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Juan 2_1_22 De agua a vino

Juan 2_1_22 De agua a vino

Update: 2018-02-04
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Juan 2018 (4)
Palabra/ Juan 2:1-22
V.C./ Juan 2:11

De agua a vino

“Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.”

En la palabra que vamos a escuchar hoy salen dos señales. En la primera Jesús transforma agua en vino. Y en la segunda Jesús purifica el templo hecho casa de mercado, y da la señal de resurrección a los judíos que le pedían la señal del Hijo de Dios. A través de estas dos señales podemos aprender ‘quién es Jesús’, y ‘qué es la obra que hace él’. También podemos aprender ‘qué es lo que debemos hacer para que Jesús nos pueda purificar y transformar para su gloria’.
Oro que obedezcamos a esta palabra, y sigamos siendo transformados conforme a la imagen de Jesús, y seamos utilizados en esta obra de purificar y transformar a los universitarios. Amén.

I. De agua a vino (1-12)

La semana pasada estudiamos que Jesús llamó a unos discípulos. Y vamos a ver los versículos 1 y 2. Al tercer día de haberlos llamado, se hicieron unas bodas en Caná de Galilea. Este pueblo se encontraba a unos kilómetros al noreste de Nazaret. Y estaba allí la madre de Jesús, y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.
En nuestra vida hay varios motivos para hacer fiestas: cuando nace una nueva vida, cuando cumplimos años, cuando nos graduamos, etc. Pero entre todos, las bodas serían el motivo más importante y grande. Por eso desde meses atrás la gente contrata el salón de fiestas, planea la decoración y reparte invitaciones. Sobre todo, prepara comidas y bebidas ricas para que los invitados coman y beban, y bendigan a los recién casados. Así se hicieron unas bodas en Caná.

Pero, si vemos el versículo 3a, en aquellas bodas surgió un grave problema. Faltó el vino. Quizá el vino que habían preparado era sabroso, y los invitados tomaban mucho. O había venido más gente de lo esperado. De todos modos, en medio de la fiesta se les acabó el vino. Ahora, ¿qué pasaría? La gente se enojaría. En un instante se apagaría el gozo de la fiesta, y se levantarían quejas y gritos. Y los recién casados recibirían maldición de la gente en lugar de bendición. Si fuera hoy en día, rápido mandarían a los hombres a vinatería por el vino. Pero en aquel tiempo el vino se preparaba en las casas de los novios con anticipación. La fiesta de las bodas estaba a punto de ser arruinada.

Pero, miren el versículo 3b. La madre de Jesús le dijo: “No tienen vino.” ¿Qué era ella en esas bodas? Ella no era la dueña de la casa. Tampoco era la encargada de la fiesta. Ella era una invitada. Pero, ella tenía ‘el corazón de dueño’. Otros, incluso los mismos dueños y los recién casados, estaban comiendo, bebiendo y disfrutando la fiesta. Pero ella estaba pendiente de todo. Por eso, cuando faltó el vino, ella se dio cuenta de ese problema. Y, al enterarse del problema, ¿qué hizo ella? Ella no buscó al dueño de la casa, ni al novio, ni al maestresala. Ella fue a Jesús, y le dijo del problema de falta de vino. Ella creía en Jesús, y oró a él. Ella era una mujer de fe y oración.
Y ¿qué le dijo Jesús? Vamos a ver el versículo 4. Jesús le dijo: “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.” Al parecer, esta palabra suena como que él rechazara la petición de María. Pero Jesús le decía que aún no era su hora, y cuando llegara su hora, haría su obra. Jesús le quería dar a entender que él trabajaba no a la hora de la gente, sino a su hora, es decir, conforme a la voluntad de Dios. Y, si vemos el versículo 5, la madre de Jesús lo entendió, y dijo a los que servían: “Haced todo lo que os dijere.” Ella tuvo fe en Jesús, y preparó a los siervos obedientes.

Ahora, vamos a ver el versículo 6. Estaban allí seis tinajas de piedra para agua. ¿Para qué era el agua? Era para lavarse las manos antes de comer (Marcos 7:3). Y cada una de las tinajas cabían dos o tres cántaros. Dicen que la capacidad de un cántaro era como 40 litros de agua. Entonces en cada tinaja cabían de 80 a 120 litros de agua, que son de 4 a 6 garrafones de hoy en día. Y allí había seis tinajas.
Y miren el versículo 7. Jesús les dijo a los que servían: “Llenad estas tinajas de agua.” Esta palabra de Jesús era difícil de obedecer para los sirvientes. Para empezar Jesús era un invitado, y no más. Él no era el dueño, ni el mayordomo de la casa. Sobre todo, ellos no entendían la razón y el propósito de su palabra. El agua de las tinajas era para lavarse las manos los invitados antes de comer. Pero todos ya se habían lavado las manos, y estaban comiendo y bebiendo en la fiesta. Entonces, ¿para qué tendrían que llenar las tinajas? Además, ellos habían de estar muy ocupados. Imagínense cómo andarían los sirvientes en una fiesta. La gente les hablaría constantemente para que le llevaran comidas y bebidas, y recogieran los platos sucios, y limpiaran las mesas, etc. Y, llenar las seis tinajas de agua no era fácil. Si fuera hoy en día, pondrían la manguera en las tinajas, y abrirían la llave del agua, y ya. Pero en aquel tiempo ellos tendrían que salir fuera del pueblo al pozo, sacar el agua, traerla en cántaros y llenar las tinajas. Realmente era difícil de obedecer la palabra de Jesús para ellos.
Pero, ¿qué hicieron? En el versículo 7b dice que ellos las llenaron hasta arriba. Ellos no despreciaron a Jesús, ni se quejaron. Ellos obedecieron la palabra de Jesús, y no más o menos, sino hasta arriba, con todo su corazón y fuerza.

