ser tentados por el reconocimiento, alabanza y fama de los hombres. Si en nuestra iglesia realiza alguien una obra de fe o crece el ministerio en número, lo reconocen otros, y lo quieren dar a conocer a todos. Y ¿qué es lo que debemos hacer en ese momento? Como Juan el Bautista, debemos negarnos a nosotros mismos, diciendo: “Yo no soy”, y humillarnos, diciendo: “Soy un siervo inútil” (Lucas 17:10 ), y testificar de Cristo Jesús, diciendo: “El Señor Jesús lo hizo todo.” Nosotros no debemos robar la gloria del Señor, ni estorbarla. Más bien debemos testificar de su gloria. Oro que guardemos en nuestro corazón esta imagen de humildad de Juan el Bautista, y a través de nosotros sólo la gloria de Jesucristo sea manifestada, y todos los universitarios que vienen a nuestra iglesia conozcan a Jesús, crean en él y tengan la vida y la luz en él. Amén.
II. El Cordero de Dios (29-34)
Y ¿qué fue otro testimonio de Juan el Bautista acerca de Cristo? Vamos a ver el versículo 29. “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Otros siervos de Dios testificaron de Jesús de diferentes maneras. En la Navidad del año pasado estudiamos la palabra del evangelio según Mateo. Él testificó que Jesús era ‘el rey de los judíos’. Y el profeta Isaías testificó que el Cristo era ‘Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno y Príncipe de Paz’ (Isaías 9:6). Pero Juan el Bautista dice que Jesús es ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’.
¿Qué nos trae a la mente esta palabra? En el Antiguo Testamento el cordero era ‘el sacrificio por el pecado del pueblo’. Pero, ¿por qué tenía que ser sacrificado el cordero por el pecado? Si vemos Génesis 2:17 , dijo Dios: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” La mujer desobedeció la palabra de Dios, pensando que quizá no moriría (Génesis 3:3). Y muchos desechan la palabra de Dios y cometen pecados, pensando: “No pasa nada.” Pero, esto es la mentira del diablo. En Romanos 6:23 dice que la paga del pecado es muerte. El que comete pecado, sea grande o sea pequeño, tiene que morir, derramando su sangre (Levíticos 17:11 ). Por esta razón el hombre pecador tiene miedo de Dios, y no puede ir ante la presencia de Dios.
Además, mientras viva en este mundo, el ser humano tiene que sufrir bajo la maldición de Dios por su pecado (Génesis 3:16-19). La mujer sufre tremendamente por el machismo del hombre, y a pesar de todo su maltrato sigue deseando el amor del hombre. Y el hombre sufre, trabajando para comer y sobrevivir, sin misión, ni propósito de vida, ni significado de su existencia en este mundo.
Y no es todo el sufrimiento en la vida de este mundo. Después viene lo peor. Muchos se suicidan, porque están cansados de sufrir, y piensan que con la muerte se terminaría ese sufrimiento. Pero después de la muerte, viene el juicio de Dios (Hebreos 9:27 ). El hombre pecador será condenado a sufrir eternamente en el lago del infierno que arde con fuego y azufre (Apocalipsis 21:8).
Pero, si vemos Génesis 3:15 , Dios le dio al hombre pecador el camino de la salvación por medio de Cristo. Y ¿cómo sería esa salvación? Para enseñar esto a Israel le dio Dios ‘el sacrificio del cordero’ en el Antiguo Testamento.
Primero, nosotros sabemos bien la historia del Éxodo. En aquel tiempo Israel se encontraba esclavizado bajo el poder de faraón en Egipto. Dios envió a Moisés a faraón, y le ordenó que librara a Israel. Pero a pesar de las nueve plagas con las que Dios había herido a Egipto, el faraón no quiso obedecerle a Dios. Entonces Dios decidió golpearlo con la última plaga, que era la muerte de todos los primogénitos en Egipto. Y porque se encontraba Israel en medio de los egipcios, también le tocaría la mortandad. Pero, si vemos Éxodo 12:5-13, Dios dijo a Moisés que cada familia de Israel inmolara un cordero, y pusiera su sangre en los dos postes y en el dintel de las casas en que se encontraban. El cordero fue inmolado en lugar de Israel, y por su sangre fueron librados de la muerte.
También en Levíticos 23:19 dice: “Ofreceréis además un macho cabrío por expiación, y dos corderos de un año en sacrificio de ofrenda de paz.” Mientras haya el pecado entre Dios y el hombre, no puede haber paz. Pero Dios dijo que sacrificaran el cordero como ofrenda de paz. Es decir, el cordero era sacrificado por el pecado de Israel en lugar de él. Y Dios tomaba la sangre del cordero como la vida del pueblo, y le perdonaba sus pecados, y le daba paz para con Dios.
Cuando Juan el Bautista testificó de Jesucristo, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, él pensaba en el cordero de sacrificio del Antiguo Testamento. Pero, Jesucristo es el Cordero ‘de Dios’, es decir, que Dios lo preparó y envió al mundo. Y Dios cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:6). Y Jesús, igual que el cordero de la pascua y el cordero de sacrificio de ofrenda de paz, fue inmolado y sacrificado en la cruz, y su sangre fue derramada por nuestros pecados. Y por su muerte, por su sangre derramada en la cruz el pecado de todos nosotros fue quitado de entre Dios y nosotros. Por eso, si vemos Mateo 27:51 , cuando Jesús murió en la cruz, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. En el templo de Jerusalén había dos lugares: el Lugar Santo donde los sacerdotes hacían sus oficios, y el Lugar Santísimo en la que se encontraba el arca del pacto que simbolizaba la presencia
Comments
In Channel