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Juan_9_1_41 Jesús abrió los ojos del ciego

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Update: 2018-04-29
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Juan 2018 (14)
Palabra/ Juan 9:1-41
V.C./ Juan 9:3

Jesús abrió los ojos del ciego

“Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.”

En esta palabra salen varias personas: el hombre que había nacido ciego, los discípulos de Jesús y los fariseos. Y todos ellos eran ciegos. Los discípulos de Jesús eran ciegos espiritualmente, y no podían ver a Dios, ni su voluntad, ni sus obras. Pero, Jesús les abrió los ojos espirituales para que vieran la voluntad de Dios, y les enseñó cómo podrían hacer las obras de Dios. Y los fariseos también eran ciegos espiritualmente. Ellos no podían ver las señales de Jesús, tampoco que Jesús era el Hijo de Dios. Porque ellos tenían su propia idea legalista. Sobre todo, porque ellos eran tan soberbios y tercos que no querían ver la realidad, ni arrepentirse. Y permanecieron en su pecado. Pero, al hombre que había nacido ciego le abrió Jesús no sólo los ojos físicos, sino también los espirituales. Él pudo ver a Jesús el Hijo de Dios, creyó en Jesús y fue salvo.
Y ¿nosotros? ¿Vemos, o somos ciegos? Oro que a través de esta palabra Jesús nos abra los ojos espirituales para que podamos ver la voluntad de Dios para nuestras vidas, y obedecerla. Amén.

I. Jesús les abrió los ojos a sus discípulos (1-7)

Vamos a ver el versículo 1. Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Cuando nació él y abrió los ojos, vieron sus padres que sus ojos eran opacos, no cristalinos como los de otros niños. Y ¿cómo habría sido su vida, siendo ciego? ¿Han visto cómo se alborota de alegría Dania, al ver a sus papás o a la pastora Ester? Pero él no podía interactuar con otros a través de la vista. Y cuando empezó a gatear y luego a caminar, siempre andaría con chipotes y heridas, porque no veía. Y al llegar a la edad de estudiar y trabajar, él no podía hacer nada. Por eso se sentaba en la calle, y mendigaba (8). Su vida era miserable.
Y miren el versículo 2. Al verlo, le preguntaron los discípulos a Jesús, diciendo: “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” En esta pregunta podemos ver las ideas que tenían los discípulos acerca de las desgracias y de Dios. Ellos pensaban que las desgracias de la vida eran castigos por pecados. Y Dios era quien vigilaba a los hombres, y los castigaba. Entonces, si ese hombre había nacido ciego por castigo de Dios, no le quedaba otra, sino sufrir de por vida. Y lo único que podían hacer los discípulos era preguntar, diciendo: “Miserable hombre. ¿Quién tendrá la culpa para que haya nacido ciego?”

Pero, vamos a ver el versículo 3. Respondió Jesús: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.” Jesús dijo tajantemente que no era que alguien pecó, y Dios castigó al hombre, y por eso nació ciego, sino que Dios tenía su buena voluntad en su vida, que era manifestar sus obras en él. A través de esta palabra Jesús les abrió a sus discípulos los ojos espirituales. Jesús les hizo ver que Dios permitía las desgracias de la vida para manifestar sus obras en ellas. Jesús les enseñó que en las desgracias tenía Dios su buena voluntad, y por ende ellas tenían un significado y propósito en Dios. Los discípulos no conocían a Dios, ni sabían su voluntad. Por eso eran ciegos espiritualmente. Su pensamiento era legalista, fatalista, triste y oscuro. Y sólo buscaban ‘el culpable’. Pero Jesús les abrió los ojos espirituales, y les hizo ver a Dios y su buena voluntad en las desgracias de la vida.

