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Juan 14_1_31 No se turbe vuestro corazón

Juan 14_1_31 No se turbe vuestro corazón

Update: 2018-06-10
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Juan 2018 (20)
Palabra/ Juan 14:1-31
V.C./ Juan 14:1

No se turbe vuestro corazón

“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.”

En esta palabra Jesús empieza, diciéndoles a sus discípulos: “No se turbe vuestro corazón.” Y al final vuelve a decirles: “La paz os dejo, mi paz os doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (27) Los discípulos estaban turbados, y no tenían paz. A ellos les enseña Jesús tres cosas para que tengan paz y tranquilidad en su corazón. Nosotros también, viviendo esta vida tan corta y limitada, y en medio de este mundo lleno de problemas, dificultades y tribulaciones, podemos estar turbados y sin paz. Por eso, oro que oigamos atentamente esta palabra, y creamos en Jesús, y tengamos paz en nuestro corazón. Amén.

Vamos a ver el versículo 1a. “No se turbe vuestro corazón.” ‘Estar turbado’ significa ‘estar aturdido por un impacto emocional, confundido, angustiado y preocupado’. Y ¿por qué se encontrarían así los discípulos? Si vemos el capítulo anterior los versículos 33 y 36, Jesús les decía que él se iría, pero a donde él iba, ellos no podrían ir. Entonces, ¿los abandonaría Jesús? ¿Quedarían solos ellos en el mundo? Y ¿qué harían ellos solos? Y ¿qué hay de todo lo que ellos han hecho para seguirle a Jesús? ¿Volvería en vano todo? Podemos entender por qué estaban turbados los discípulos. Pero, a ellos les dice Jesús: “No se turbe vuestro corazón.” Y les enseña ‘tres cosas’ que deben creer para tener paz.

Primero, creer que Jesús vendrá otra vez, y llevará a sus discípulos a la casa del Padre (1-11). En el versículo 1b dice Jesús: “creéis en Dios, creed también en mí.” Y ¿qué deben creer los discípulos? Miren los versículos 2 y 3. “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” Aquí Jesús les habla tres cosas paso por paso: ‘a dónde va’, ‘a qué va’ y ‘luego qué hará’. ¿A dónde va Jesús? Va a la casa del Padre Dios. ¿A qué va? Va a preparar lugar para sus discípulos. ¿Luego qué hará? Luego vendrá otra vez a tomarlos a sí mismo para que estén con él eternamente en el reino de Dios. Los discípulos necesitaban creer esto para tener paz, y no estar turbados.

Y esto lo deben creer, no sólo los discípulos de Jesús, sino todos los hombres sin ninguna excepción. Porque el ser humano, sea quien sea, tarde o temprano, algún día tiene que morir, e irse de este mundo. Buda era el príncipe de una dinastía. Pero él abandonó todo para ser libre del ciclo de nacer, envejecer, enfermarse y morir. Y el emperador Shi de la dinastía Qin, quien unificó a toda China por primera vez en la historia, envió a sus súbditos por todo el mundo para encontrar hierbas medicinales que le pudieran dar la vida eterna. Pero, por fin murieron ellos. Y todos los hombres mueren.
Y, al salir de este mundo, ¿a dónde iría? Muchos no lo saben, ni piensan sobre esto. Más bien no pueden creer que iría a la casa del Padre Dios para morar eternamente allí. ¿Por qué no pueden creer esto? ¿Cómo podrían creerlo, viviendo ellos lejos de Dios, sin tomarlo en cuenta, en sus pecados? Después de haber vivido alejados de Dios, al morir y salir de este mundo, ¿podrían decirle a Dios: “Padre, vine a morar en tu casa para vida eterna.”? Y ¿acaso les diría Dios: “Oh, claro que sí. Entren a mi casa. Bienvenidos.”? Ellos mismos saben que nunca jamás sucederá así. Al contrario, les dirá Dios: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:23 ) Entonces, algunos dirán: “A mí no me interesa entrar en el reino de Dios. Porque será muy aburrido, ya que no habrá bares, ni discotecas.” Pero, ellos no saben que, si no pueden entrar en el reino de Dios, serán echados en el infierno para sufrir eternamente.
Y sin tener la fe y esperanza de la vida eterna en la casa del Padre Dios, sin tener esta seguridad del futuro, los hombres no pueden tener verdadera paz y tranquilidad en lo profundo de su corazón. Tenga lo que tenga, y disfrute lo que disfrute en este mundo, aunque fuera el más rico del mundo, aunque tuviera el amor ideal para su vida y aunque tuviera el más grande poder y conocimiento del mundo, sufre turbado en su corazón. Por lo tanto, para que no se turbe su corazón, todo hombre debe arrepentirse de sus pecados, y reconciliarse con el Padre Dios, y tener fe y esperanza que Jesús lo llevará al reino de Dios para que viva allí eternamente.

