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Juan_1_31-35_Como yo os he hecho

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Update: 2018-06-03
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Juan 2018 (19)
Palabra/ Juan 13:1-35
V.C./ Juan 13: 14,15

Como yo os he hecho

“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.”

Los capítulos del evangelio según Juan son 21 en total. Entre ellos los doce que hemos estudiado hablan de ‘las señales’ que hizo Jesús (Juan 12:37 ), enseñándonos que Jesús es el Hijo de Dios, igual a Dios. Y a partir del capítulo 13 hasta el 17 son las palabras que dijo Jesús a sus discípulos en la última cena. Y la palabra que vamos a escuchar hoy es lo primero que enseñó Jesús en aquella noche antes de su crucifixión.
En esta palabra Jesús nos enseña dos cosas: ‘qué relación quiere Jesús entre él y nosotros’, y ‘qué quiere Jesús que hagamos entre nosotros’. Oro que en este tiempo entendamos la importancia de esta palabra, y la guardemos con todo nuestro corazón y con toda nuestra fuerza. Oro que, obedeciendo esta palabra, todo lo que hagamos sea agradable ante los ojos de Dios, y estemos unidos en Jesús, guardemos nuestra fe en este mundo y sirvamos la obra de salvación como el cuerpo de Cristo. Amén.

I. Jesús lavó los pies de sus discípulos (1-11)

Vamos a ver el versículo 1a. “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre.” Era la noche anterior de su crucifixión. ‘Pasarse de este mundo al Padre’ se refiere a su ascensión al trono celestial. Pero, antes de ese triunfo glorioso, Jesús tendría que sufrir la muerte en la cruz. Y supo que su hora había llegado.
Y ¿cómo sería entregado Jesús? El versículo 2 dice: “como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase.” Si vemos esta palabra, parece ser que la muerte de Jesús fuera por la obra del diablo, y por causa de la traición de Judas Iscariote. Pero, en el versículo 3 dice que supo Jesús que Dios le había encargado de la salvación de todos los hombres, y que Dios le había enviado al mundo, y volvería a Dios. La muerte de Jesús en la cruz no era derrota ante el diablo, ni fracaso por la traición de Judas Iscariote. Era conforme a la voluntad del Dios Soberano para la salvación de toda la humanidad, y después Jesús volvería a tomar su poder y gloria en el reino celestial.
Y ¿qué hizo Jesús en ese momento? Miren el versículo 1b. “como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.” ‘Los amó hasta el fin’ – en otras palabras, podríamos decir: ‘los amó hasta el momento de morir’, ‘los amó, aunque estaba turbado y angustiado (Juan 12:27 )’, ‘los amó, aunque tenía su propio problema tan difícil’, ‘los amó aun en esa situación en la que no podría amar a otros’. Así es el amor de Jesús para con nosotros, incambiable y absoluto. Aun la muerte en la cruz no lo pudo cambiar. Jesús nunca dejará de amarnos a nosotros, hasta que entremos en el reino de Dios, y para siempre.

Ahora, ¿qué hizo Jesús en la última cena? Vamos a ver los versículos 4 y 5. “se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.” Aquí nos llama la atención una cosa, que el apóstol Juan menciona lo que hizo Jesús muy detalladamente, uno por uno: ‘se levantó, se quitó su mando, tomó una toalla, se la ciñó, puso agua en un lebrillo, comenzó a lavar los pies de los discípulos, y enjugarlos’. ¿Por qué de esta manera describiría Juan lo que hizo Jesús? Así de impactante e impresionante fue para él, y para otros discípulos, lo que hizo Jesús en esa noche. Ellos se quedarían perplejos, sin poder entender lo que hacía Jesús, y sin saber qué hacer.
Entonces, vamos a ver los versículos 6-11. Cuando vino Jesús a lavar los pies de Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿tú me lavas los pies?” Y aunque Jesús le dijo que lo entendería después, Pedo siguió insistiendo con terquedad: “No me lavarás los pies jamás.” Entonces en el versículo 8b Jesús le dijo: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Y ahora Pedro quería que Jesús le lavara no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Y miren el versículo 10. A él le dijo Jesús: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.” ¿Qué significaría en esta palabra ‘lavarse todo’ y ‘lavarse los pies’? Esta palabra tiene un significado espiritual. En Apocalipsis 1:5 dice: “y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.” Jesús fue castigado y crucificado por nuestros pecados, y derramó su sangre. ‘Lavarse todo’ es ‘lavarnos de todos nuestros pecados con la sangre de Jesucristo en el momento que creemos en Jesús por primera vez’. Y ‘lavarse los pies’ es ‘lavarnos de los pecados mal olientes y sucios que cometemos cada momento y cada día, mientras vivamos en este mundo’. Si ya hemos creído que Jesús derramó su sangre en la cruz por todos nuestros pecados, estamos lavados todo y limpios. Y no necesitamos volver a hacerlo otra vez. Pero, aunque creemos en Jesús, aún no estamos transformados completamente, y seguimos en este mundo lleno de pecados y tentaciones. Por eso es inevitable que cometamos pecados sucios y mal olientes. Por lo tanto, necesitamos llevar nuestros pies sucios, nuestros pecados ante Jesús para ser lavados con su sangre.