Los hombres que no conocen a Dios son ciegos espiritualmente como los discípulos. Cuando a ellos les pasa algo malo, dicen: “¿Por qué a mí me pasó esto? ¿Qué hice mal? ¿Qué he hecho para merecer esto? ¿Por qué me castiga Dios? Me abandonó Dios.” Su manera de pensar es legalista, fatalista y oscura. Pero, en esta palabra Jesús nos hace ver que Dios no es vigilante, ni castigador, y las desgracias de la vida no son castigos por pecados, sino Dios quiere manifestar sus obras en ellas.
Sobre todo, a través de esta palabra Jesús me abrió los ojos, y me hizo ver la voluntad de Dios hacia nuestras vidas. Como ya sabemos todos, en estas últimas dos semanas hemos sufrido por causa de la cuestión del noviazgo y del deseo carnal. De hecho, estos pecados nos han afligido durante mucho tiempo. Pero, ¿por qué hemos batallado tanto por estos problemas? Es porque no vemos la voluntad de Dios hacia nuestras vidas. Dios no nos ha llamado para que vivamos ‘una pequeña vida’, buscando el placer de andar en noviazgo o el placer carnal. Tampoco nos ha llamado Dios para que busquemos sólo buenas calificaciones, o un buen trabajo, o un matrimonio feliz. Si tenemos solamente estos pequeños deseos, nos alegramos y nos entristecemos por estas pequeñas causas.
Pero, vivir esta pequeña vida no es la voluntad de Dios hacia nosotros. Si vemos Génesis 12:1-3, llamó Dios a Abraham, diciendo: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” Dios llamó a Abraham para que fuera la bendición para todas las familias de la tierra. Y esto es la voluntad de Dios también para con nosotros. Dios quiere que llevemos la bendición de Dios en Jesucristo a todos los hombres de la tierra. Y en Jeremías 1:5 dijo Dios: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” Esto es la voluntad de Dios hacia nosotros, que seamos maestros de la Biblia para todas las naciones. También en Mateo 28:19 y 20 dijo Jesús: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Dios desea que seamos hacedores de discípulos, pastores y maestros de la Biblia para todas las naciones.
Por tanto, los que están afligidos, tristes y desesperados por la cuestión del noviazgo y del placer carnal, o por las pequeñas cosas del mundo, deben arrepentirse no tanto de estos pecados, sino de ‘no tener la gran visión de Dios’. Necesitamos abrir nuestros ojos espirituales para ver esta voluntad de Dios para nuestras vidas y obedecerla. Oro que Jesús nos abra los ojos espirituales para que podamos ver la voluntad de Dios hacia nuestras vidas. Oro que todos aceptemos la gran visión de Dios, y seamos excelentes maestros de la Biblia y hacedores de discípulos de México y del mundo, y vivamos una vida que le agrada a Dios.

En lo anterior aprendimos que Jesús les abrió a sus discípulos los ojos espirituales, y los hizo ver la voluntad de Dios. Y en los versículos 4-7 Jesús les enseñó cómo podrían hacer las obras de Dios. Vamos a ver los versículos 6 y 7. “Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.” Aquí notamos que Jesús abrió los ojos del ciego de una manera extraña y poco higiénica. Jesús podía hacerlo sólo con su palabra, o acaso tocando sus ojos, y ya. Pero, ¿por qué utilizaría la saliva y la tierra? ¿Tendrán algún poder especial la saliva de Jesús y la tierra de Israel? En los estudios de esta palabra algunos dijeron que sí. Pero no es así. El que le abrió los ojos al ciego no era la saliva de Jesús, ni la tierra de Israel, sino Dios. Dios el Creador todopoderoso hizo sus obras en él. Pero, Jesús quería enseñarles a sus discípulos cómo podrían ser utilizados en las obras de Dios. Ellos pudieron ver la voluntad de Dios a través de la palabra de Jesús. ¿Ahora qué? ¿Cómo podrían abrir los ojos del hombre ciego? A ellos les enseñó Jesús que, si tuvieran fe en Dios, con lo que tenían, aun con la salva y la tierra, podrían hacer las obras de Dios. Por eso de esa manera extraña le abrió los ojos al hombre ciego.

En esta palabra aprendimos que las desgracias de la vida no son castigos por pecados, ni mala suerte. Dios es el Soberano, y las permite para manifestar sus obras en ellas. Y si tenemos fe en Dios, y desafiamos con lo que tenemos para hacer las obras de Dios, Él mismo hace sus obras por medio de nosotros.
Especialmente hoy vimos qué es la voluntad de Dios para con nosotros. Dios no quiere que vivamos una pequeña y miserable vida, alegrándonos y llorando por las pequeñas causas. Dios quiere que aceptemos su gran visión para nuestras vidas, y seamos excelentes maestros de la Biblia y hacedores de discípulos para todos los universitarios de México y del mundo. La voluntad de Dios es que el motivo de nuestro gozo y dolor sea la visión de Dios, no las pequeñas cosas del mundo. Y, aunque no tenemos gran cosa para hacer estas obras de Dios, si tenemos fe en Dios todopoderoso, y desafiamos con lo que tenemos, Dios mismo hace sus obras por medio de nosotros, y manifiesta su gloria. Oro que Jesús nos ayude a ver esta voluntad de Dios cada momento, y a tener fe en Dios todopoderoso, y a hacer sus obras para su gloria. Amén.

II. ¿Crees tú en el Hijo de Dios? (8-41)

Vamos a ver los versículos 8-12. Cuando el hombre que había sido ciego regresó del Siloé, viendo, surgió una discusión entre los vecinos, que antes le habían visto que era ciego. Ellos no le podían reconocer. No sólo porque tenía él sus ojos abiertos, cristalinos y brillantes, sino también porque tenía su semblante gozoso y resplandeciente, en lugar de esa sombra de tristeza y desesperanza.

Pero, si vemos los versículos 13 y 14, la cuestión es que era día de reposo, cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. Según los judíos, Jesús había hecho el trabajo de albañilería, y había sanado al hombre en
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