Antes de creer en el evangelio de Jesucristo, nosotros también vivíamos en el mundo lejos de Dios, en nuestros pecados, sufriendo con un corazón turbado. La verdad no entendíamos el por qué. Pero todo el tiempo teníamos miedo e intranquilidad en lo profundo de nuestro corazón.
Pero, le agradecemos y alabamos a nuestro Señor Jesús, porque él nos llamó al arrepentimiento de nuestros pecados, y a creer en su evangelio para que seamos reconciliados con Dios por su sangre derramada en la cruz por nosotros. Y Jesús nos dio esta fe y esperanza que vendrá él otra vez en el día postrero, y nos llevará consigo a la casa del Padre Dios para que vivamos eternamente a su lado. Por esta fe y esperanza nosotros tenemos paz y tranquilidad en medio de este mundo, sin importar qué tenemos, y qué sufrimos. Porque sabemos que algún día se acabará esta vida, y gozaremos de eterna felicidad en la casa de nuestro Padre Dios. Oro para que guardemos esta fe y esperanza, y tengamos verdadera paz, mientras vivamos en este mundo. Amén.

Pero, vamos a ver el versículo 4. Jesús les dice: “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.” ¿Por qué les diría así Jesús? Porque los discípulos seguían con la cara turbada, y además con la cara que no entendían lo que decía Jesús. Pero, los discípulos debían de saber a dónde iría Jesús, y el camino. En el evangelio según Juan salen siete señales que hizo Jesús. Y estas señales demuestran que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, igual a Dios, enviado de Dios. Cuando Jesús sanó al hombre ciego de nacimiento, dijo él: “Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.” (Juan 9:32 ,33). Y Jesús vino al mundo a dar a conocer a Dios, y a darnos el camino al reino de Dios (Juan 1:18 ; Marcos 1:15 ).
Pero, los discípulos no sabían a dónde iba Jesús, ni el camino. Miren el versículo 5. En efecto le dijo Tomás: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” Por eso les dijo Jesús la famosa palabra del versículo 6. “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” En esta palabra Jesús enseña que todo hombre tiene que ir al Padre Dios. Pero la cuestión es que Dios es santo. Dios no permite ningún pecado, sea grande o pequeño. Por eso el hombre pecador no puede estar ante su presencia, y está condenado a la muerte física, y después de la muerte, al infierno etermo. Pero Dios tuvo misericordia de nosotros, y envió a su Hijo Jesucristo para darnos ‘el camino al Padre Dios’. Y dice Jesús: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.” ¿Qué hizo Jesús para ser el camino al Padre? Nuestro Señor Jesús cargó todos nuestros pecados en su cuerpo, y fue condenado, castigado y muerto en la cruz. Y al morir Jesús en la cruz por nosotros, se rasgó el velo del templo de Jerusalén en dos, de arriba abajo, el cual simbolizaba la separación entre Dios y nosotros por nuestros pecados (Mateo 27:51 ). De esta manera Jesús se hizo el camino al Padre Dios, la única verdad de nuestra salvación, y la vida eterna para nosotros. Y todo aquel que cree en Jesús tiene libertad para entrar ante la presencia de Dios por medio de la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió (Hebreos 10:19 ,20).

Pero, ahora Felipe le dijo desesperadamente: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.” Entonces, miren los versículos 9 y 10a. Le dijo Jesús: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?” Aquí podemos ver cómo se sentía Jesús, al ver que sus discípulos aún no habían conocido al verdadero aspecto de Jesús. Si vemos los versículos 10b y 11, por medio de sus palabras y obras Jesús les había enseñado que él era igual a Dios. Cuando Jesús dijo al paralítico: “Hombre, tus pecados te son perdonados”, dijeron los fariseos: “¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lucas 5:21 ) También cuando se levantó una gran tempestad contra la barca en la que iban él y sus discípulos, Jesús reprendió al viento, y dijo al mar: “Calla, enmudece.” (Marcos 4:39 ) Y a Lázaro que estaba muerto, y llevaba ya cuatro días en el sepulcro le dijo Jesús: “¡Lázaro, ven fuera!” Verdaderamente las palabras de Jesús son de Dios, o de un hombre loco. Pero no sólo dijo Jesús estas palabras maravillosas, sino hizo las obras asombras que declaraban que Jesús era igual a Dios. Los discípulos le habían seguido a Jesús, oyendo sus palabras con sus oídos, y viendo sus obras con sus propios ojos. Pero con todo aún no sabían quién era Jesús. Ya el siguiente día sería crucificado Jesús para la salvación de toda la humanidad. Y un poco después ascendería a la diestra del trono de Dios. Pero los discípulos andaban totalmente perdidos. Por eso estaban turbados en su corazón, y no tenían paz.

Pero, Jesús había venido de Dios a dar a conocer a Dios a los hombres, y a darles el camino al Padre. Y nuestro Señor Jesús fue a la casa del Padre, a preparar lugar para nosotros. Y en el día postrero vendrá otra vez para llevarnos al reino de Dios. Oro para que creamos esto, y tengamos verdadera paz en nuestro corazón. Amén.

Segundo, creer que Jesús hace todo lo que pedimos en su nombre (12-14). Vamos a ver el versí
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