Especialmente en el versículo 8b dice Jesús: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Si no llevamos nuestros pecados sucios ante Jesús para ser lavados con su sangre, dice Jesús que no tendremos nada que ver con él. Aquí podemos entender ‘qué relación quiere Jesús entre él y nosotros’. Nosotros tenemos varios tipos de relación con Jesús. Jesús es nuestro Señor, y él nos llamó como sus siervos para servir la obra de Dios. Por eso podemos pensar que, si trabajamos mucho en la obra de Dios, y establecemos a muchos discípulos, tendremos mucha parte con Jesús. También Jesús es nuestro Maestro, y somos sus discípulos. Y podemos pensar cuánto más lucha hagamos por imitarlo y seguir su ejemplo, tanto más parte tendremos con él. Pero, en esta palabra dice Jesús que, si no somos lavados los pies con su sangre, no tendremos nada que ver con él. Es cierto que, aunque uno trabaje mucho en la obra de Dios, y levante a muchos discípulos, si no confiesa sus pecados ante Jesús cada momento, y es lavado con su sangre, se vuelve orgulloso y soberbio. Y pensando que él mismo ha trabajado, y él mismo ha levantado la iglesia, roba la gloria de Dios. También, aunque uno hace la lucha por obedecer la palabra de Dios, e imitar a Jesús, si no lleva sus pecados sucios y viles ante Jesús, esa persona se hace hipócrita. Aparentemente será un santo, pero por dentro estará lleno de inmundicia y soberbia, que nunca ha lavado. Por lo tanto, podemos decir que en nuestra relación con Jesús lo más fundamental e importante es llevar nuestros pecados ante Jesús cada momento y cada día, y ser lavados con su sangre. Entonces, podemos ser utilizados en la obra de Dios preciosamente, y glorificar el nombre de Dios (2 Timoteo 2:21 ). También podemos ser transformados conforme a la imagen de Jesús desde lo profundo de nuestro interior.

Pero, si no llevamos nuestros pies sucios a Jesús para ser lavados con su sangre, Jesús no nos puede lavar. En los versículos 21-30 podemos ver cómo trataba Jesús de lavar los pies de Judas Iscariote. Si vemos el versículo 21, Jesús estaba muy triste, al pensar en Judas quien le entregaría a Jesús a la muerte, y sufriría la perdición eterna. Por eso, cuando otros discípulos le preguntaron quién era aquel que le había de entregar, Jesús señaló a Judas Iscariote (26). Lo hizo Jesús para que él se arrepintiera de su pecado, y fuera lavado con la sangre de Jesucristo. Pero Judas no se arrepintió. Y si vemos el versículo 27, fue apoderado por Satanás. Y por fin salió a las tinieblas, a la perdición eterna (30). Jesús derramó su sangre en la cruz para lavarnos de todos nuestros pecados. No hay ningún pecado que no pueda ser lavado con la sangre de Jesús. Pero, Judas Iscariote no quiso llevar sus pies sucios y mal olientes ante Jesús. Y Jesús no pudo lavarle los pies. Y Judas Iscariote no tuvo ninguna parte con Jesús.
Pero, oro que el Espíritu Santo nos ayude a tener un corazón humilde y sincero, para que le llevemos a Jesús nuestros pies sucios cada momento y cada día. Oro que sobre esta relación con Jesús podamos agradar a Dios con todo lo que hagamos en la obra de salvación y en nuestra vida personal. Amén.

II. Vosotros también hagáis (12-35)

Vamos a ver los versículos 12-14a. Después que les hubo lavado los pies Jesús, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: “¿Sabéis lo que os he hecho?” Y les explica ‘qué fue lo que hizo’, y ‘por qué lo hizo’.
Primero, en los versículos 13 y 14a dice Jesús: “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies…” ¿Quién es Jesús? Él es el Señor y el Maestro. Y ¿qué hizo? Lavó los pies de sus discípulos. Aquí podemos ver ‘la humildad, la paciencia, el trabajo y el amor de Jesús’. ¿Qué tan asombrosa es la humildad de Jesús? En el mundo los políticos y los ricos se enaltecen sobre sus subordinados y sus empleados. Y los menosprecian, los ponen a trabajar como esclavos, les insultan, les golpean y no les pagan de manera justa. Los grandes y poderosos del mundo maltratan a los pequeños y débiles, como si fueran menos que aun la mugre de sus pies. Pero, Jesús es el Señor de señores y el Maestro de todo el universo, no el presidente de un país, ni el dueño de una empresa. Y siendo tan grande y poderoso, se humilló, y lavó los pies de sus discípulos. ¿Quién se habría imaginado esto, y quién podría ente
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