Y ¿qué obra sorprendente surgió? Miren el versículo 8. “Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.” Aquí Jesús no hablaba del agua, sino del vino. Por eso no utilizó el pronombre ‘la’, sino ‘lo’. ¡El agua ya estaba hecha vino! Y el vino que Jesús hizo del agua era de excelente calidad. Miren los versículos 9 y 10. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, llamó al esposo, y le dijo: “Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.” La maña de la gente era servir primero el buen vino. Y cuando los invitados estaban medio borrachos, y no podían percibir el sabor de vino, les sacaba el chafa. Pero el vino que hizo Jesús del agua era tan bueno que aun la lengua saturada con el alcohol podía percibir su buen sabor.

Y miren el versículo 11. “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.” Lo que hizo Jesús en Caná de Galilea, transformar el agua en vino, es una señal que manifiesta su gloria. ¿Qué nos enseña esta señal acerca de Jesús?

Primero, Jesús es Dios el Creador todopoderoso. El hombre puede echarle al agua colorantes, saborizantes, aromatizantes, y todo lo que quiera. Pero, el agua nunca jamás se convertirá en vino. Agua es agua, y vino es vino. Pero Jesús transformó el agua en vino. Esto no lo puede hacer ningún ser humano. Sólo Dios el Creador lo puede hacer. Jesús es Dios el Creador todopoderoso.

Segundo, Jesús transforma a los hombres pecadores. Los hombres pecadores son como ‘el agua en las bodas’. Como vimos en lo anterior, el agua en las bodas es inútil. Asimismo, los hombres pecadores son inútiles. Entonces, dirán algunos: “Míralos, qué capacidades, habilidades y talentos tienen ellos.” Pero, los hombres naturales pecadores no sirven para la obra de Dios espiritual, ni para manifestar la gloria de Dios, ni para servir a otros. En 1 Corintios 2:14 dice: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” Los hombres pecadores piensan sólo en las cosas mundanales y carnales, y no entienden las cosas de Dios. Y ellos buscan su propia gloria y su propio beneficio. Por eso son inútiles para Dios y para otros.
También como el agua que no tiene sabor ni olor, asimismo los hombres pecadores no tienen sabor ni olor espirituales que le agradan a Dios. Más bien ellos tienen el veneno de pecado. El hombre natural está atestado de toda maldad: soberbia, orgullo, egoísmo, avaricia, fornicación, inmundicia, hipocresía, envidia, odio, engaños, etc. Por eso, lejos de agradar a Dios, entristece a Dios y hace enfermar a otros.

Pero, Jesús transforma a los hombres pecadores en los nuevos hombres que son como ‘el vino en las bodas’. Los hombres transformados en Cristo Jesús son útiles e indispensables para Dios y para otros. Esto no quiere decir que Jesús nos transforma en los hombres superdotados. Jesús transforma nuestro interior, y hace de nosotros nueva criatura (2 Corintios 5:17 ). Jesús transforma a los hombres soberbios en los hombres humildes, a los humanistas en los hombres de fe, a los rebeldes en los obedientes y a los egoístas en los hombres de amor. También en Jesús los hombres inmundos son transformados en los hombres limpios, los hombres tristes y obscuros en los hombres llenos de gozo y esperanza, los débiles en los hombres fuertes por fe y los hombres llenos de resentimiento y odio en los hombres llenos de amor. Entonces por nuestro interior transformado podemos ser útiles para la obra de Dios, y para su gloria, y para servir a otros.
También por nuestro interior transformado podemos agradar a Dios y a otros. En Romanos 8:29 dice que Dios nos conoció antes, y nos predestinó para que seamos hechos conforme a la imagen de su Hijo. Y en 2 Corintios 2:15 dice acerca de esta imagen de Jesús en nuestro interior, que para Dios somos grato olor de Cristo. Jesús nos transforma conforme a su imagen para que tengamos su olor y sabor, y seamos como el vino en las bodas que podamos agradar a Dios y a otros.
Y es un milagro esta transformación de los hombres pecadores en los nuevos hombres conforme a la imagen de Jesucristo. Ningún ser humano la puede hacer. Ninguna filosofía, religión, educación y disciplina de los hombres la puede hacer. Pero nuestro Señor Jesucristo puede transformar a los ho
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